¿Dónde están?

Hace todavía 40 o 50 años cuando muchos gobernantes trabajaban sin cobrar salario o los sueldos eran simbólicos, pocos se habrán puesto a reflexionar en lo difícil que algún día sería encontrar a políticos y gobernantes más o menos decentes, capaces, honestos, con sentido común y sobre todo, con deseos reales de servir a la población y que no buscaran desesperadamente un cargo para hacerse ricos o pagar sus deudas.

A menos de cuatro meses de las elecciones, mucha gente pregunta con ansiedad quiénes serán los candidatos a la gubernatura, a las alcaldías y a las diputaciones locales.

Preocupados por tratar de ofrecer opciones diferentes a la población en las elecciones del 1 de julio, algunos políticos de alto nivel estatal están interesados en escuchar propuestas de personas honestas que quieran participar como candidatos a la alcaldía de San Cristóbal de Las Casas.

La verdad es que cuando uno trata de pensar en nombres que pudieran y quisieran participar con el interés único de servir a los habitantes del municipio, no aparecen y en cambio se ve en el escenario a los mismos que han estado participando desde hace años.

Desde que la política se pervirtió y el dinero se volvió el dios de los políticos y de muchas personas; desde que los valores y principios se fueron esfumando, los puestos de elección popular se compran con millones de pesos que luego son recuperados, sobre en las gubernaturas y las alcaldías.

A diferencia de hace medio siglo, por ejemplo, el problema ahora es que en las presidencias municipales hay mucho dinero público que en lugar de utilizar para obras y servicios, los gobernantes usan para enriquecerse.

Para empezar, hacen negocio con las obras utilizando constructoras con presta nombre o de amigos que les dan el 10, el 20 o quién sabe qué porcentaje, que, tratándose de millones de pesos, lo que se embolsan en tres años son millones también.

Muchas de las obras en los tiempos actuales se reducen a pavimentación de calles porque ahí está el negocio con las constructoras. ¿Cuántas obras importantes de verdad se han construido en San Cristóbal, por ejemplo, en los últimos trienios por las que puedan ser recordados los ahora expresidentes municipales? Ninguna. Ni siquiera un nuevo rastro municipal ni la planta de tratamiento de aguas residuales.

Uno de los problemas para evitar el desvío de dinero es que no existen controles para evitar la corrupción, la robadera, ya que el famoso Órgano de Fiscalización Superior, por ejemplo, está lejos de cumplir la función para la que fue creado, pues muchas veces actúa por consigna política o simplemente para obtener dinero que luego se reparten los gobernantes en turno.

Qué difícil es en estos tiempos, la verdad, encontrar a una persona que tenga interés en participar en las elecciones con el fin primordial de servir y no de servirse.

¿Dónde están esas personas, hombres y mujeres, que en verdad quieran servir a la gente sin el interés de hacer dinero? ¿Por qué antes los había y hoy no?

Para empezar, las personas decentes, honorables y con buena reputación prefieren no involucrase para no mancharse o no están dispuestas a gastar 15 millones de pesos para ganar-comprar la alcaldía. Otra cosa: por muy buenas intenciones que algunos tengan para hacer las cosas de manera diferente simplemente se topan con pared porque la corrupción está por todos lados y no pueden avanzar si no le entran al juego de los negocios sucios.

Así de complicada está la situación, por lo que quienes tienen el genuino interés de buscar candidatos honorables y decentes tendrán que buscar con lupa porque simplemente ese tipo de personas han desaparecido.

Picotazos

Hablando de la coyuntura electoral, qué relajo se ha armado en el partido Morena en San Cristóbal, y en otros lugares, por la disputa de las candidaturas. Varios morenistas que han trabajado por el partido en los últimos años tienen razón en protestar porque desde arriba pretenden imponer a personas impulsadas por sus padrinos o familiares con poder, sin mayor compromiso más que beneficiarse personalmente. Es cierto, nadie es dueño de un partido, pero los altos dirigentes deben de privilegiar el trabajo de las personas que tienen un trabajo político y que además son honestas, no a quienes recién se han integrado sólo para obtener una candidatura… Para recordar: Ayer 12 de marzo se cumplieron 37 años de la llegada a San Cristóbal del autor de esta Rotonda Pública. El 10 de marzo de 1981 salí de El Salvador junto con mis primos Jacob y Noé Henríquez. Lo único que traíamos, además de un pasaporte, una visa, una pequeña maleta y mil dólares cada uno (el cambio estaba entonces a 24 pesos), era un costal de ilusiones y de sueños que con el paso de los años se fueron haciendo realidad superando las expectativas. El destino nos trajo a San Cristóbal de Las Casas, una de las ciudades más hermosas de este nuestro México querido, que ahora nos duele en el alma por todo lo que sufre. Sí, dije “nuestro México”, porque parafraseando a Chavela Vargas, que nació en Costa Rica y luego se naturalizó también, “los mexicanos nacemos donde se nos da la gana”. Al llegar el 12 de marzo de 1981 nos encontramos con otra cultura, otra gastronomía, otra moneda, otro acento al hablar -digan que son de Veracruz, nos sugerían al principio los primeros amigos/conocidos-, otro clima, otras lenguas (tzotzil, tzeltal). En fin, casi otro mundo, aunque poco a poco nos dimos cuenta de que en realidad somos iguales los chiapanecos con los salvadoreños porque estas tierras están más integradas geográfica y culturalmente a Centro América que al centro y al norte de México. A los 18 años de edad no podíamos tener sino sólo el deseo de huir de la guerra civil y tratar de encontrar un trabajo y seguridad, pues ser joven en El Salvador en esa época era ya un riesgo en muchos sentidos, empezando por el reclutamiento por la guerrilla o el Ejército. “Está bien que cuando uno de la familia se vaya del país para que cuente cómo éramos”, dijo mi madre Evangelina Tobar Serrano cuando supo que viajaría a México, lo que ahora me enchina el cuero. Encontrar trabajo y formar una familia como la que tenemos, además de muchos amigos y amigas, no tiene precio y en lo personal no lo cambiaría por los miles de dólares que pudiera haber ganado en la tierra del imperio yanqui, a donde, por cierto, era muy fácil llegar en esa época. Fin.