It 2: regresará el payaso y te volverá a cargar

1. Y pronto. Ve a esconderte. Corre. Muere de miedo antes de que te asesine luego de torturarte con procedimientos de los cuales Sade, el Divino Marqués, se avergonzaría. Y a saber lo que haga con tu cuerpo luego de que ya no sientas dolor —créeme, viene el día en que implorarás no sufrirlo más—. Pero si lo sé yo, bueno, no yo sino el personaje que aquí firma como «El escribidor» sabe lo que el payaso grande haría porque ha visto lo que se hace en esos mundos, entonces tú puedes imaginarlo. ¿No me crees? Lee publicaciones periódicas especializadas, infórmate, estudia un poco, anda. Y, si quieres, lee a Stephen King en su novela It, Eso, ya clásica por cierto. Aunque se me hace que vas tarde, pillín, y conste que ya lo mencionamos por estos lares hace uno o dos años. Mucho antro y mucho perreo (del real o del imaginario) y muy poquitos libros leídos en el primer cuatrimestre de 2019, ¿eh? No pasa nada, salvo que en un mundo pletórico de inasibles demonios a quien mejor le va en la feria es al que sabe reconocerlos. Y nadie nace sabiendo.

2. Calma, estamos leyendo tranquilos… Ya viene It 2, que no es un invento de sus creadores sino la misma novela de King que fue dividida en dos partes, alterada en su ritmo temporal para adecuarla con mayor eficacia y hasta cierta sencillez al lenguaje cinematográfico. Y con esa proyección que verán millones se reactivará el miedo a los payasos. Mmm… Sí, es de risa, pero si lo pensamos un poco, es una fobia como todas. Y las fobias están adentro, allá en el inconsciente con el cual no tenemos comunicación en la vigilia. Claro, hay pastillas por aquí y capsulitas por allá que auxilian a dejar de sufrir por un rechazo patológico, pero el rechazo ahí está, con su nariz roja, su sonrisa mucho más amplia de lo normal y con un brillo en los ojos sólo propio de quien se ha metido en vena unos microgramos de ciertas muy caras sustancias o bien porque tiene un cerebro de payaso asesino: empático, seductor, astuto, veloz cual la luz, ubicuo, casi inatrapable. Mortal.

3. A ver, calma. Vivimos en un país en donde las autoridades permiten que cuando un sujeto dispara a pleno sol, en el mero centro de una ciudad sobre ciudadanos desarmados, haya otro miserable que se aproxime a uno de los caídos, herido, con vida aún, y le robe el celular y la cartera. Ahí están los videos, constátelo usted, y llore del coraje: nadie ataja al ladrón, un sujeto de a pie, un pobre güey que es nadie y es todos al mismo tiempo. Yo sé que no le saca. Y le voy a explicar, si me permite: dijeron infinidad de personas que luego de una hora de los asesinatos en Cuernavaca tomaban al lado de la sangre seca, con placidez, una nieve y caminaban con sus hijos y reían y compraban globos: «Es lo de siempre. Uno oye siempre balazos que en tal colonia o por el otro lado y en las noticias. Muertos, heridos, gente. Aquí así es». Vivir en un clima de violencia ciertamente genera en muchas personas una reducción del temor social debido a que se volvió cotidiano. Pero eso es distinto a los medios internos porque estos dañan directamente y nadie se habitúa a ellos por la sola reiteración o porque la desgracia cayó en el departamento de al lado y no en el propio.

4. La cinta, que se estrenará en verano, carece de cualquier desperdicio: además de que se apega así sea asincrónicamente a la novela Eso, añada usted las actuaciones de James McAvoy, Bill Hader, Jessica Chastain y Jay Ryan más la otra parte del reparto conformada por los niños que vimos en la primera parte. Dirigida por Andrés Muschietti, como la primera, nos garantiza una narrativa visual clara y una fotografía que echa mano de los movimientos de cámara precisos sin caer en ningún exceso de que lastime a la historia.

Claro, no es posible dejar sin mención al extraordinario Bill Skarsgård, cuya transformación en el payaso Pennywise con seguridad se acerca mucho a algunas de las imágenes mentales que se crea el lector de la novela.

5. Qué clase de maldito es Skarsgård, y no únicamente por el maquillaje desde luego plausible, sino por el entrenamiento de la musculatura facial que tuvo que hacer para transformarse poco a poco durante un sólo diálogo en un tipo gentil, si bien muy sospechoso, a un animal que vive de la caza que ha obtenido la presa del día y de ahí a las varias expresiones de satisfacción absolutamente depravada que ya nada tiene que ver con las necesidades básicas de un ser vivo y que se regodea no con el sabor de la carne fresca, sino con la idea de los placeres innombrables que aquella caza habrá de proporcionarle. Todo ello, querido lector, hasta un segundo antes de que entren en función los efectos especiales que se justifican a plenitud para ofrecerle al espectador cinéfilo el testimonio de que eso que mira vive en este mundo pero al mismo tiempo no es humano. Pongámosle una pizca de sabor extra que la vida le dio al actor, la ambliopía: sus ojos no miran al mismo tiempo, al mismo lugar sino que su rango es casi camaleónico. Una joya el Skarsgård.

6. Si ve usted a una persona herida, no se aproxime si no quiere, pero pida ayuda así sea de un teléfono público. Y si ve a un par de globos rojos abandonados, pero muy atractivos, recuerde que Pennywise y su repertorio de torturas de todo tipo están al final del cordón.