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Una conmovedora historia de amor a través del tiempo. En el frío invierno de 1917, cinco soldados franceses, heridos y maniatados, caminan hacia un destino trágico en un desolado rincón del frente. Matilde sabe, en el fondo de su corazón, que su amado Manech sigue vivo, a pesar del telegrama que anunciaba que había caído en combate junto a tantos otros de sus camaradas. Matilde emprende la búsqueda de la verdad. A lo largo de los años, armada de un coraje inquebrantable, irá escudriñando las vidas de aquel puñado de hombres entregados a la muerte.

En enero de 1917 cinco soldados franceses, condenados en Consejo de Guerra por haberse autolesionado para conseguir licenciarse del ejército, son arrojados, maniatados, a la tierra de nadie, frente a una trinchera conocida como Bingo Crepúsculo. En principio, parece que ninguno de ellos sobrevive, pero dos años más tarde, la novia del más joven de ellos, a partir del testimonio del cabo que les había custodiado hasta allí, un tal Esperanza, comienza a investigar lo sucedido y, cuando vislumbra la posibilidad, aún muy remota de que su amado Manech siga vivo, va a buscarlo removiendo cielo y tierra, si es necesario.

Durante su búsqueda se irá cruzando con toda una serie de personajes que, a su vez, le irán relatando sus propias, y por lo general malogradas historias, componiendo toda una estampa de aquella posguerra victoriosa, pero no por ello menos desgraciada. De esta manera, la novela, trenzada con una prosa de gran calidad, hay que decir, transita desde la novela romántica que ciertamente es, hacia la búsqueda, pasando por la bélica.

También, en gran medida, es una novela epistolar, pues así es como se transmiten buena parte de los testimonios.

El juego de piezas sobre lo que ocurrió aquel domingo de enero de 1917 va completándose, poco a poco y a veces a pasos tambalenates, a lo largo de las páginas de la novela, mientras conocemos también las circunstancias de la vida de los personajes.

Curiosamente, varios de ellos también parecen vivir en esa tierra de nadie o, al menos, en la línea fronteriza entre la normalidad de la mayoría de la gente y la soledad de quien es considerado diferente, por una razón u otra, Manech ha caído en la inconsciencia de la locura, por culpa de la guerra; su novia Matilde Donnay es hija de una familia burguesa, pero un accidente infantil la confina a una silla de ruedas, desde donde debe desenvolverse y lidiar en el mundo de la gente que puede andar.

Otro de los condenados de Bingo Crepúsculo, el campesino Nôtre-Dame, es hospiciano. Ange Bassignano y su amante Tina son marselleses, hijos de inmigrantes italianos, como el propio Japrisot, cuyo verdadero apellido era Rossi, su mundo es el de la prostitución y el grupo social marginado carcelario. Igual que bordean esa frontera Bastogne o Eskimo, ebanista parisino que ha buscado oro en el Gran Norte; su amigo Biscotte, cornudo arrepentido, o incluso Célestin Poux el Terror del Ejército, inquieto incapaz de quedarse mucho tiempo en ningún sitio.

En todos los pueblos de Francia, por pequeños que sean, existe un monumento con los nombres grabados de los hijos de la localidad caídos en la Gran Guerra, matanza que inauguró un siglo pródigo en ellas.