Muerte en la Mactumatzá

No obstante que ya pasaron varios días, un halo de misterio envuelve la muerte del joven José Luis Hernández Espinosa, de 19 años de edad, originario de Venustiano Carranza, quien perdió la vida por causas aún no determinadas, luego de su ingreso a la Escuela Normal Rural Mactumatzá, ubicada en Tuxtla Gutiérrez.

Existe mucho hermetismo en torno al caso y por lo mismo la información con la que se cuenta es poca a pesar de que ya pasó una semana. Mientras, la preocupación y la indignación crecen, debido a que existe la percepción de que se trató de una muerte absurda, valga el término.

El mismo hermetismo y la falta de información confiable ha ocasionado que se especule más de la cuente sobre este caso que ha impactado a la sociedad, principalmente al magisterio y al estudiantado.

Seguramente conforme las autoridades de procuración de justicia vayan investigando y llamando a declarar a los involucrados se irán aclarando muchas cosas hasta llegar a la verdad, pero por lo pronto la indagatoria va poco a poco, porque, además, el asunto es muy espinoso por tratarse de la Mactumatzá, de larga historia en el normalismo, no sólo de Chiapas.

De acuerdo con fuentes gubernamentales, el director de Escuela, Conrado Borraz de León, acudió a declarar ayer por la mañana ante la Fiscalía General del Estado (FGE), lo que puede contribuir a esclarecer los hechos.

La declaración de los jóvenes Ulises Jiménez de la Cruz y Sergio Jesús Ballinas Zambrano, quienes se encuentran hospitalizados y ojalá salven la vida, es clave en este caso.

Pero también es necesario que lo hagan los estudiantes que estaban de guardia cuando sucedieron los lamentables acontecimientos y/o que el tema se abra a la prensa para que se sepa qué fue lo que pasó. Si quienes estaban a cargo del resguardo de las instalaciones y del cuidado de los jóvenes de nuevo ingreso tienen alguna responsabilidad que la asuman y punto, y si se trató de un accidente, también que se haga constar.

Lo que en gran parte ha contribuido a generar confusión es que los padres de la víctima no permitieron que se le practicara la necropsia correspondiente al cadáver. El resultado de este requisito es indispensable para tener las pruebas y saber con certeza las causas del fallecimiento.

Por ello, es necesario que la familia permita la exhumación del cuerpo, como parte de las investigaciones, pero habrá que ver si accede, porque es de condición humilde y uno de los comentarios que se le ha escuchado es que dejará el asunto en “manos de Dios”. Se sabe también que en algún momento, después del sepelio, uno de los parientes de José Luis planteó la posibilidad de que se les indemnice con 120 mil pesos, lo que ha metido en una dinámica de discusión a los padres de familia y comuneros que pugnan porque los responsables sean castigados y los que de algún modo estarían de acuerdo en que las cosas se queden como están.

La falta de información veraz ha hecho en principio que la opinión pública se quede con la versión de que el joven pudo haber muerto por golpes. Otra versión, la oficial, apunta a que se trató de un asunto de deshidratación por la falta de consumo de agua mientras realizaban trabajos físicos pesados en medio de un calor muy fuerte. Es necesario decir que el joven murió en el hospital.

Se sabe también, y no es secreto porque muchos egresados lo cuentan, que antes de comience el ciclo escolar, los alumnos de nuevo ingreso son sometidos a actividades “formativas” como parte de las actividades que podrían considerarse “novatada”, es decir, una forma de introducirlos a la particular manera de educarlos.

Existen -¿o existían?- por los menos tres áreas de “formación” durante los días previos al inicio del ciclo: Formación política e ideológica  con cursos y talleres sobre marxismo, historia de México, etcétera; actividades de chaporreo y limpieza de los terrenos de la escuela, y la cocina, que tiene que ver con la limpieza de esa área y de la recolección de alimentos en mercados, entre otros sitios. Aparte está el tema de la rapada a los alumnos de nuevo ingreso, que no va más allá de la pérdida del cabello.

Lo anterior se hacía hace muchos años, según cuentan maestros egresados que ahora son dirigentes magisteriales que luchan en contra del sistema, fieles a la formación que recibieron. Habrá que ver si se mantienen estas prácticas o si han evolucionado en algún sentido.

Lo cierto es que el tema de la muerte del joven de Venustiano Carranza servirá desgraciadamente para que quienes siempre han estado en contra del proyecto educativo de la Mactumatzá se rasguen las vestiduras y comiencen a presionar para que se cierre ese espacio, que, es cierto, ha ido perdiendo los objetivos que le dieron origen y la mantuvieron durante muchos años formando a muchos maestros con conciencia social.

Las disputas entre corrientes del magisterio no se harán esperar porque también es cierto que de alguna forma esa normal se ha convertido en botín y coto de poder de más de algún dirigente magisterial.

La muerte de José Luis provocará indudablemente divisiones como ya ha ocurrido en Venustiano Carranza, donde un grupo de comuneros de la Casa del Pueblo afín con lo que se conoce como el charrismo, se pronunció en días pasados por el cierre de la institución, en contra de la opinión de otro grupo considerado progresista que pugna por su permanencia como un espacio importante para la profesionalización de los hijos e hijas de los campesinos.

Lo cierto es que después de este lamentable caso, será necesario que maestros, estudiantes, padres de familia y autoridades revisen y evalúen si es necesario modificar algunas prácticas en la Mactumatzá para evitar que en el futuro ocurra otra desgracia que enlute a una familia que lo único que buscaba era que su hijo se preparara y fuera un profesionista, un maestro que enseñara sus conocimientos a niños y jóvenes. Fin.