Jamila Afghani ignora amenazas
“Si tuviera otras diez vidas, aún las pondría en riesgo por mi país”, dijo Jamila Afghani. AP

Jamila Afghani sabe que la amenaza que pesa sobre su vida es más ancha que las espaldas de dos oficiales de seguridad del gobierno, quienes le acompañan a diario para protegerla en su determinación de abrir espacio para la educación de las mujeres en Afganistán, contrariando tradiciones arraigadas.

“Estamos poniendo nuestra vida en riesgo por el bien de otros”, admitió la señora de voz baja y dulce, quien habla de sus experiencias en tercera persona del plural, como si incluyera en ella a todo el equipo que apoya su trabajo.

“Ya me han dicho que pondrán una bomba en mi coche, que me pegarán 70 balazos en la cabeza. Me envían cartas, llaman a mi casa, a veces me siguen. Muchos tipos de amenaza. Me dicen que pare mi trabajo a través de diversos canales”, dijo desde Ereván (Armenia), donde participó en los Diálogos Aurora sobre el trabajo humanitario.

Trabajar contra el status quo en Afganistán “no es fácil, porque las personas están acostumbradas con las tradiciones, y desafiarlas es peligroso”, explicó la mujer, quien dice que no tiene nada a perder: “en 40 años de vida, nunca he visto un buen día”.

Para Afghani, finalista al Premio Aurora, que se concederá hoy domingo en Ereván, hay otros motivos de persecución: su género y su condición de activista humanitaria.

“Sí vale la pena porque este es nuestro país, es nuestra gente. Si no lo hago ¿quién lo hará? Si no hoy, ¿cuando? Tenemos que hacerlo. Si tuviera otras diez vidas, aún las pondría en riesgo por mi país”, aseguró.

Afghani empezó su trabajo humanitario en los años 2000 cuando era una estudiante de 20 años viviendo en un campo de refugiados en Pakistán, donde la hambruna le quitó la vida a 36 mujeres y niños.

“Éramos jóvenes y pensamos que era hora de ayudar a las personas que sufrían. Empezamos con la recolección de artículos para los refugiados necesitados”, dijo.

Con el tiempo, la nueva activista se convenció de que “la educación es lo más importante para lograr una solución a largo plazo”.

El cambio de gobierno en Afganistán abrió espacio para su regreso al país, en 2002, y para el lanzamiento de su proyecto de educación con mujeres, que pronto se enfrentaría a un primer obstáculo: la oposición de los imanes (guías).

“Para mi, como mujer, era muy chocante que los imanes se opusieran a la educación de las mujeres, que es obligatoria en nuestra religión. Entonces vi necesario hablar con ellos directamente. Nos dimos cuenta de que este es el problema que más precisa ser estratégicamente tratado”, finalizó Jamila Afghani.