Cuatro meses

Mientras a nivel nacional crece la crispación político-electoral por la disputa de la presidencia de la República aun cuando ni siquiera han comenzado formalmente las campañas, en Chiapas se percibe desde hace unos días un ambiente de un cierto impase, pues al parecer los actores políticos están a la espera de definiciones, cuando quedan cuatro meses para las elecciones.

La confrontación entre el abanderado de la coalición Por México al Frente, formada por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), y el candidato de la coalición Todos por México, integrada por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Nueva Alianza (Panal) y Verde Ecologista de México (PVEM), José Antonio Meade-gobierno federal o al revés, escala día con día, aparentemente para definir el segundo lugar en la contienda, ya que Andrés Manuel López Obrador continúa de puntero.

Da la impresión de que el aparato del régimen ha enfocado sus baterías en esta etapa en contra de Anaya, que tiene mucha cola que le pisen y por lo tanto él y miembros de su equipo cercano son vulnerable a acciones judiciales, a pesar de sus bravuconadas y las de Diego Fernández de Cevallos, experto en tráfico de influencias, por decir lo menos.

No se trata, desde luego, como dice Anaya, de una guerra sucia porque las acusaciones en su contra parecen estar sustentadas, no inventadas, aunque a esas alturas podrá acordarse una salida política si así conviene a los intereses de las partes que representan lo mismo.

No faltan algunos mal pensados que creen que la supuesta “embestida” en contra del niño panista que se ha enriquecido de manera poco clara, no es más que parte de una estrategia para victimizarlo y tratar de que suba un poco en las preferencias, ya que nomás no levanta, pero tampoco Meade.

Si las acciones en su contra tienen propósitos mediáticos pronto se sabrá, pero también si el pleito es real y forma parte de la disputa encarnizada por Los Pinos.

En ambos casos se ha especulado sobre la posibilidad de que pudieran ser sustituidos por otros candidatos, pero a estas alturas pareciera demasiado tarde, aunque existe el precedente de que Ernesto Zedillo entró al quite después del 23 de marzo cuando fue asesinado Luis Donaldo Colosio.

En medio de la confrontación político-electoral actual en el país y al iniciar este mes, algunos tienen presente los idus de marzo que en ocasiones traen sorpresas tristes, desagradables. Ya estamos en marzo.

Sea cual sea el desenlace de esta real o fingida pelea entre los panistas y los priístas, la oligarquía de este país tiene cuatro meses para tratar de parar al puntero que por ahora navega en aguas tranquilas, aunque de seguro ya le tienen preparado el montaje mortal al estilo “un peligro para México” para la etapa final, con la finalidad de que no gane las elecciones.

Lo deseable es que la confrontación no pase de las declaraciones y/o de acciones judiciales porque a nadie conviene que la violencia política se abra paso en medio durante el proceso electoral.

Ya es preocupante el número de candidatos a alcaldes que han sido asesinados en los días recientes en algunos estados del país porque vienen a la mente los recuerdos de los simpatizantes de Cuauhtémoc Cárdenas muertos de manera violenta en los días previos a las elecciones de 1988 para causar miedo entre los votantes.

En Chiapas, mientras tanto, se respira desde hace unos días cierta tranquilidad porque no ha habido declaraciones ni acciones de los dos actores principales de esta telenovela: Los comitecos Roberto Albores Gleason y Eduardo Ramírez Aguilar, del PRI y del PVEM, respectivamente, que se disputan la candidatura en la coalición o separados.

Como que las cosas se han apaciguada un poco, sin que se sepa si del centro del país hayan intervenido para llamarlos a que se calmen, si están en pláticas para posibles acuerdos o si están a la espera de otro tipo de definiciones.

Por lo pronto hay algunas señales, ya que han comenzado a ser cambiados algunos delegados de dependencias federales en la entidad, lo que significa que el gobierno de la República pretende fortalecer a Albores Gleason mediante el control de los programas clientelares. El centro es el centro.

Lo cierto es que si no quieren dividir (más) a la sociedad, todos los actores tienen que poner algo de su parte para evitar que las elecciones de 1 de julio transcurran en un ambiente de confrontación social, aunque no se descarta que algunos estén provocando precisamente un escenario como ese.

Muchas personas advierten sobre un fantasma: Si como es previsible, Albores Gleason es candidato y Ramírez Aguilar aparece también en las boletas, habrá una confrontación directa de pronósticos reservados, no entre dos proyectos porque ambos presentan lo mismo, sino entre dos ambiciones que no sacarán a Chiapas del atraso en que se encuentra.

En medio de la disputa de las cúpulas, muchos alcaldes están en la incertidumbre y no saben todavía si podrán o no reelegirse, pues su futuro depende en parte de los arreglos a que lleguen sus jefes, padrinos y protectores en la esfera estatal.

Los del PVEM, por ejemplo, ¿seguirán a Ramírez Aguilar a donde vaya, ya sea en ese partido o en otro? Según la ley electoral, para ser reelectos, los presidentes municipales tienen que ser postulados por el mismo partido que los llevó al poder o en caso de haber ganado mediante una alianza por alguno de los que la integraron.

Muchos de ellos, o todos, fueron puestos o negociaron la candidatura con el aval de Ramírez Aguilar, pero ahora están en la disyuntiva de ser o no leales, de seguirlo o abandonarlo. Ya se verá en qué termina todo esto, a partir del 23 de marzo cuando estén registrados todos los candidatos al gobierno de Chiapas. Fin.