Hace algunas semanas hacía yo notar la coincidencia entre la exhibición de la película “Roma” con la resolución de un amparo que obligó al IMSS a iniciar el programa piloto para garantizar el acceso de las trabajadoras del hogar a la seguridad social. Ahora, en la pantalla grande se está exhibiendo la película “On the basis of sex” que aquí se presenta como “La voz de la igualdad”, basada en la vida de un ícono de la justicia en Estados Unidos y del feminismo en el mundo: la juez Ruth Bader Ginsburg.

Es Felicity Jones quien da vida a la joven abogada Ginsburg desde su ingreso a Harvard; espacio ocupado en los años cincuenta, casi exclusivamente por hombres. Las mujeres de la generación de Ruth solo fueron nueve. Eran tan pocas que fueron invitadas a una cena en la que les hicieron preguntas como: ¿Por qué las mujeres querrían estudiar derecho? Vale la pena el sarcasmo de la respuesta de Ginsburg.

La película muestra su vida en familia. Cuando Ruth empezó la carrera, ya tenía una hija. Los cuidados de la niña se compartían entre ella y su esposo Martin (Armie Harmmer), también estudiante de Derecho. Ambos desempeñaban roles inusuales para la época.

La película da cuenta de cómo Ruth comienza a tener conflictos con su hija en la adolescencia. Fue difícil para Jane lidiar todos los días con una mujer con la fuerza y presencia de su madre. A Martin le toca el rol conciliador y Jane termina reconociendo que tiene una madre excepcional a la que acompaña hasta hoy en su trabajo diario.

Aunque Ruth se dedicó a la docencia, deseaba entrar al mundo del litigio. Encuentra entonces el caso que la catapulta a la fama y que le permitió demostrar que las leyes hacían diferencias injustificadas en razón del sexo. Es el propio gobierno —su contraparte— quien se encarga de detectarlas y ella de exhibirlas ante la Corte de Apelación.

El caso seleccionado es el de un hombre que realizó tareas de cuidado respecto de su madre y que no recibió los beneficios fiscales que sólo estaban previstos para las mujeres, por ser quienes usualmente las realizan. La película muestra el proceso de construcción de los argumentos en la preparación de la defensa que Ruth y Martin acuerdan llevar juntos. Se dividen equitativamente la media hora de exposición que tendrán ante los jueces. A él le va a tocar el planteamiento general y, a ella, demostrar que los estereotipos contenidos en las leyes generan situaciones injustas.

Los integrantes de la Corte hacen preguntas a Martin y cada vez que él intenta cederle la palabra a ella, lo interrumpen insistiendo en que debe responder él y no ella. Al final, los minutos que usa Ruth son pocos. Se reserva los argumentos más fuertes para la segunda oportunidad, donde deja ir toda su pasión y su convicción.

Las preguntas de los jueces son justo las que habían previsto. ¿Por qué van a cambiar las cosas si por milenios han sido de ese modo? Ruth cita precedentes y muestra los casos de discriminación que en ese momento ya se habían superado. Constantemente aparece el tema de si la raza es igual al sexo en cuanto a diferenciación de derechos y la respuesta es que nadie elige ni el color de su piel ni su sexo, pero que ambas situaciones han sido factor de discriminación.

La exhibición de esta película puede contribuir a que, masivamente, se conozca el proceso de conquista de los derechos y la importancia del Poder Judicial al que, en el caso narrado, correspondió sentar un precedente que resultó un hito. Los jueces tenían inicialmente dudas acerca de su propio potencial porque consideraban que la tarea del cambio correspondía al Legislativo.

La verdadera Ruth Bader Ginsburg aparece sólo en la última escena de la película. Su rostro es hoy cada vez más conocido y su invaluable legado cada día más reconocido. Bien por Mimi Leder, la directora.

Twitter: @leticia_bonifaz