*No sirve el gobierno

*Primeros saqueadores

Está claro que el gobierno, ahora mismo –no hablamos del próximo-, no le sirve a la sociedad, en su conjunto, sino sólo a sus grandes socios, precisamente aquellos que suelen acrecentar sus fortunas en tiempos de crisis severas, sean naturales o financieras. Todavía no pasa lo peor en cuanto a los meteoros anunciados que siempre enlutan a cientos de familias y destruyen la endeble infraestructura armada por un gobierno siempre deseoso de mojarse los pies en los ríos desbordados o en los caseríos devastados por los sismos para simular su hipocresía molecular sobre la “justicia social”.

Ahora mismo se frotan las manos con los vaivenes incesantes de la moneda gracias a los cuales especulan, siempre con información ilegal proporcionada por sus cómplices de la Secretaría de Hacienda, y aumentan sus haberes para luego devolver los favores a los miserables expresidentes, quienes les permitieron todo. El caso más patético es el del célebre “doctor zeta”, Ernesto Zedillo, convertido en consejero con enorme caudal en cada una de las trasnacionales beneficiadas durante su sexenio. Ha sido, sin duda, con excepción de Peña, el mayor vendedor de cuanto formaba parte del patrimonio nacional y fue él quien ideó, además, la grotesca reforma energética con la visión puesta en la privatización mientras los corderitos camarales aprobaban sin chistar por obra de las diligencias de Manlio Fabio Beltrones Rivera, en sus épocas de mayor poder.

Le sigue Felipe Calderón, desvergonzado, quien tiene intereses profundos con la española Iberdrola, en el rubro eléctrico, y parece cazador de ofertas del gobierno para ofrecérselas a los inversionistas multinacionales. ¿Quién es más traidor?

Sólo los busca-chambas y los paracaidistas que irrumpen sobre las nóminas piensan lo contrario y aprovechan la dualidad competitiva entre la dirigencia del PRI y los operadores de la residencia oficial de Los Pinos, próximos a quedarse en la calle Parque Lira, para granjearse pleitesías y mantener intacta la sagrada sentencia de que vivir fuera del presupuesto es el mayor error concebible. Quizá por ello cuantos ganamos la subsistencia por nuestra cuenta somos quienes percibimos las tremendas desigualdades que se acentúan con la pérdida del poder adquisitivo y la consiguiente devaluación del infeliz peso que ya va en camino de perder otros tres ceros, como en los tiempos del infeliz salinato luego de la ambigüedad que duró tres años, desde 1993 a 1996, ya bajo el régimen del simulador Zedillo.

Algunos sudamericanos se mofan de eso. En Colombia, por ejemplo, el dólar se sitúa a más de tres mil pesos lo que nos hizo descuadrarnos ante la urgencia de multiplicar y dividir al ritmo de las cajas registradoras. Cuando comentamos que nos costaba trabajo el ejercicio, una de las despachadoras del Museo Botero –en donde los volúmenes comenzaron a cobrar vida a partir de sus visiones taurinas, seguramente psicópatas para los imbéciles-, nos replicó:

--Pero ustedes se engañaron solos; le quitaron ceros a su moneda. Tres me parece. Así que ahora, ¿en cuánto está el peso mexicano?

--Alcanzando los diecinueve pesos –respondimos-.

--Allí lo tienen; en realidad son diecinueve mil pesos por dólar, casi seis tantos a lo que estamos nosotros... no sé para que les sirve el disfraz.

Pensé en Salinas de Gortari y sus elevadas truculencias tratando de descifrar el enigma: ¿pretendía que la manipulación colectiva nos devolviera la confianza? Por desgracia, tal ocurrió entre millones de mexicanos, quienes se sintieron aliviados por no tener que pagar un millón de pesos por los mil de ahora.

Por las Alcobas

Durante varias entrevistas que sostuve con José López Portillo, éste insistió siempre en un punto:

--Me avergüenza decirte que los primeros saqueadores –en 1982-, formaban parte de mi gabinete. Tengo la lista en una caja fuerte y algún día la daré a conocer.

Por más que insistí en que la revelara... se llevó el secreto a la tumba o éste quedó en manos de Sasha Montenegro, de quien se separó en los últimos años de su ajetreada y frívola existencia. La tontería peor, en todo caso, es volver a caer en el mismo agujero.

loretdemola.rafael@yahoo.com