Plagios, patrimonio, saberes.

El plagio de diseños de textiles indígenas en diversas regiones del país ha emergido como un nuevo tema que será objeto de debate y discusión intensos a partir de ahora y por lo tanto no podrá ser eludido por el nuevo gobierno.

Los plagios comenzaron a ser más frecuentes desde hace algunos años, pero últimamente se han incrementado, pero afortunadamente ha ido crecido también la conciencia de las comunidades indígenas y de sus pobladores, porque sus saberes se están yendo hacia otros lados, se los están apropiando empresas o personas que hacen negocio sin que a ellos les quede alguna ganancia.

Los diseños indígenas no son sólo dibujos o siluetas sin mucho sentido, sino que en ellos se encierran cientos o miles de años de cultura, de identidad de los pueblos originarios.

Hasta hace poco tiempo, el asunto de los plagios y la apropiación cultural se habían quedado prácticamente en la denuncia pública, pero a partir de algún tiempo para acá las comunidades afectadas han comenzado a presionar para que se legisle y se creen leyes, por lo que el siguiente paso tiene que caminar en ese sentido.

El tema es muy complejo y no debe de reducirse a eventuales regalías o ciertos pagos de quienes utilizan símbolos y elementos culturales con fines de comercialización como lo están haciendo algunas marcas, sobre todo de ropa. El asunto de fondo es cómo el Estado mexicano protege y preserva a través de leyes claras y precisas, todo el patrimonio tangible e intangible de los pueblos originarios.

A partir del debate que ya ha iniciado y del clamor de muchos pueblos originarios, tendrá que haber una amplia discusión sobre el tema y las comunidades deberán de llegar a los consensos necesarios para que el Congreso de la Unión legisle y de esa forma se proteja este patrimonio cultural ancestral.

Pero para ello tendrán los pueblos y comunidades que tener aliados que puedan ayudar a facilitar el trabajo y el acceso a las cámaras de legisladores, con el fin de que se agilicen los trámites, pues de lo contrario, pasarán años y difícilmente se hará una ley al respecto como la que se requiere.

Tendrán además que ponerse de acuerdo en qué tipo de ley quieren si es que se llega a concretar alguna iniciativa en el Congreso de la Unión, durante la actual legislatura.

La aparición de este tema en el escenario nacional con la intensidad con que está ocurriendo, coincide con la llegada del nuevo gobierno que pregona un cambio, por lo que pareciera que es la coyuntura ideal para que se creen los mecanismos legales para la preservación del patrimonio cultural.

Durante muchos años se ha pasado casi por alto el tema de la propiedad intelectual y del despojo de los saberes de los pueblos originarios, pero el avance inexorable del capitalismo salvaje que todo lo comercializa sin que las comunidades se beneficien en lo más mínimo, ha hecho a muchos reflexionar acerca de la urgencia de crear los mecanismos legales que lo protejan.

Para empezar, pareciera que los pueblos y comunidades están solos y que no hay instituciones del gobierno mexicano que intervengan para defender su patrimonio cultural, sus saberes ancestrales y su propiedad intelectual colectiva sobre diferentes rubros, como los textiles, uno de los más marcados tal vez.

El asunto es delicado porque, además, la cultura de los pueblos originarios está amenazada doblemente pues aparte del riesgo de los plagios con fines comerciales, muchas tradiciones como la de tejer se han ido perdiendo por diversas razones, como la migración de los pobladores indígenas hacia otras regiones de México o inclusive de otros países y por la falta de interés de los nativos por preservarla, entre otras.

El tema fue puesto en la mesa de manera importante la semana pasada en San Cristóbal de Las Casas por las asistentes al primer encuentro latinoamericano por la defensa del patrimonio cultural, saberes ancestrales, propiedad intelectual colectiva y territorios de los pueblos indígenas, que congregó a tejedoras de Argentina, Chile, Guatemala, Ecuador, Paraguay, Colombia y México.

Durante varios días las mujeres -tejedoras, artesanas, artistas- compartieron, dialogaron y reflexionaron sobre sus experiencias y técnicas tradicionales del tejido y alfarería, entre otros conocimientos, en cooperativas, así como la defensa de la propiedad intelectual colectiva de sus productos artesanales.

A partir de esas discusiones aumentó la exigencia al Estado mexicano de que se legisle para proteger sus saberes y evitar que culturas ajenas se las plagien, se las roben impunemente, por lo que el nuevo gobierno tendrá que hacer algo para dar respuesta a estas demandas. Las legisladoras, principalmente, tienen una responsabilidad que cumplir acompañando todo tipo de iniciativa que surja en este sentido.

Sí, tejer, por ejemplo, no es sólo tomar el hilo y bordar figuras, paisajes, animales, símbolos, etcétera, pues detrás de eso hay muchos, muchos años de conocimientos que a lo largo del tiempo han sido conservados de generación en generación. Así, las legisladoras que decidan acuerpar a los pueblos originarios en este camino, tendrán que tejer fino, ahora mejor aplicado que nunca, para la elaboración de leyes que protejan los saberes ancestrales de nuestros pueblos.

Hablando de tejer, pero en otro sentido, los jóvenes Miriam Nájera Pétriz y Julio Coutiño decidieron comenzar a tejer, a construir su propia historia el uno al lado del otro y por ello el pasado 8 de septiembre se unieron en matrimonio en San Cristóbal de Las Casas, en una hermosa velada bohemia que a los acordes de la música de Joaquín Sabina y de las canciones propias de una fiesta de ese tipo, congregó a familiares y amigos que de todo corazón les desean una eterna luna de miel y que por siempre sean muy felices. Fin.