Sembrar árboles, no odios

Como estaba programado, el Congreso del Estado entregó ayer la medalla Miguel Álvarez del Toro al exgobernador de Chiapas y exsecretario de Gobernación, Patrocinio González Garrido.

Como sucede muchas veces por tratarse de figuras públicas que han ocupado altos puestos en la política nacional, la decisión de la legislatura local no estuvo exenta de polémicas; muchos la aplaudieron y otros la cuestionaron porque se sintieron agraviados por las acciones del ex mandatario estatal durante su gestión.

Tal vez su designación como recipiendario de la presea llamó más la atención porque su hija Josefa González está propuesta para encabezar la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), durante el próximo gobierno que presidirá Andrés Manuel López Obrador.

La entrega de este tipo de reconocimientos genera muchas veces protestas de personas o grupos, ya sea por envidia, celos políticos o por razones justificadas.

Ya sucedió en meses pasados, por ejemplo, que la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), tuvo que suspender la ceremonia de entrega del doctorado honoris causa al secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, debido a protestas de la misma comunidad universitaria.

En esta ocasión no fue el caso y a pesar del anuncio de algunas protestas, finalmente se realizó sin incidentes la ceremonia en el Congreso del Estado, donde el exmandatario recibió la presea con la que se premia a las personas que han destacado por su cuidado al ambiente en la entidad.

Como todo gobernante, González Garrido tiene claroscuros, pues realizó acciones que merecieron el reconocimiento de importantes sectores de la entidad, pero también hubo otros que las reprobaron. A estos últimos los ha retado a debatir públicamente sus cuestionamientos.

Muchos recuerdan con claridad como algo positivo en su administración la aplicación del llamado estado de derecho para poner orden, lo que para otros fue ni más ni menos que “represión”.

En esa época se vivía una anarquía que, entre otras cosas, había provocado el incremento de la toma de tierras por organizaciones campesinas, lo que había aumentado también la confrontación entre propietarios e invasores, con el consecuente derramamiento de sangre en agravio de estos últimos.

Es cierto, durante su administración se privilegió el cuidado del ambiente con diferentes medidas legales que de algún modo contribuyeron a preservar los recursos naturales, aunque en el tema de derechos humanos recibió críticas.

Uno de los enfrentamientos más visibles y públicos fue con el entonces obispo de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Samuel Ruiz García, a quien siempre definió como su “amigo”, que a unos meses de iniciada la administración estatal sexenal creó el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, cuyas denuncias ahondarían la confrontación entre ambos.

La lucha política entre el gobernante y el obispo llegó hasta el grado de que en 1991 el primero mandó a encarcelar al sacerdote Joel Padrón González, entonces párroco de Simojovel, quien 49 días después fue liberado, debido a la presión de los católicos.

A pesar del enfrentamiento con Ruiz García, fallecido en 2011, su habilidad política y sus relaciones con el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, González Garrido fue nombrado en 1993, secretario de Gobernación, cargo que tuvo que dejar en enero del año siguiente, cuando surgió públicamente el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

De esta forma, Ruiz García, quien a partir de 1994 fungió como mediador entre la guerrilla zapatista y el Gobierno Federal, ganó la lucha política que ambos mantuvieron desde que González Garrido tomó posesión en lugar del general Absalón Castellanos Domínguez.

Es natural que la entrega de la medalla Miguel Álvarez del Toro haya suscitado cierto alboroto, pues para los ciudadanos en general, los gobernadores -más ahora que antes- aprovechan el cargo para enriquecerse a costa de las necesidades del pueblo, pues son unos verdaderos virreyes, sin que haya un control central que ponga orden.

Ningún mandatario estatal puede decir que no robó -mucho o poco- dinero del presupuesto público o que no agravió con sus acciones y decisiones a personas o sectores por venganza política, por rencor o por soberbia.

Unos a otros, los exgobernadores se acusan mutuamente de haberse enriquecido, de haber sido represores. Aparte está el juicio que la población tiene acerca de sus respectivas administraciones. Todas tienen algo de bueno y algo de malo. A veces la balanza se inclina más de un lado que de otro.

Quienes deciden la entrega de reconocimientos, como el Miguel Álvarez del Toro, deberían tal vez tomar en cuenta para el futuro que no se otorguen a exgobernadores que cobraron un salario elevado por desempeñar el cargo y estaban obligados a hacer un buen trabajo en todas las áreas de la administración.

Es probable que en los días siguientes se siga hablando de la entrega de la medalla a Patrocinio González Garrido y ojalá que eso sirviera no para que quede como chisme sino para que la gente haga conciencia de la necesidad de preservar los recursos naturales, porque con el tiempo su destrucción será la destrucción de la humanidad. Es decir, hay que aprovechar toda esa publicidad para que en lugar de que se siembren odios y discordias se siembren árboles y más árboles. FIN