Ucrania está en el centro de las noticias nuevamente. Hubo un incidente detonante esta semana, pero hay también razones de fondo. El incidente que refiero ocurrió en el Mar de Azov, en un estrecho que conecta por mar la península de Crimea con el territorio ruso. El incidente se suscitó cuando tres barcos de guerra ucranianos cruzaban ese paso. Buques de la guardia costera rusa abrieron fuego contra ellos. Capturaron a 24 marinos ucranianos, hiriendo al menos a seis. El evento motivó la declaratoria de ley marcial por parte de Kiev, un renovado llamado a sancionar a Moscú por parte de varios países europeos, y la cancelación de la cumbre Trump-Putin que estaba programada para ocurrir en el marco de la reunión del G-20 en Buenos Aires.

Primero, recordar que desde 2014 Rusia se anexó la península de Crimea, territorio formalmente ucraniano. Adicionalmente, desde ese año Rusia ha apoyado una insurrección en el este ucraniano. Desde entonces, la Unión Europea y Washington han impuesto sanciones al Kremlin. Este es el contexto en el que ocurre el incidente referido. Según la versión rusa, los barcos ucranianos estaban navegando en mares rusos y debieron solicitar permiso para su tránsito. Según Kiev, los buques ucranianos procedían de una zona ucraniana no disputada además de que, gracias a un tratado existente, no necesitaban solicitar permiso para su tránsito.

De acuerdo con algunos análisis, Kiev sería quien intencionalmente está provocando el escalamiento de las tensiones con el objeto de reavivar el tema y colocar sobre la agenda esta serie de cuestiones irresueltas que muchos parecen ya tener en el olvido precisamente la semana previa al encuentro que iban a sostener Trump y Putin, encuentro en el que algunos sospechaban que Trump iba a relajar algunas de las sanciones que hoy pesan sobre Moscú. De acuerdo con otra interpretación, es posible que haya sido Putin quien provocó y está sacando provecho del incidente para elevar su popularidad interna ahora que está a la baja. No sería la primera vez que el presidente ruso emplea el sentimiento nacionalista que en el pasado le ha rendido frutos considerables para catapultar su imagen. Además, Putin necesita seguir enviando a Occidente mensajes de fuerza, marcar su territorio, señalar lo que, en su visión, forman sus líneas rojas como Ucrania y, en especial, Crimea.

Probablemente se trata de una combinación de todos esos factores, en donde los dos actores encontraron oportunidad para empujar sus agendas. Lo importante es que el incidente y las tensiones posteriores nos recuerdan que: (a) Hay varias situaciones que permanecen irresueltas en cuanto al tema ucraniano como lo es la ocupación rusa de Crimea, la insurrección del este y el estado de conflicto permanente que esta situación genera entre Moscú y Kiev; (b) este no es sino uno de los temas que enfrentan a Occidente con Rusia, salvo que en este caso particular se trata de una zona de seguridad que Moscú considera vital para sus intereses; (c) todo ello produce un elevado potencial de conflicto en donde el Kremlin busca proyectarse como dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias.

Lo que sigue es naturalmente hacer lo necesario por distender la cuerda, desescalar la crisis más inmediata que se detonó a partir del incidente del Mar de Azov. Pero si esto se logra, es indispensable no dejar las cosas en ese punto, sino proceder a una resolución seria y de fondo ante todo el polvorín que se ha generado desde el 2014. Es urgente impedir que este tipo de crisis mantengan su potencial explosivo.

@maurimm

Internacionalista