Venezuela en la mira

Apoyado por gobiernos de tendencia derechista como el de Brasil, Estados Unidos encabeza una intentona de golpe de Estado en Venezuela, pero hasta ayer no había tenido éxito, pues, de acuerdo con la información disponible, el presidente Nicolás Maduro tiene el control y el respaldo de la cúpula militar, clave en un caso de estos.

Creyéndose dueño de los países, de sus recursos y hasta de sus habitantes, el gobierno de Estados Unidos ha encabezado el derrocamiento de muchos gobiernos desde hace muchos años o ha patrocinado guerras internas, cuyo costo humano con miles de muertos y destrucción material corre a cargo de los pobladores, pero las ganancias por la venta de armas al patrocinador.

Con la Cuba de Fidel Castro nunca pudo por más que intentó de todas formas, y hasta ahora no ha podido derrocar al gobierno de Venezuela, en parte porque en este último período había más gobiernos con alguna tendencia de izquierda como el de Luis Ignacio Lula Da Silva y Dila Rousseff en Brasil; de los Kirchner en Argentina y de Correa en Ecuador, pero ahora, con el cambio de ideología hará un intento más.

Ha habido siempre a lo largo de la historia, una persona, un pueblo, un país que quiere imponer su hegemonía sobre los demás para someter y para apropiarse de sus recursos. Estados Unidos ha jugado siempre ese papel.

El gobierno en turno de ese país, que se arroga el derecho de policía del mundo, pretende decidir cuál gobierno es bueno y cuál malo para quitar y poner a presidente títere que le sirvan en todo.

Para ello promueve golpes de Estado o provoca desestabilización política y social en los países a los que no controla o cuyos recursos son codiciados -como el petróleo de Venezuela-, a través de aliados de la derecha que se prestan como lacayos para servirle.

No le importa que en medio queden y muchas veces mueran miles de personas que quedan atrapadas en uno u otro bando o que haya destrucción material. Cuando en algunas elecciones, por ejemplo, existen fraudes los critica cuando los ganadores son de izquierda, pero los avala cuando son de la derecha.

Son varios los casos en los que ha intervenido para frenar gobiernos progresistas como en Guatemala en la década de los 50 o en Chile en los 70, por mencionar dos casos.

Uno de sus argumentos para intervenir directa o indirectamente en otras naciones es la violación de derechos humanos, pero lo que menos le importa al país de las barras y las estrellas es precisamente ese tema; lo que en verdad le interesa son los recursos y el control político. ¿En Estados Unidos no se violan derechos humanos?

A Venezuela lo trae en la mira desde hace varios años, pero no ha podido tumbar al gobierno, primero el que encabezó Hugo Chávez y ahora el de Nicolás Maduro.

La coyuntura parece ahora un poco más favorable para sus intereses, por el triunfo del derechista Jair Messias Bolsonero, presidente de Brasil desde el pasado 1 de enero, luego de derrocar prácticamente con el apoyo de Estados Unidos a Dila Rousseff y de impedir al expresidente Luis Ignacio Lula da Silva participar en los comicios.

Este y otros países de América se han alineado con Estados Unidos para desconocer sin más ni más a Maduro y respaldar al jefe de la Asamblea Nacional y opositor, Juan Guaidó como presidente encargado así porque sí, por sus pistolas.

Por lo pronto, se reportaron violentos disturbios y saqueos de comercios en algunas zonas de Caracas, lo que ha ocasionado enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, con resultado de varios muertos y heridos.

Los opositores a Maduro apuestan a desestabilizar el gobierno para debilitarlo y hacerlo caer, pero al parecer hasta ahora no han tenido el éxito que esperaban, pues el sucesor de Hugo Chávez tiene todavía el control.

Si bien la situación en Venezuela es complicada por su crisis económica y manifestaciones violentas, ningún país tiene derecho a decidir el futuro de otra nación soberana como pretende hacerlo Estados Unidos. ¿Por qué no deja que sean los ciudadanos los que decidan qué quieren?

La intentona golpista del gobierno gringo mantiene dividida a la comunidad internacional, ya que algunos países la apoyan abiertamente, otros están en contra y unos más prefieren no tomar partido.

Al respecto, México se ha hecho sentir y como antaño lo hacían los gobiernos nacionalistas priístas, insiste en la no intervención, respetando la Constitución. Un gobierno panista ya habría reconocido a Juan Guaidó como presidente de Venezuela porque los intereses y la ideología (del dinero, claro) estarían por encima de todo.

Afortunadamente, el nuevo gobierno ha retomado los principios constitucionales que tanto reconocimiento mundial le dieron en materia diplomática y lo hicieron fuerte y respetable hace algunas décadas. La Constitución es clara: No intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias y respeto a los derechos humanos.

Habrá que ver si más adelante Estados Unidos no toma represalias por esta postura asumida por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pero más vale que desde ahora el país se defina en este tipo de conflictos y marque una línea clara a seguir, con lo cual recuperará el respeto perdido en los últimos cuatro sexenios. Es posible que la postura de México, junto a países como Uruguay, ayude en buena medida a que las cosas en Venezuela tomen otro cause.

La película de Venezuela ya la hemos visto en otros países, y no siempre Estados Unidos logra su objetivo, por lo que en este caso está por verse hasta dónde llega, pues seguramente no descarta una intervención militar. Fin.