La Generación del Sur: una breve aproximación
Fabián Rivera en una de las presentaciones de Surdavoz. Cortesía

El poeta y editor Fabián Rivera nos cuenta acerca de este concepto literario, surgido a finales del 2017 y que estaría conectado con dos proyectos de promoción cultural.

Tras un receso de tu editorial Surdavoz, ¿qué viene para este cierre del año en cuanto a publicaciones?

Después de estar en la banca, el maestro en Historia José Morales nos permitió editar un volumen de ejercicios básicos de ajedrez. En cuanto a la literatura, hemos dado a luz dos nuevos títulos para el mes de septiembre: Canción de cuna para mecer un duelo, de Clara del Carmen Guillén, y Si quien leyera fuera otro, de Carlos Gutiérrez Alfonzo.

A casi año y medio de abrir esta editorial, ¿continúas fijo en tu propósito de darles voz a los escritores del sur?

Sí, estamos atendiendo a un sector que pocos toman en cuenta y realizando pequeñas inversiones sin temor, apostando por autores que cuentan con un público lector que los sigue y que permite que los proyectos sean sustentables a mediano plazo.

¿Por qué es importante darles voz a los escritores del sur?

Nuestro interés no solo es darle voz, sino que en un futuro podamos ser la editorial independiente de mayor relevancia no solo en cuanto a producción anual y calidad de nuestras publicaciones, sino en proyección regional e internacional. Es importante tomarlos en cuenta porque, como editorial, funcionamos como una válvula de escape. En este sentido, apostar por un escritor no solo consiste en tomar en cuenta su obra.

Respetar el arte editorial implica respetar a los autores, darles el lugar que les corresponde, incluso consentirlos en la medida de lo posible. Las grandes editoriales se dedican a generar ganancias y listo, pero ya casi nunca ven a los autores en el terreno real.

En cierta ocasión mencionabas a la Generación del Sur. ¿A qué te referías? ¿Está relacionada con Surdavoz?

La Generación del Sur es un concepto que yo ideé en el marco de la presentación del libro Guanaco, del escritor salvadoreño Antonio Cienfuegos. Aunque lo dije al aire, sí lo hice constar a través de una publicación a través de mi cuenta personal en Facebook. En dicha presentación, observé e hice constar que el libro de Cienfuegos abrevaba del discurso testimonial, y era muy cercano a lo que podríamos denominar como ser latinoamericano: la cercanía con la tierra, la escritura desde la experiencia, el discurso zurcido con arrojo, que encuentra una lógica y un orden en el caos.

Esto, en mi muy particular punto de vista, es parte esencial de las últimas entregas literarias de Balam Rodrigo —y vaya que Balam cuenta con una variedad de registros, mismos que ameritan ya un estudio detenido y concienzudo— que abrevan no solo del ser latinoamericano, sino del ser centroamericano, que es una condición férrea, profunda y compleja. Tenemos pues, sobre la mesa, líneas de análisis para la crítica y los estudios literarios. Creo, también, que son temas que están lejos de ser vistos y estudiados, porque quizá no estamos preparados para ello o bien, factores como el llano desprecio de la academia por este tipo de discursos, considerándolos menores o de escaso valor literario.

De ahí la necesidad de enunciar una posible Generación, aunque soy consciente de que es un concepto que cuenta con un trasfondo que requiere de conocimiento teórico para lograr su comprensión. Del sur, vaya, puesto que hay diversas conexiones temáticas y estilísticas de autores originarios de esta región. Mi intención de hablar de una “generación del sur” es, en primera instancia, tirar las cartas sobre la mesa.

¿Quiénes crees que formen parte de esa generación y qué le pueden aportar al estado?

Ya he mencionado a Balam Rodrigo —qué más podemos apuntar sobre nuestro poeta vivo más exitoso de las décadas recientes—, a Antonio Cienfuegos; también están César Trujillo —cuyo libro Evocación de la infancia cuenta con una poderosa impronta—, Fernando Trejo —que ha logrado textos de suma elocuencia, como Solana, y notables exploraciones como Ciervos—; Raúl Vázquez Espinosa —Dalton, su libro más sólido, estará pronto en Surdavoz—; Armando Salgado —que aunque propiamente no pertenece a la región, al ser de Michoacán, sí podría tener esta noción del sur, de “des-centro”, aunque sí está conectado con nuestro estado a través del colectivo Carruaje de Pájaros—; Manuel Iris —voz sólida, de registro fino, como un boxeador que conoce a la perfección qué golpes son los que producen más puntajes—; René Morales —con muy interesantes exploraciones discursivas y temáticas—; Arbey Rivera —que tiene una voz ya muy reconocible, abrevando de vetas como las artes plásticas—.

Así también hay escritores, nacidos en Chiapas, que ejercen con constancia y solidez el oficio de la literatura desde el ámbito creativo y académico, como Ignacio Ruiz-Pérez, Luis Arturo Guichard, Juan Carlos Cabrera Pons, Claudia Morales y Matza Maranto. Reconozco que esta es una lista sumamente parcial, acotada, en la cual debemos incluir también voces ya consolidadas como las de Roberto Rico, Eduardo Hidalgo y Carlos Gutiérrez Alfonzo, en el caso de Chiapas. Como podrás observar, la mayoría de los que menciono son de nuestro estado.

¿Planeas, en determinado momento, realizar algo que reúna a esa generación como una antología o encuentro poético?

Sería una empresa muy aventurada para lo cual requeriría de tiempo, pero sobre todo de recursos financieros para que el proyecto sea sustentable —no puedo darme el lujo aún de pensar en inversiones editoriales redituables—, pero seguramente sería un trabajo interesante que amerita tiempo, lectura, pero sobre todo una capacidad de análisis a toda prueba, que vaya más allá de amistades. Lo que sí me parece necesario es hablar ya de una Generación del Sur como un cuerpo de escritores ubicados en espacios geográficos distintos.

En este sentido, además de Surdavoz, en los próximos meses lanzaré un nuevo proyecto: la Liga de Escritores del Sur, que podría fungir como un “encuentro permanente”, de carácter mensual, mismo que busca ser una plataforma de vinculación con escritores de la región, así como académicos, traductores y profesionales de la edición y la literatura.

¿Piensas que esta generación está a la par en cuanto a la calidad literaria que puede existir en el centro y occidente del país?

Claro que sí, lo más importante es salir de provincia, crecer fuera de casa y dialogar con poetas de diferentes latitudes, registros y búsquedas. Es importante eso: dialogar al tú por tú, criticar con fundamentos reales, aceptar los errores, celebrar los aciertos con decoro, sin aspavientos. Vivimos en una época de sobreexposición mediática, de alta superficialidad, donde importan más los “likes” en cualquier red social que un comentario crítico, a consciencia, que pueda destruir nuestros textos para fortuna personal nuestra, pues alguien se tomó la molestia de leer nuestra obra a detalle.

Ahora bien, quienes debemos permanecer aquí, en Chiapas, o en provincia, para abrir la visión, por situaciones de diversa índole tenemos una responsabilidad social que hay que asumir desde diferentes bastiones, ya sea como docentes, como editores, como periodistas o como simples ciudadanos. Por otra parte, sería muy arriesgado pensar que la mejor literatura es la que gana premios. Un premio no define nada: te da tiempo para seguir en lo tuyo y pagar la luz, el agua o los meses de renta que ya tienen intereses.

No demerito el trabajo de mis contemporáneos —corro el peligro de ser tachado de envidioso, puesto que en ese sentido mi trayectoria literaria ha sido bastante mediocre—, pero sí pienso que a veces pecamos de mucho ruido y pocas nueces.