UNAM: el debate urgente

Dos preguntas dominan la crisis que el pasado lunes 3 mostró apenas la oreja frente a la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde luego, ¿quién busca encender la pradera estudiantil tras 18 años de razonable tranquilidad? Pero también, ¿quién no está haciendo su trabajo para evitar una convulsión en el marco de la transición gubernamental más compleja en décadas y del 50 aniversario del movimiento popular de 1968?

La UNAM encaró, en menos de una semana, una brutal golpiza contra preparatorianos en el corazón de Ciudad Universitaria, una marcha con decenas de miles de jóvenes y el paro de cientos de miles más en la totalidad de las preparatorias, colegios de Ciencias y Humanidades, escuelas y facultades de la casa de estudios.

El debate urgente debe incluir hoy por qué la UNAM es incompetente para tener una estrategia ante un amplio rango de fenómenos ligados a la inseguridad, desde el uso de la violencia como herramienta política hasta los cada vez más frecuentes asaltos, violaciones, asesinatos de estudiantes e, incluso, la presencia del narcomenudeo en los pasillos de sus campus.

Una faceta de ello en la casa de estudios que encabeza el rector Enrique Graue es la ineficaz colaboración con la Procuraduría General de la República (PGR), la Policía Federal o sus similares en la capital del país, sea por el añejo debate de la autonomía, sea porque el actual estado de cosas conviene a intereses creados.

Fuentes consultadas dan cuenta, por ejemplo, de que el gobierno federal y en particular la PGR han alertado a altos funcionarios de la Universidad de que miembros de su cuerpo de seguridad interno, conocido como Auxilio UNAM, colaboran con vendedores de drogas en Ciudad Universitaria. Elementos denunciados no han sido despedidos bajo el argumento de que son personal sindicalizado.

Entre las designaciones realizadas por el rector Graue al llegar a la Rectoría en noviembre de 2015, se incluyó a Javier de la Fuente como responsable de Prevención y Protección Civil. Se trata de un dentista proveniente de la ENES de León que en su momento se postuló para ser rector y fue incluido en el equipo como una cortesía política.

Del dentista De la Fuente dependen varias áreas concebidas para brindar seguridad a los universitarios. Ello incluye al referido Auxilio UNAM, cuyos integrantes presenciaron impávidos, el lunes pasado, el ataque contra alumnos del CCH Azcapotzalco.

Otro de sus subordinados es Jaime Vázquez, “coordinador de Gestión” de la Secretaría de Atención a la Comunidad. Se le atribuye estar a cargo de un aparato de inteligencia interna en la UNAM y tener interlocución con grupos porriles. Se le considera inamovible.

A toda esa estructura y a sus vínculos con el exterior les pasó extrañamente desapercibida la crisis que se venía gestando en el sistema del Colegio de Ciencias y Humanidades y sus cinco sedes. En particular la confrontación incubada entre diversos grupos con la directora del plantel Azcapotzalco, María Guadalupe Márquez Cárdenas.

La tensión en ese ámbito llevó en marzo pasado al cambio del director del sistema CCH, donde quedó Benjamín Barajas. El 31 de agosto Márquez Cárdenas fue obligada a renunciar, pero grupos estudiantiles convocaron al plantón del lunes 3 en la explanada de Rectoría.

Fuentes de la propia UNAM, con las que coinciden integrantes del equipo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, se mostraron exasperadas por lo que describen también como producto de la pasividad ante estos temas en áreas clave del gobierno de Peña Nieto y de la administración de José Ramón Amieva en la Ciudad de México.

Bajo el peso de las pruebas, el rector Graue aceptó públicamente, por primera vez, que existen grupos de porros en la UNAM y anunció la expulsión de 18 dirigentes de estas agrupaciones violentas. Sus nombres aparecen desde hace años en expedientes policiales y de la oficina del Abogado General de la Universidad.

Los personajes expulsados y sus agrupaciones exhiben claros vasos comunicantes con Víctor Hugo Lobo y Mauricio Toledo, ex jefes delegacionales en Gustavo a Madero y Coyoacán, electos legisladores en julio pasado y miembros destacados de Vanguardia Progresista, la principal facción interna del PRD en la Ciudad.

Sin embargo, en la historia de estas agrupaciones porriles han saltado cíclicamente a la vista sus vínculos con otros dirigentes políticos y de partidos, en una mezcla compleja pues está demostrado que por años han estado al servicio de quien se halle dispuesto a pagarles.

Lo que resultó patente al cierre de la semana es que si bien las protestas estudiantiles en la UNAM parecían ir decreciendo, una asamblea de alumnos instalada en el auditorio “Alfonso Caso” empezó a trabajar en un largo pliego de demandas: seguridad en los campus, aumento a sueldos de maestros, incluso la renuncia del doctor Graue, que en noviembre próximo cumple su primer cuatrienio. Podría ser el último.

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