Racismo de Trump, ahora en Puerto Rico

Donald Trump, llegó a la isla dos semanas después de ser colapsada por el huracán María y con ello demostró su desprecio hacia el país, Puerto Rico, con status de Estado Libre Asociado de la Unión Americana, que lo mantiene sujeto a una indigna relación colonialista en pleno siglo XXI.

Respuesta evidente del mandatario que no oculta sus preferencias por mayor posicionamiento de la supremacía blanca, y su rechazo a los ciudadanos de “piel café”, como son la mayoría de los latinos, incluyendo a un elevado porcentaje de los más de tres y medio millones de puertorriqueños que habitan lo que queda de “la isla del encanto”, hoy abatida por el peor desastre provocado por la naturaleza en el último siglo.

Su gente dice que lo peor no fue el ciclón, sino lo que vino después en forma de inundaciones, destrucción de viviendas, caída de la totalidad eléctrica e incomunicación de vías terrestres y telefónicas, que persisten ante el abandono de Washington, que vino a agravar su problemática financiera derivada de una deuda impagable de más de 70 mil millones de dólares.

Problemática de siempre, producto de la sumisión en que los han mantenido los gobernantes demócratas y republicanos, que incide en la actitud de los boricuas a un rechazo, que se hizo patente el domingo 11 de junio, al convocar el gobernador mestizo Ricardo Roselló, un referéndum en el que solamente participó 500 mil de los 2.6 millones de electores habilitados, que en un 97 por ciento votaron a favor de convertirse en la 51 entidad de los Estados Unidos, dejando para dejar atrás su condición actual.

La cifra en principio es apabullante, si no se considera el total con derecho a sufragar, ya que fue una consulta marcada por un rotundo abstencionismo, pues únicamente acudieron a las urnas dos de cada 10 ciudadanos empadronados, lo cual mantiene molesto al inquilino principal de la Casa Blanca, pues en la realizada en 2012, coincidieron más de 800 mil votantes en la idea de anexarse como estado, de un global de 2 millones 351 mil 158 electores.

Se estima que la importante disminución, es consecuencia de la cada vez más compleja situación económica-financiera de la isla, que ha obligado a una mayor emigración a territorio estadounidense, donde actualmente hay más de cinco millones de puertorriqueños.

Siempre en la línea de un sistema colonial, primero con los españoles, que al ser derrotados por los movimientos independentistas en América, en 1898 ceden su dominio sobre Puerto Rico a Estados Unidos. Más de un siglo después, sus habitantes son legalmente ciudadanos de este país, pero sin derecho a votar en las elecciones tanto Presidenciales, como para elegir diputados y senadores, salvo que residan en alguno de los 50 estados de la Unión Americana.  

Por ello, el reclamo actual de los boricuas por tener los mismos derechos constitucionales que se otorgan a los “ciudadanos americanos”, lo que los coloca en situación por demás desfavorable, pero aún así no pretenden la independencia, sino su incorporación como una estrella más de la bandera norteamericana.

Después de haberse salvado de la embestida frontal –entre 6 y 11 de septiembre), del huracán “Irma”, que finalmente se proyectó en la península de Florida, con “María”, ello no fue posible, al abatirse sobre el territorio insular puertorriqueño, del 22 al 26 del pasado mes, con una categoría descomunal de nivel 5 y con vientos sostenidos de 257 kilómetros por hora, luego de devastar Dominica, Guadalupe y Martinica.

Todo un desastre inédito de la infraestructura del paradisíaco Puerto Rico, de rodillas frente a una naturaleza desencadenada que todo arrasó a su paso, cancelando de inmediato aquellas imágenes de encanto que maravillaron al mundo, del contraste de sus aguas cristalinas, azules y verdes, enmarcando la exuberante geografía de nueve mil 104 kilómetros cuadrados, de abundantes bosques tropicales, manglares, ríos y cascadas.

Admiración del turismo internacional, al ser considerada esta isla, la más pequeña de las Antillas Mayores, como un destino perfecto al contar con algunas de las mejores playas del planeta, combinando el interés de los visitantes –más de cinco millones anualmente-, con su capital, San Juan, plena de calles y construcciones que evocan la época colonial ibérica, combinados con la modernidad de sus edificios.

Hoy, la pequeña nación envuelta en el caos y el desamparo por parte de un presidente Trump, que la ningunea, fortaleciendo su conducta racista que por supuesto rechaza la idea de que se integre como el estado número 51, ya que de concretarse sería la primera entidad latina incorporada.

Menosprecio del magnate, convertido en gobernante de la primera potencia mundial, a los más damnificados por “María”, en este “estado asociado” ubicado en el Caribe, ya que se concretaría a visitar el martes 3 de octubre, a sus iguales de los suburbios más ricos, en la capital San Juan, donde con la imprudencia que le caracteriza, no solamente no enviaría un mensaje de consuelo mayormente afectado, sino que diría que “Puerto Rico debería estar orgulloso de que solo murieran 16 personas, a diferencia de la catástrofe real de Katrina”.

El impacto del ciclón, del 23 al 31 de agosto de 2005, con categoría 5, Nueva Orleans y Luisiana, provocaría daños por 108 mil millones de dólares, convirtiéndose en el más costoso de la historia.

Y si de por sí los boricuas están molestos por la tardanza en el apoyo de La Casa Blanca, todavía el mandatario a atrevió a burlarse de ellos, al afirmar que “el desastre de la isla descontroló nuestro presupuesto, pero que está bien si contribuyó a salvar vidas de muchos que sufrieron por el huracán María, el peor desastre natural que enfrenta ese territorio estadounidense en un siglo”.

Fue reiterativo: “Odio decirlo Puerto Rico, pero ustedes descontrolaron nuestro presupuesto. Sus autoridades deberían estar muy orgullosas que solo ese número de personas perdieron sus vidas comparado con los cientos y cientos y cientos que murieron con Katrina en Louisiana en 2005”.

Contrario al decir del magnate inmobiliario que aprovecha su condición de mandatario, salvo el gobernador Roselló, los demás gobernantes de la isla insistieron en criticar la lenta respuesta de Washington para hacer frente a las graves consecuencias del huracán, que mantiene sin electricidad, con inundaciones y severos daños a la infraestructura en general, como ocurre con los habitantes de Vieques, que se mantienen en la amarga espera.

La más crítica hasta ahora, ha sido la alcaldesa Carmen Yulin Cruz, de la capital San Juan, quien no ha dudado en expresar su enojo contra Trump, al considerar que la ayuda se quedó rota.

Fiel a su estilo de la autoalabanza personal y de su gobierno, declararía, por su respuesta a la devastación; “Creo que ya se reconoce el gran trabajo que hemos hecho y la gente lo está viendo. Y Texas y en Florida obtuvimos una A positiva. Y les digo esto, creo que lo hemos hecho tan bien como en Puerto Rico, y es una situación más fuerte. Pero los caminos ya están despejados, la comunicaciones están comenzando a retornar. Necesitamos a sus camioneros a empezar a conducir sus camiones”.

Todo un mitómano que al falsear la realidad radicalmente contraria a su panorama personal, pretende demostrar al mundo que está al lado de sus compatriotas caídos en desgracia, cuando en ningún momento de su breve estancia acompañado de su esposa, recorrió las zonas afectadas, por temor a ser blanco de los justos reclamos de los puertorriqueños que sobreviven en condiciones complejas, no solamente por la destrucción de sus viviendas, sino por la carencia de alimentos y agua potable.

Lo más que se atrevió en su estadía de cinco horas, fue visitar el templo evangélico Calvary Chapel, en Guaynabo, donde para mayor humillación de la gente pobre ahí asilada en el sótano, se atrevería a lanzarles rollos de papel de cocina, brincando, como si se tratara de un juego de basquetbol, además de hacer lo mismo con comida y linternas.

Y no sólo eso, sino que también censuraría las críticas de los alcaldes, al señalarlos como autoridades de pobre liderazgo.

Cual si temiera contagiarse de alguna enfermedad, evitaría acercarse a la gente para que no lo saludaran de mano, en una conducta totalmente opuesta a la manifestada por sus antecesores que enfrentaron desastres naturales y se solidarizaron con los damnificados, yendo a sus lugares de origen de las catástrofes.

A Donald Trump no le interesa nada de fotografiarse con las centenas de miles de puertorriqueños afectados, como tampoco lo ha hecho con los dañados recientemente por el huracán Harvey en la zona continental.

Es la otra fría cara de la moneda, que contrasta con las imágenes de los ex mandatarios George Bush padre e hijo, Bill Clinton y Barack Obama, que en su oportunidad proyectaron al mundo las imágenes donde aparecen conmovidos abrazando, saludando, hablando y dando consuelo a todos aquellos estadounidenses que se acercaron a ellos para agradecer su visita a sus hogares destruidos, como sobrevivientes de las tragedias que enfrentaban.

Manejo del otro extremo, en el cual Trump en ningún momento ha manifestado palabra alguna de aliento a quienes han perdido vidas de familiares, sus casas y negocios, todo, pronunciando en cambio discursos fuera de lugar como si continuara en campaña.

Presencia de México en Puerto Rico, al partir este miércoles 4 de octubre, hacia la isla, un cargamento de ayuda con alrededor de 30 toneladas de agua embotellada y repelentes para moscos, aptos para niños y adultos, además de alimentos. Como parte del apoyo, va una brigada de expertos de la Comisión Federal de Electricidad, para coadyuvar en las tareas urgentes de evaluación de daños y reanudación del suministro de electricidad.

Y mientras el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto manifiesta su solidaridad

con el pueblo estadounidense en Puerto Rico, el Presidente Trump ha ordenado en San Diego, California, el inicio de la construcción de cuatro prototipos de muro para detener la migración ilegal en la frontera con México.

Una nueva modalidad que se instaura en la zona conocida como Mesa de Otay, que contempla en total ocho prototipos de muro que medirán entre cinco y nueve metros de altura, a base de concreto y otros materiales más resistentes, con una inversión de mil 600 millones de dólares, autorizados adicionalmente a La Casa Blanca, por el Congreso.

Una nueva situación que subraya el odio de Donald Trump a México y a su migración, que por lo pronto ha motivado por parte del procurador general de California, Xavier Becerra, las correspondientes demandas para frenar la construcción, argumentando que la iniciativa presidencial viola la Ley Federal y la Constitución, al entrometerse en la jurisdicción de la autoridad estatal.

Por lo pronto, conforme avanzan los días, las cifras de muertos en la “isla del encanto” en el Caribe, aumentan lamentablemente, mientras avanza de nuevo otra perturbación “Nate”, hacia Louisiana, desde el Atlántico, afectando este fin de semana Quintana Roo y Yucatán, como si la naturaleza siguiera cobrando facturas a Estados Unidos, por negarse a luchar, como lo hace el el resto del mundo,  contra el cambio climático.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.