La danza de la pluma de la guacamaya
De la periferia y del centro, las calles de Tuxtla reciben a sus danzantes, que representan la identidad cultural de la capital chiapaneca.

Tuxtla Gutiérrez es una ciudad de origen zoque, y hay días en que estas raíces salen a flote y se manifiestan a través de rituales en forma de danza que han sobrevivido el paso de los años y se mantienen pese al abandono de gran parte de la población, que desconoce y que no se interesa por la historia de la capital del estado.

La descendencia zoque —grupo poblacional que dominó estas tierras desde hace miles de años— sigue vigente y trata de mantenerse fiel y leal a las tradiciones que se han ido transmitiendo de generación en generación.

Una clara muestra es la danza de la pluma de la guacamaya, también conocida como “Napapok Etzé”. Esta es una danza ritual que se ejecuta en el mes de febrero, por lo que está expuesta a confundirse con una danza que es parte del Carnaval, aunque no tiene nada que ver.

Al respecto, el maestro pitero y antropólogo por la Universidad Veracruzana, Leopoldo Gallegos Vázquez, explica que esta danza se remite a un mito muy antiguo sobre las deidades solares y lunares de la cosmogonía antigua. Es una danza prehispánica que sobrevivió al periodo de la Colonia y que llegó hasta nuestros días, y no tiene nada que ver con la fiesta de la carne.

El también participante de esta tradición explica que uno de los personajes centrales es el “penacho” o Padre Sol, que luce el penacho del astro rey y va vestido como dignatario, portando la pluma roja. Lo acompaña una niña que representa a la luna. Representan a los dos astros que dan vida a lo que conocemos como el día y la noche. “Tenemos que esto es el origen o el inicio de la formación del mundo”, expresa.

Referente a por qué una niña tiene el papel de la luna y no una mujer adulta, señala que se debe a que una niña es virginal; en cambio, una adulta conoce otras cosas que una niña no. “Para empezar, una niña no está en periodo de menstruación, aun es doncella completamente virgen en todos los sentidos y esta tiene que ser representada, así como lo inmaculado; su blancura no reside en el traje sino en su esencia como personaje”, explica.

En este ritual también encontramos a los hombres que danzan alrededor del “penacho” (Padre Sol) y de la “reinita roja” (Luna) vestidos de mujeres ancianas zoques que van haciendo travesuras. Ellas representan a mujeres zoques que murieron en el parto y que tienen como tarea cuidar al Padre Sol en su paso por el inframundo y elevarlo sobre la tierra para sumergirlo detrás de las montañas.

Rechazo

El antropólogo afirma, de igual forma, que aún existe un divorcio entre lo tradicional y lo eclesiástico; entre lo indígena y lo propiamente ladino, y que estas manifestaciones como la danza del “Napapok Etzé” son vistas como de gente pobre y dignas de ser despreciadas e incluso algo ajenas a Tuxtla Gutiérrez.