Veracruz: más sangre

Por más que haya cambiado de gobernador y de partido en el poder, en Veracruz continúa incontenible la violencia en contra de los periodistas, pues el pasado domingo fue asesinado el comunicador Ricardo Monlui Cabrera, propietario y director del portal El Político y editor de la columna Crisol de El Sol de Córdoba.  

El periodista se convierte así en la primera víctima mortal del actual gobernador panista, Miguel Angel Yunes Linares, quien tomó posesión del cargo apenas en diciembre pasado.

De acuerdo con diversas cifras, el número de asesinatos en esa entidad del sur del país es escandaloso, ya que en los dos recientes sexenios, de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, han sido asesinados 24 periodistas y fotógrafos. Dos de ellos fueron asesinados fuera de la entidad, pero por el trabajo que desempeñaban en el estado. Lo anterior sin contar con que existen ocho reporteros desaparecidos y varios en el exilio.

Todos estos datos corroboran que en Veracruz se vive una situación de alarmante riesgo para el ejercicio del periodismo. Algunos tal vez pensaban que el solo cambio de mandatario y de partido podría mejorar las cosas, pero ya se está viendo que no porque no es cuestión de partidos ni de personas sino de la terrible corrupción y de la descomposición que se vive en general en país, en unos estados más y en otros menos.

Y como ha sido en muchas ocasiones, los asesinos ni siquiera se esconden o buscan horarios que los protejan con la oscuridad, pues en el caso del domingo pasado, el homicidio se cometió por la mañana, cuando el comunicador salía con su familia de desayunar de un restaurante ubicado en el municipio de Yanga. Es decir, los crímenes se cometen a plena luz del día como si nada.

Es de suponerse el temor y la zozobra diarios en medio de los cuales los comunicadores tienen que trabajar día a día, sabiendo que las autoridades en sus tres niveles han sido incapaces de garantizar la libertad de prensa como marca la Constitución.

Lo más triste en la mayoría de los casos, es que estos crímenes quedan impunes por lo que lo más probable es que continúen ocurriendo sin que nadie los pueda frenar.

Pero en Veracruz no sólo es la violencia en contra de los periodistas, sino que se ha desatado de manera más general, como lo comprueba el hecho de que la semana pasada fue descubierto un cementerio clandestino con más de 250 cadáveres.

De verdad parece increíble que hayan sido enterrados tantos cuerpos de manera clandestina sin que las autoridades no se dieran cuenta. Claro, sólo hay una explicación lógica: la complicidad, por decir lo menos.

Veracruz se ha convertido desde hace algunos años no sólo el cementerio para los habitantes de esa región y de otras partes del país que han llegado a la entidad, sino para decenas de migrantes centroamericanos que han tenido la desgracia de caer en manos de los grupos del crimen organizado.

Dada la magnitud de los asesinatos e inhumaciones clandestinas ocurridas en ese estado, las autoridades federales deberían emprender acciones efectivas para localizar los cuerpos enterrados en diversos puntos, tanto de mexicanos como de extranjeros.

Pero sobre todo, sobre todo, deben de echar andar acciones de seguridad encaminadas a proteger la integridad de las personas para evitar que sigan los crímenes de manera incontenible como hasta ahora.

Picotazos

Una vez que el papa Francisco ha decidido que el obispo coadjutor de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, Enrique Díaz Diaz, no será el sucesor de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, muchos se preguntan si la estructura pastoral diocesana cuenta con bases sólidas para la continuidad del trabajo iniciado por el extingo tatik Samuel Ruiz García y continuada por los dos actuales obispos. Es cierto, existe la organización llamada Pueblo Creyente, que aglutina a muchos católicos, además de la presencia de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos, pero la prueba será cuando llegue el nuevo obispo, una vez que haya sido aceptada la renuncia de Arizmendi Esquivel. A propósito, el siguiente titular de la diócesis podría ser alguien que ocupa el cargo en una entidad colindante con Chiapas. Habrá que esperar… El Museo de San Cristóbal (Musac), que funciona en el (ex) palacio municipal y al que algunos grupos se oponen, tuvo dos actividades culturales sobresalientes el pasado fin de semana. Por un lado, el viernes se presentaron más de 250 músicos del Ejército Mexicano pertenecientes a cinco bandas de música militares de igual número de estados del sur de país. El parque de los Arcos o de los Héroes como se le conoce, en la parte posterior del edificio, estuvo abarrotado. Y el sábado se presentó la Orquesta y Coro Esperanza Azteca, igualmente con mucho éxito. A cada uno de estos conciertos asistieron más de mil personas de todos los estratos sociales que disfrutaron de la música. Estas actividades le han venido a dar vida al espacio que, por cierto,  ha quedado muy bonito. Y qué bueno que a ningún funcionario estatal le ha ganado la tentación de venir a “lucirse” porque con ello echaría a perder todo, ya que lo que menos quiere a gente es que vengan a tratar de pararse el cuello. Lo mejor es que es espacio continúa como hasta ahora, un poco ciudadano por decirlo de alguna forma. Es seguro que conforme se vayan realizando más actividades culturales, la gente apreciará más ese sitio… Parece que estalló la rebelión priísta en contra del  dirigente estatal Roberto Albores Gleason, quien a pesar de que desde hace un año con siete meses concluyó su período, no ha gestionado la emisión de la convocatoria correspondiente para la renovación del Comité Directivo Estatal. Con razón, muchos priístas, entre ellos Sergio Lobato y Roberto Domínguez Cortés, han comenzado a moverse para tratar de presionar al dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, que ya emita la convocatoria correspondiente. A ver si les hace caso porque Albores Gleason ya se siente el candidato a la gubernatura en las elecciones del próximo año. Fin.