Las cascadas

Sí, la repentina desaparición de la cascada principal de Agua Azul podría parecer a primera vista algo sin mucha importancia, pero no es así, ya que podría tratarse de algo muy profundo, un mensaje más claro de la acelerada destrucción del ambiente.

Obra de la naturaleza es ese oasis de Agua Azul, que ahora está amenazado por causas no precisadas todavía pero que deberían de llamar la atención de todos porque es (casi) inconcebible que aparentemente de la nada, de un momento a otro, se esfume una belleza natural de ese tipo.

La explicación de los propios pobladores de Agua Azul, que desde hace 41 años crearon el centro ecoturístico Cascadas de Agua Azul, a iniciativa del entonces gobernador Manuel Velasco Suárez, es que después del terremoto del 7 de septiembre pasado comenzaron a notar una disminución en el nivel de agua, porque la corriente arrastró un árbol y una pequeña isla que estaban al costado izquierdo del río, a la altura del sitio conocido como La Boquilla, creando un nuevo cauce, por donde ahora corre la mayor parte del agua.

Que aparentemente se trata de un hecho natural, dicen los pobladores que día a día conviven con esa zona. La explicación in situ es bastante convincente, pues son ellos los que han estado observando el desarrollo de este fenómeno.

Uno puede ver con su explicación, efectivamente, cómo al desaparecer la pequeña isla y el árbol en La Boquilla –el punto neurálgico de este dilema, por decirlo de alguna forma-  se formó un hueco, un desnivel que hizo que la corriente se fuera de ese lado, rompiera parte de un barranco y formara un nuevo cauce. Ahora el río forma una  “Y”, pero la  corriente está cargada del lado izquierdo.

Este dato es importante: El agua no desapareció sino que se reincorpora al río principal unos dos kilómetros más abajo. Lo que sí se observa es que el cauce anterior, por el que sigue bajando agua pero en menor cantidad –tal vez dos terceras partes menos—está azolvado.

Bien explicada, como lo hizo al autor de esta columna, Alberto López Urbina, presidente de la Sociedad Cooperativa de las Cascadas de Agua Azul, la situación queda bastante clara, pero para eso es necesario estar ahí y ver el escenario personalmente.

Realmente, la explicación parece lógica, tal y como ven las cosas los pobladores que son los que han convivido con la naturaleza en esa zona desde hace muchos años.

Independientemente de cómo los lugareños han analizado lo que pasó, es evidente que expertos habrán de investigar por qué desapareció la pequeña isla y con ella el árbol que estaba ahí.

Lo que aparentemente sucedió parece algo simple, pero no lo es si se toma en cuenta que ese hecho modificó un escenario natural de muchísimos años al desaparecer La Golondrina, la cascada principal (otras más están en peligro de secarse también si continúa descendido el nivel del agua).

Lo preocupante en parte es que los más de dos mil habitantes de Agua Azul y otros más de la zona podrían resultar afectados por la baja de ingresos que reciben por las entradas y la venta de artesanías, alimentos y otros productos, ya que se corre el riesgo de que disminuya la presencia de visitantes.

Además de estas consecuencias que afectarían directamente a quienes ahí habitan, lo más grave sería la desaparición de una belleza natural conocida a nivel mundial, de una parte del ambiente, de una parte de nosotros mismos.

Es probable que la situación haya sido provocada de algún modo por el terremoto como a primera instancia sospechan los habitantes de la zona, pero seguramente tiene que ver también de alguna forma con la acelerada deforestación no sólo en la región sino prácticamente en todos lados, la contaminación y otros factores que las autoridades correspondientes tendrán que investigar.

No es para menos. En Agua Azul se percibe desde hace unos días, un ambiente de tristeza, incredulidad, preocupación e incertidumbre porque no se sabe qué va a pasar y si este fenómeno aparentemente natural, fue consecuencia de algo mayor, explicable o no científicamente.

La preocupación también se asoma por el futuro del resto de cascadas ubicadas en ese sitio, pues si se incrementara la desviación del agua, podrían desaparecer como La Golondrina, donde por cierto, estaba la famosa poza llamada La Licuadora, en la cual han muerto ahogadas más de cien personas.

Algo extraño se siente en las cascadas, como una herida en el alma, un vacío, como si alguien se hubiera robado de repente un tesoro, un pedazo de naturaleza y lo hubiera desaparecido y con ello asesinado parte del futuro de la humanidad. No es exageración.

Nadie que de niño o de grande haya conocido ese hermoso lugar, podrá sentir paz interna al ver cómo de un momento a otro desapareció parte de esa belleza natural que ahora parece sin vida.

Otros que no han conocido las cascadas personalmente tal vez no percibirán el cambio cuando por el solo gusto conocer la zona o por curiosidad como muchos lo están haciendo, acudan para constatar la veracidad de lo que se dice en estos días.

Cuando se escucha decir con tristeza a uno de los pobladores: “Yo creo que son cosas de allá arriba”, mientras señala hacia el cielo, a más de alguno le dará por reflexionar si es un castigo o es algo natural. Un paréntesis: A toda la belleza natural hay que agregarle un hecho histórico: En ese sitio emblemático se reunieron hace unas cuatro décadas, el presidente de México, Luis Echeverría y su homólogo de Panamá, Omar Torrijos, según contó hace algunos años a esta Rotonda Pública, Jesús Agustín Velasco Siles; su padre era gobernador entonces.

Habrá que esperar semanas o meses para saber qué resultados obtienen los expertos que desde hace unos días han comenzado a analizar todas las posibilidades acerca del origen de esta desgracia natural.

Es importante que se sepa con certeza qué fue lo que pasó en las Cascadas de Agua Azul, porque de ello depende también en alguna medida el futuro de otros sitios similares si no se toman acciones que pudieran detener futuras desgracias naturales, si es que fuera el caso, pero sobre todo para que se conozca la verdad. Fin.