Sigue habiendo errores de cálculo por parte de Washington, a decir de varios reportes publicados estos días. Ya sea por inteligencia inadecuada, por haber creído en ciertas posibilidades a partir de interpretaciones de Guaidó u otros miembros de la oposición, o por haber confiado en supuestos compromisos por parte de actores cruciales del régimen, la administración Trump ha tenido que salir a explicar las razones por las que la «Operación Libertad» para sacar a Maduro de su silla no ha sido exitosa aún, y quizás tardaría semanas o meses en fructificar. Llama la atención, sin embargo, que una de las explicaciones ofrecidas por el secretario de Estado Mike Pompeo, tiene que ver directamente con Rusia. Según Pompeo, Maduro estaba ya listo para abordar un avión y retirarse de su cargo, pero fue disuadido de hacerlo por Moscú.

En efecto, más allá de comprender la dinámica interna en este conflicto, es indispensable reconocer que, en estos momentos, la dimensión internacional está jugando un rol crucial en los eventos. Por tanto, si acaso ha habido errores de cálculo por parte de EEUU y sus aliados, estos no solo se limitan a una estimación inadecuada acerca de cuál sería la reacción de ciertos actores políticos y militares en Caracas, sino que parece estarse subestimado la importancia que el Kremlin iba a asignar a la supervivencia de Maduro en el poder. A pesar de que Rusia declaró inmediatamente que sus efectivos no intervendrían, los pasos que Guaidó dio esta semana no pueden ser entendidos fuera de un contexto en el que Moscú ha escalado su involucramiento en este conflicto.

La decisión de Washington -apoyar con todo a Guaidó y el cambio de régimen- además de toparse con distintos obstáculos propios de Venezuela o el apoyo de sus aliados latinoamericanos como Cuba, se está topando también con Putin. Lo que la declaración de Pompeo refleja es no solo un nivel de influencia de Moscú en asuntos del país latinoamericano, sino el que EEUU está convencido de la determinación de Putin a confrontarse directamente con Washington en este tema.

Esto último conlleva riesgos importantes. Si bien para Trump, la presencia estadounidense en sitios como Siria es una pérdida de recursos y esfuerzos, y ha estado dispuesto a abandonar esos territorios dejando el campo libre a Rusia, el caso venezolano parece ser muy distinto. Si a esto añadimos la belicosidad con la que se están expresando personajes como Pompeo o Bolton, podríamos estar arribando a un camino sin retorno. En otras palabras, la serie de mensajes enviados no son solo entre Maduro y sus rivales, sino entre Washington y Moscú. Esto está activando una espiral de acciones y reacciones que hasta hace unos días parecían inclinar la balanza a favor del Kremlin. Con la embestida del martes, se buscaba reequilibrar esa balanza. Es posible que, efectivamente, el Kremlin hubiese convencido a Maduro de que le cubriría sus espaldas, o bien, quizás sin haberlo dicho explícitamente, sus actos le estarían dando al régimen esa sensación de fortaleza. El problema es que, si la espiral Washington-Moscú sigue escalando, podría llegar el punto en el que ahora sí, a pesar de la oposición interna e internacional que existe al respecto, EEUU se vería obligado a cumplir sus amenazas e intervenir. Más de uno en Washington está convencido de que es hora de enviar un mensaje de fuerza, no a Maduro, sino a Rusia. De lo contrario, las palabras emitidas desde la Casa Blanca pierden credibilidad y provocan vacíos que, en este caso, Putin se encuentra listo para llenar.

Analista internacional

@maurimm