Trump, chantajes y amenazas

A la hora que se le da la gana, Donald Trump, nos aporrea cual piñata o sparring, para desquitar sus odios, errores, prepotencia, ignorancia, incapacidad, racismo, insensibilidad, frustraciones y venganzas contra México y los mexicanos, a los que amenaza y chantajea a su antojo, con el menor pretexto, desde la perspectiva del poder omnímodo como primera potencia del mundo.

Basta con que haga un simple comentario o difunda un discurso ofensivo, para dañar la estabilidad económica y financiera del país, al sembrar zozobra general, que se refleja en una mayor devaluación del peso mexicano, sujeta a su beligerancia contra una nación incondicional a los dictados de Washington, que hoy más que nunca, como lo anunciará hace apenas unos días en Puerto Madero-Chiapas, José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda, “la mesa está servida para el capital extranjero”, que en otras palabras significa la entrega sin condiciones de nuestras riquezas a cambio de migajas y mayor pobreza.

En el turno de su permanente agresividad, que sigue cimbrando al Gobierno de la República y al capital foráneo y nacional, ocurre a iniciativa suya, la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que ha dado margen en las últimas semanas a una negociación trilateral, en la que ha quedado al descubierto la total indefensión, por su exagerada dependencia, del “socio” al sur del río Bravo.

Visita de Estado del Primer Ministro de Canadá Justin Trudeau, a su homologo estadounidense en la Casa Blanca, antes de su arribo a la capital mexicana, este jueves 12 de octubre. Ocasión propicia para que Donald Trump lanzara la enésima amenaza y chantaje a la vez, en cuanto a que excluirá a México del TLCAN, en enero de 2018. Demasiada fanfarronería, en la que el todopoderoso de la Unión Americana, sustenta sus afirmaciones argumentando que este acuerdo comercial ha favorecido más a los mexicanos, al quitar fuentes de trabajo a los estadounidenses, cuando en la realidad más de seis millones de nuevas plazas laborales se han creado en Estados Unidos, a partir del Tratado firmado hace 23 años.

Mucho que perder al otro lado de la Frontera Norte, especialmente en California y Texas, los dos estados más beneficiados por el TLCAN con México, y los más ricos del país. La iniciativa privada californiana mantiene un intercambio comercial de 66 mil millones de dólares al año, equivalente al que nuestro país mantiene con la Unión Europea, mientras los texanos suman 200 mil millones de dólares  en el mismo lapso. Arizona exporta a los mexicanos el 40 por ciento de su producción valuada en 15 mil millones de dólares.

La industria automotriz es sin duda el mejor ejemplo de cómo los grandes empresarios del vecino país han invertido aprovechando los bajos salarios de los trabajadores mexicanos (80 pesos de salario mínimo por ocho horas y allá 15 dólares el mínimo la hora, que suman dos mil 220 pesos por una jornada semejante).

Una circunstancia más que favorable que hace posible que aquí se ensamblan casi dos millones de automóviles, utilizando un alto porcentaje de insumos fabricados en la Unión Americana y pago de sueldos exageradamente bajos con respecto a Estados Unidos y Canadá.

Los reportes oficiales que festejan la inclusión de México en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, indican que “el TLCAN cambió radicalmente la economía mexicana desde 1994, al transformarse de deficitaria la balanza comercial con Washington, a un creciente superávit por las exportaciones que se han multiplicado por ocho”, pero sin que ello implique que las ganancias sean uniformes.

Golpeteo sistemático del magnate acostumbrado a la injuria, a imponer su ley, que ahora se ubica en un contexto radicalmente diferente que no ha acabado de asimilar, puesto que no se trata exclusivamente de satisfacer sus caprichos personales, que han empezado a chocar con los intereses de las grandes Corporaciones transnacionales a las que tanto critica por haber sacado sus capitales hacia el extranjero, como ha sido el caso de México por su inmediatez, y ahora China, al grado de convertirla en la segunda economía del planeta y su principal socio comercial, a los que se agregan México y Canadá.

Una relación que no se destruirá tan fácilmente como pretende, por las escandalosas ganancias en juego de ambas naciones, al firmarse en 1992 y ponerse en vigor en 1994, el TLCAN, que durante más de dos décadas establecería una zona de libre comercio de bienes y servicios sin ningún tipo de aranceles-tarifas, con una frontera mexicana de tres mil kilómetros de extensión, por la que se mueven diariamente 500 mil automotores y un millón de personas.

Hasta antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, el 20 de enero de 2017, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se mantendría intocable por los tres gobiernos de los países asociados. El gran ganador en esta primera etapa de aplicación, sería desde un principio, Estados Unidos, seguido de Canadá y en escala ínfima, México.

Y cuando la administración de Salinas auguraba que su firma significaría para los mexicanos el despegue definitivo para la obtención de una economía más sana y justa, de redistribución de la riqueza, resultaría toda una mentira y quedaría como un pronóstico embaucador gubernamental, al ubicarse hoy más de la mitad de la población de 122 millones, en condiciones de pobreza exacerbadas, al grado que haya obligado al Gobierno de Enrique Peña Nieto, a aplicar een el segundo año del actual sexenio, una Cruzada Nacional Contra el Hambre, desde el mismo estado de Chiapas.

Una problemática que se agravará más en el corto plazo, luego de las reformas laborales que cancelan el sindicalismo como forma de defensa organizada de la clase trabajadora, en demanda de jornadas justas y bien remuneradas, que pasan a ser sueños guajiros, al desaparecer los contratos colectivos de trabajo por otros individuales, en los que el empleado queda a merced de un empleador intermediario, que no respeta los más elementales derechos consagrados por la Constitución, producto de la lucha y sacrificio de los obreros de principios del siglo pasado.

Sin consultar a nadie, Trump está empeñado en cancelar el Tratado que ha dado margen a la creación de la principal zona de comercio en el mundo, en su afán de congraciarse con sus electores, a quienes prometió que regresarán a los Estados Unidos, miles de fábricas y empleos creados en México, sin valorar seriamente las repercusiones negativas que se generaran.

Hasta ahora todo se ha sintetizado en las frases del inquilino de La Casa Blanca, desde agosto en que dieron comienzo las negociaciones inducidas hacia la actualización del Acuerdo comercial, utilizando diversos mecanismos de presión mediáticos, para inclinar todavía más a  favor los intereses estadounidenses, la balanza comercial. De los tres involucrados, México es el competidor más débil, dada su extraordinariamente baja diversificación en sus exportaciones, no obstante ser una economía muy abierta. Por lo menos 86 por ciento de sus ventas no petroleras, dependen de Estados Unidos. La información oficial precisa que únicamente el 4.5 por ciento de la comercialización, son hacia los 28 países integrantes de la Unión Europea y el 1.2 por ciento a China y el 0.7 por ciento a Brasil, por ubicar la dimensión del riesgo que se corre.

Los inversionistas extranjeros en México, observan con incertidumbre los manotazos y discursos incendiarios de Donald Trump, que tiene focalizado a México, como objetivo para reivindicar a una minoría laboral de estadounidenses de índole extremista, que se mantienen como sus principales aplaudidores.

Su presencia en territorio nacional ha sido clave para aprovechar la participación mexicana en el mercado más grande del planeta, junto con estadounidenses y canadienses. El trampolín idóneo para pasar sin problemas al otro lado del muro de la ignominia, que patrocina el cada vez más desequilibrado mandatario.

Saben que al ubicar sus empresas en suelo mexicano, participan en el juego de los intereses de una de las regiones económicas y competitivas más importantes y sólidas del planeta, con un potencial 450 millones de consumidores, con intercambios comerciales de 1.2 billones de dólares.

De ahí las acciones paralelas a las negociaciones actuales entre las partes involucradas, por parte del gobierno mexicano, que ante tal circunstancia de riesgo y amenaza verbal de Trump, trabaja a marchas forzadas para dar certidumbre a la inversión extranjera. En caso extremo de que se cancelara la sociedad con México, la legislación vigente estaría obligada a garantizar su seguridad, como lo ha advertido la Secretaría de Economía federal, en el sentido de que se recurriría a la Organización Mundial de Comercio para dirimir las controversias.

Un país, el nuestro, que no ha sido beneficiado en la misma escala trilateral, sino perjudicado adicionalmente al someterse a las reglas del TLCAN, que han arruinado la producción nacional de alimentos, al cancelarse los apoyos institucionales, por consigna de Washington, para sustituirlos por los producidos en la Unión Americana, donde los subsidios son cuantiosos al sector de productores agrícolas.

Mayor pobreza entre la población nacional, en contraste con una realidad que indica que México está en la clasificación de los 20 países con más millonarios en el mundo. El uno por ciento posee la tercera parte de la riqueza nacional, en tanto otro 10 por ciento es dueño de dos terceras partes. Y lo dramático, que se localiza en  la lista de las 15 naciones con severos problemas de alimentación entre sus habitantes, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas. 

Contradicción radical, en un país con mucha riqueza minera y de hidrocarburos, que se diluye en la corrupción imperante, pues en el caso de las concesiones de minas de

oro y otros metales de los cuales sus propietarios obtienen ganancias que se valoran en miles de millones de dólares, mientras su pago de impuestos apenas llega al dos por ciento del total.

Y mientras de manera frecuente el discurso oficial se vanagloria por el equilibrio y logros insultantes de la macroeconomía, el poder adquisitivo popular sigue quebrantándose a diario frente a la carestía imparable, por aquello del sistema de libre empresa, en que los precios los imponen las grandes transnacionales de supermercados.

Días, los actuales, de grave carestía que se maquilla en boletines oficiales que a nadie convencen, pues basta con verificar los precios de alimentos y otras productos de consumo básico, para comprobar que el panorama de la economía de los mexicanos es desesperante, al grado de padecer hambre, al no poder atender además, las necesidades más elementales de una familia, con un salario mínimo de 80 pesos diarios.

Hoy no se puede hablar de justicia social para los que menos tienen, cuando la situación laboral del conglomerado nacional va en detrimento del bolsillo de una clase trabajadora, agobiada y cansada de tanta inequidad, pero sobre todo de la corrupción e impunidad que se incrementan. México se encuentra en una encrucijada, en la que la prioridad gubernamental ante el riesgo de su exclusión del TLCAN, es el respaldo al gran capital extranjero y no a más de la mitad 122 millones de habitantes, donde se incluyen a casi seis millones de chiapanecos, en su mayoría sumidos en la pobreza.

Aguardaremos con interés el desenlace, pero sobre todo la capacidad de respuesta de la autoridad, en la cercanía del relevo, en 2018.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de laRepública y de Comunicadores por la Unidad A.C.