La internacionalización del conflicto venezolano sigue en marcha. Hace unos días se anunció que, en una serie de visitas por Medio Oriente, el canciller venezolano Jorge Arreaza, se reuniría con un funcionario de Hezbollah en Líbano, en su camino hacia Siria. Se trata de encuentros mediante los que el gobierno de Maduro está buscando afianzar sus respaldos entre viejos aliados del chavismo, quienes por supuesto, se enfrentan a Washington en distintos temas. Para entender estas conexiones, es indispensable revisar un poco acerca de cómo se han acomodado las fichas en aquella región del mundo, y cómo es que ello se entreteje con la actual situación en Venezuela.

Primero, recordar que el mayor aliado regional del presidente sirio, Assad, es Irán, país que, además de Rusia, le respaldó desde el inicio de la guerra civil mediante financiamiento, armamento, oficiales de élite y, sobre todo, a través de sus milicias chiítas aliadas. La más importante de estas milicias es Hezbollah sin cuya participación en aquel conflicto armado, sería imposible comprender la virtual victoria de Assad. De este modo, podríamos decir que en la guerra siria se conformó un eje chiíta compuesto por Irán, Siria y Hezbollah, respaldado militar y diplomáticamente por el Kremlin, en oposición directa a un eje sunita liderado por Arabia Saudita y otros países aliados, además de Turquía e Israel, apoyados todos por Washington.

Lo interesante es que el tema venezolano se entreteje con todo ello desde antes del 2011 hasta la actualidad, debido a su propia conflictiva. Considere usted lo siguiente: En una entrevista reciente con el New York Times, el exjefe de inteligencia de Venezuela, Hugo Carvajal, relata cómo Tareck El Aissami, entonces ministro del interior de Venezuela, había buscado acercamientos con Hezbollah e Irán desde la década pasada. El Aissami llegó a proponer un plan para que Hezbollah colaborara con combatientes de las FARC. Pero al margen de ello, lo importante es comprender la alianza que se establecía entre el chavismo y el eje chiíta. Es natural, entonces que cuando en 2011 estalla la guerra siria, el respaldo del chavismo no se hiciera esperar. Ocho años después, la rueda de la fortuna ha dado sus giros. Esta vez, es Maduro quien enfrenta una oposición interna que le ha desconocido y una ofensiva diplomática internacional, sin mencionar las amenazas de una posible intervención militar. Por tanto, no es de extrañarse que el eje chiíta se posicione a lado del chavismo.

Además, estamos en tiempos en los que, tras abandonar el acuerdo nuclear con Irán, la administración Trump redobla sus esfuerzos para asfixiar a Teherán. Por consiguiente, dado el interés manifestado por Washington en un cambio de régimen en Caracas, Venezuela se transforma en un espacio ideal para confrontar a la Casa Blanca.

La pregunta es, entonces, ¿hasta dónde tiene capacidad ese eje chiíta de convertirse en un factor importante en el sostenimiento de Maduro en su poder? Es evidente que, si consideramos la muy precaria situación financiera de Irán, o la propia conflictiva en la que se encuentran envueltos el presidente sirio o Hezbollah, la capacidad de esos actores para ayudar a Caracas es limitada. Sin embargo, cuando se entiende que de lo que se trata es de conformar un frente unido en contra de Washington, el cual incluye a Rusia y quizás en menor medida a China, sumar cualquier apoyo siempre importa.

@maurimm

Internacionalista.