Infancia en riesgo por obesidad

Sofía va en tercero de primaria. Su rutina en las mañanas abarca cuatro actividades específicas: bañarse, vestirse, desayunar y ver un poco la televisión. A veces, por la prisa, sólo toma un vaso de leche. A las ocho en punto tiene que estar en la puerta de entrada de la escuela. Tres horas después se sienta a comer por primera vez en el día. Si lleva lunch puede ser un sándwich o una torta, sino, en la tiendita del colegio encuentra hamburguesas, tacos al pastor, refrescos y papitas. Con 1.35 centímetros de estatura y apenas ochos años, la pequeña pesa 46 kilos. Más de 12 kilos de lo que debería.

En México, tres de cada 10 niños y adolescentes de cero a 14 años padecen obesidad infantil. De 2014 a 2016, se tiene el registro de 151 mil 283 nuevos casos, de acuerdo con el anuario de morbilidad de la Secretaría de Salud (Ssa). Es decir, que cada año, un promedio de 50 mil menores se unen a la lista. La edad más vulnerable es entre los 10 y 14 años.

Esta enfermedad es un foco rojo para las autoridades sanitarias, y no sólo porque no logran detener su crecimiento anual, sino porque desde principios del año 2000 se determinó que esa sería la primera generación de niños con una esperanza de vida menor a la de sus padres. Hasta siete años menos, dependiendo de la edad en la que se presente este padecimiento, de acuerdo con el investigador Franco Sassi. En un pequeño consultorio de la clínica de obesidad del Hospital Infantil de México Federico Gómez, Sofía se mueve inquieta en su silla. Es su quinta vez aquí: “Desde que llegué me han puesto a bajar de peso. Ahorita no me he aplicado”, cuenta la niña.

Malos hábitos alimenticios

¿Qué comes?, ¿cuáles son tus horarios?, ¿quién te alimenta?, ¿con quién vives? Estas fueron las primeras preguntas que Sofía escuchó. En sus respuestas, los especialistas encontraron una de las razones de su obesidad: a veces no desayunaba. Y cuando sí lo hacía, el menú era leche con chocolate, huevos revueltos y galletas.

“La mayoría de los niños no come nada antes de irse a la escuela. Las mamás asumen que el desayuno es el lunch y para entonces ya llevan más de 12 horas de ayuno”, afirma Leticia García Morales, jefa del Departamento de Endocrinología y encargada de la clínica de diabetes del Hospital Infantil de México.

Un mal de hace más de 10 años

En 2006, México apareció como el país con mayor crecimiento de sobrepeso y obesidad infantil en el mundo, comenta Alejandro Calvillo, director de la organización El Poder del Consumidor. Ese dato fue el detonante.

A partir de ahí se empezó a hablar del tema. En ese momento, las recomendaciones internacionales se enfocaron en establecer un impuesto a las bebidas azucaradas. La razón era que México estaba en el primer lugar, a nivel mundial, de consumidores de refresco. En promedio, cada mexicano consumía 163 litros al año, es decir, casi una lata de 500 ml todos los días. Más allá de las grasas, los azúcares simples son el principal enemigo de la salud, asegura Leticia García.

Como un primer esfuerzo, en enero de 2014 entró en vigor un impuesto de 10% a los refrescos, esto con el objetivo de disminuir el consumo y ayudar a que la estadística de obesidad descendiera.