El pasado viernes 27 de abril tuvo lugar el llamado “Logro inmortal”: La reunión entre el líder norcoreano Kim Jong un, y el presidente surcoreano Moon Jae-in. Ahí se tocó el tema de trabajar por el verdadero fin de la permanente guerra entre las dos Coreas.

Aunque no existieron anuncios concretos acerca del desarme nuclear, la imagen valió más que eso. Kim Jong y Moon Jae-in dejaron atrás los eventos del pasado, e incurrieron en esta trascendental acción.

Después de que una guerra legitima era casi inminente, todo cambió cuando se tomaron de la mano y caminaron sobre la frontera que divide a las Coreas.

Una fotografía que era impensable en esta época, donde los conflictos y las divisiones son parte de nuestro día a día, abrió paso a un futuro brillante donde las décadas de conflictos y roces pueden quedar atrás.

Mientras el mundo observó cómo las Coreas forjaban la oportunidad de buscar la paz salió un viejo conocido, el presidente de los Estados Unidos. Donald Trump anunció un día después que se reuniría con el líder norcoreano Kim Jong, “en las próximas tres o cuatro semanas“, afirmó en un discurso en Michigan ante sus simpatizantes donde también mencionó la importancia de la desnuclearización de la península de Corea.

Cabe destacar que la reunión entre Donald Trump y Kim Jong sería la primera entre Estados Unidos y Corea del Norte. Una reunión que para muchos es solo una oportunidad para Trump, un momento para afianzarse del logro de los mandatarios coreanos. Un destello para su credibilidad política que ha ido perdiendo fuerza desde que tomó el poder.

Éste, su último intento después de la guerra verbal que sostuvo con el mandatario norcoreano en los meses pasados. La oportunidad de lograr algo tangible en su gobierno, y lo hace a costillas del “logro inmortal” donde él no tuvo nada que ver.