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Continúa en Roma el Sínodo sobre los jóvenes, después de la emotiva canonización del Papa Pablo VI, del arzobispo mártir de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, de dos sacerdotes, dos religiosas y de un joven de 19 años. Son ejemplos preclaros de santidad, que brillan en contraste con los vergonzosos delitos de clérigos contra menores. Somos una Iglesia santa y pecadora, siempre necesitada de conversión, pero no podemos esconder o minusvalorar a los innumerables santos que adornan nuestra Iglesia, sólo por los inocultables pecados de fieles y jerarquías.

El Sínodo continúa con múltiples intervenciones, tanto en los pequeños grupos por idiomas, como en las sesiones plenarias. Una primera parte se dedicó a una visión panorámica de la realidad juvenil; la segunda parte se centra en reflexionar, a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio eclesial, qué implica ser joven desde la fe y cuan importante es el discernimiento vocacional. En la última parte, se harán propuestas de acción pastoral.

En el Cuaderno de trabajo, se agregan otras características de la situación que vive la juventud hoy:

“Hay una especie de inversión en la relación entre generaciones: en la actualidad con frecuencia los adultos toman a los jóvenes como referencia para el propio estilo de vida, en el marco de una cultura global dominada por un énfasis individualista sobre el propio yo. No nos faltan sólo adultos en la fe. Nos faltan adultos a plenitud. Los adultos no están interesados en transmitir los valores fundamentales de la existencia a las generaciones más jóvenes, que sienten a los adultos más como competidores que como posibles aliados. De esta forma, la relación entre jóvenes y adultos corre el riesgo de permanecer sólo afectiva, sin tocar la dimensión educativa y cultural. La relación con los coetáneos, a menudo también en grupos más o menos estructurados, ofrece la oportunidad de fortalecer roles sociales y relacionales en un contexto donde uno no es evaluado ni juzgado.

La juventud se caracteriza por ser un tiempo privilegiado durante el cual la persona realiza elecciones que determinan su identidad y el curso de su existencia. Varía mucho, debido a factores sociales, económicos, políticos y culturales, el momento en el cual se deja la familia de origen o se realizan elecciones fundamentales. La transición a la edad adulta se ha convertido en un camino largo, complicado y no lineal, donde se alternan pasos adelante y atrás, y la búsqueda de trabajo generalmente predomina sobre la dimensión afectiva. Esto hace que sea más difícil para los jóvenes realizar elecciones definitivas.

Entre las dificultades, los expertos recuerdan rigidez o impulsividad de los comportamientos, inestabilidad en los compromisos, frialdad y falta de empatía, intuición emocional reducida, incapacidad o miedo excesivo de establecer vínculos, dependencia afectiva, sentido de inferioridad, falta de coraje y de fuerza ante los riesgos, inclinación a la satisfacción sexual autocentrada, actitudes agresivas, exhibicionismo y necesidad de estar en el centro de la atención” (Nos. 14-17).

Pensar

La preocupación pastoral de la Iglesia no es moda del presente. En la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Puebla, México, en enero de 1979, se creó la expresión: Opción preferencial por los jóvenes, que se ha mantenido en las Conferencias de Santo Domingo y de Aparecida. Se empieza con esta afirmación fundamental:

“Presentar a los jóvenes el Cristo vivo, como único Salvador, para que, evangelizados, evangelicen y contribuyan, con una respuesta de amor a Cristo, a la liberación integral del hombre y de la sociedad, llevando una vida de comunión y participación” (DP 1166).

En el análisis de la situación de los jóvenes en aquellos años, entre otras cosas se dice: “Los jóvenes ven a la Iglesia de diversas maneras: unos la aman espontáneamente como ella es, sacramento de Cristo; otros, la cuestionan para que sea auténtica y no faltan los que buscan un Cristo vivo sin su cuerpo que es la Iglesia. Hay una masa indiferente, acomodada pasivamente a la civilización de consumo u otros sucedáneos, desinteresada por la exigencia evangélica” (DP 1179).

Se hacen algunas propuestas, que siguen siendo válidas, reforzando lo expresado ya desde Medellín: “La Iglesia hace una opción preferencial por los jóvenes en orden a su misión evangelizadora en el Continente” (DP 1186). “Por ello, queremos ofrecer una línea pastoral global: Desarrollar, de acuerdo con la pastoral diferencial y orgánica, una pastoral de juventud que tenga en cuenta la realidad social de los jóvenes de nuestro continente; atienda a la profundización y al crecimiento de la fe para la comunión con Dios y con los hombres; oriente la opción vocacional de los jóvenes; les brinde elementos para convertirse en factores de cambio y les ofrezca canales eficaces para la participación activa en la Iglesia y en la transformación de la sociedad” (DP 1187).

Actuar

Que esto no se quede en documentos, en palabras, en buenas intenciones, depende de nosotros. Que los frutos del presente Sínodo no se evaporen con el tiempo, dependerá de nosotros. ¿Qué pastoral podemos crear con los jóvenes y para los jóvenes? El Espíritu nos guía por su Iglesia. Ojalá no seamos sordos a su voz.

Obispo Emérito de SCLC.