Debate

Aunque son un ejercicio saludable, pareciera que los debates entre candidatos a puestos de elección popular, sobre todo a la presidencia de la República y a las gubernaturas, se convierten cada vez más en parte del morbo de la población.

Como que muchas personas, sobre todo cuyos candidatos no aparecen en los primeros lugares de las encuestas, esperan que con estos ejercicios se posicionen por arte de magia, cuando para ello sería necesario que sus contrincantes cometieran errores graves en sus exposiciones, lo que pocas veces sucede.

Una elección no se gana con un debate, si no con un conjunto de errores de los adversarios y aciertos propios, por lo que esperar que saliendo del debate se convertirán en punteros y ganadores es falso; para triunfar se necesita, sobre todo, dinero y estructuras, lo que no todos los abanderados ni partidos políticos tienen.

Si nos atenemos a las propuestas, al conocimiento de los problemas y sus posibles soluciones y a la seguridad con que fueron expuestos los planteamientos, entre otros puntos, podría decirse que quien tiene más merecimientos para declararse ganador del debate del domingo pasado entre los aspirantes la gubernatura del estado, es José Antonio Aguilar Bodegas.

Ese es otro problema: Todos los participantes en los debates se declaran ganadores, aunque para la opinión pública hayan quedado en el último lugar.

Ahora, si las calificaciones fueran para el que lució más folklórico, ignorante de muchas cosas, más chistoso y hasta de hablado más popular, tendría que ser Jesús Alejo Orantes, quien dijo ser un “independiente genuino”, como si no hasta hace poco hubiera militado en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que lo hizo dos veces diputado local y al amparo del cual ha hecho parte de su fortuna. El del eslogan “la luz de los pobres”, parecía caminar a ciegas por momentos.

Aguilar Bodegas, postulado por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), pareció el más serio en sus planteamientos y en cuanto al conocimiento de la problemática del estado, como resultado de los años que lleva en la política y de los numerosos cargos que ha desempeñado.

Una de sus debilidades, cuando menos así se ve desde afuera en este momento, es que para la consecución de votos finca su fortaleza en muchos amigos, conocidos y grupos que ha ido formando a lo largo de su amplia carrera política, pero no con estructuras tan sólidas para ganar, pues los partidos que lo abanderan tampoco las tienen.

El priísta Roberto Albores Gleason no se salió del guión, con algunas propuestas que no parecen tan viables de concretar, con un conocimiento no muy basto para las soluciones, porque, además, no tiene tanta experiencia en la administración pública por su misma juventud.

Sus esperanzas de ganar están fincadas en la estructura del dinosaurio priísta y en las grandes cantidades de dinero que derrochará el día de la elección para comprar votos.

Rutilio Escandón Cadenas, de Morena, Partido del Trabajo y Encuentro Social, depende en gran medida del voto del candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, más que del suyo propio. Sus propuestas tampoco terminan de convencer y si quiere crecer tiene que romper con el ejecutivo estatal, lo cual no se ve muy factible.

A estas alturas, cuando falta mes y medio para las votaciones del 1 de julio, no es tan fácil detectar quién es el verdadero candidato del gobernador en esta elección, pues cuando menos dos de ellos formaron parte del gabinete.

Hasta la fecha, ninguno se ha deslindado abierta y públicamente del mandatario estatal, aunque lo hagan en privado. Es posible que quien aparezca como opositor pueda ganar más votos por el natural desgaste de la actual administración que arrastra con muchos pendientes y problemas no resueltos.

Podría decirse que Orantes le puso un toque de comedia al debate, pero más allá de decirles a sus contrincantes algunas verdades que aplican también para él como cacique y funcionario beneficiario de la corrupción, no ofreció mayor conocimiento para la solución de los múltiples problemas que existen en la entidad.

Ninguno de los candidatos hizo alguna propuesta que en verdad pudiera cambiar radicalmente las condiciones del estado, porque, además, mucho depende del presupuesto federal y ese tiene que negociarse con el Congreso de la Unión y con el presidente de la República en turno.

Inclusive, al final del debate, muchas personas se quedaron desencantadas y con la sensación de que no tienen por quién votar, de que fue un “show”, ya que no se sienten representadas por ninguno de los cuatro -ninguna mujer, por cierto- que aparecerán en las boletas.

Si bien es cierto que desde la noche del domingo y este lunes el tema en las calles y en general en sitios públicos y privados ha sido el debate, podría decirse que poco o nada cambiarán las cosas para los candidatos y menos para los ciudadanos.

Los abanderados seguirán con su campaña política, repitiendo lo que han venido diciendo y dijeron en el debate, y muchos ciudadanos estarán esperando que llegue el día de las votaciones para ver qué o cuánto de dinero les darán por cada sufragio, porque ahora en esta “democracia” mexicana, así funcionan las cosas, desgraciadamente.

Ahora habrá que esperar el siguiente debate para saber si los candidatos que aspiran a gobernar la entidad presentan nuevas propuestas que convenzan a los votantes, porque en el de este domingo no fueron muy convincentes, o será tal vez que en general, sus planteamientos son ya de algún modo públicos y no impactaron entre la población.

Algo que hay que destacar es que no pocos niños y niñas vieron el debate, lo que contribuirá a que desde su corta edad se vayan formando una idea de este tipo de ejercicios. Sí, es cierto que también se divirtieron con algunas ocurrencias, sobre todo de Orantes. Fin.