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Una mujer es secuestrada y, sin que valga para nada haber pagado el rescate, es brutalmente asesinada. A través de alguien que frecuenta las mismas reuniones de Alcohólicos Anónimos, le llega el encargo a Matt Scudder de descubrir a sus asesinos.

Apenas hay pistas, tampoco queda nada del cadáver, solo la incesante perseverancia de Matt Scudder que no cejará en su empeño investigador hasta dar con los culpables.

La creación más lograda y carismática de Lawrence Block es este ex policía alcohólico que ejerce de detective privado por la duras calles de Nueva York aun careciendo de licencia. Sus conocimientos de los bajos fondos tras pasarse años patrullando los escenarios menos recomendables de la ciudad y su disponibilidad para saltarse la ley ahora que ya no luce placa lo convierten en el hombre más indicado para toda clase de casos turbios y complejos que demandan métodos poco ortodoxos.

Le gusta decir eufemísticamente que la gente le pide favores y, a cambio de hacerlos, él recibe regalos. Aunque ha perdido muchas cosas en la vida, empezando por una esposa y dos hijas con las que vivía en Long Island, a las que renunció, igual que al cuerpo de policía.

Tras verse involucrado en la muerte de una joven, se enfrenta a realidades muy dolorosas en su linea profesional y pelea contra su adicción a la bebida, Scudder suele hacer gala de un gran sentido del humor, y mantiene y una actitud optimista.

Caminando entre tumbas se desarrolla en la ciudad de Nueva York cuando las Torres Gemelas todavía dominan el cielo de Manhattan. El crack se empieza a ver por las calles, pero la heroína y el polvo de ángel son todavía las drogas estrella.

Un jueves cualquiera por la mañana Francine Khoury sale de su domicilio en Bay Ridge, Brooklyn, y se dirige en coche a realizar algunas compras. Una furgoneta azul sigue de cerca cada uno de sus pasos. Francine nunca regresará a casa, su marido, Kenan Khoury, recibe una llamada de sus secuestradores exigiéndole una cuantiosa suma de dinero. Tras negociar una rebaja, sigue cada una de sus indicaciones para realizar el intercambio pero acaba horrorizado encontrando que los criminales han descuartizado a su esposa y metido sus restos en el maletero de un vehículo.

En cualquier otra circunstancia Kenan acudiría a la policía, pero su condición de traficante de drogas desaconseja tratar con la ley, impedimento del que parecen ser muy conscientes los salvajes que han destrozado su vida. No le queda otra opción que recurrir a vías alternativas para dar con ellos y tomarse la justicia por su mano.

Aquí aparece Matthew Scuder, y cuando Kenan Khoury le contacta, hace siglos que nadie ha llamado a su puerta para encargarle un caso por su cuenta. No es que le falte dinero, es que le sobra tiempo y por eso, aunque al principio se le plantea el dilema ético de ofrecer sus servicios a un delincuente, acaba aceptando investigar la identidad y el paradero de los asesinos de Francine.

A medida que avanzan sus pesquisas, descubrirá que no se enfrenta a un caso aislado sino a un sádico grupo organizado que ha asaltado sexualmente y matado a otras mujeres en el pasado, actuando con tanta brutalidad como astucia para evitar el radar policial.

Scudder no solo deberá lidiar con uno de los enemigos más temibles y perturbados de su carrera profesional, sino resolver una cuestión más personal: decidir hacia donde se dirige su relación sentimental con Elaine, una prostituta que conoce desde su etapa como policía y cuya forma de sustento comienza a hacerle problema, todo ello mientras mantiene a raya los cantos de sirena de la botella.