“Mi enfermedad no tiene cura”: secuelas de la Guerra

Bebés que nacen deformados, extrañas alergias en la piel y fiebres altísimas son solo algunas de las consecuencias de las armas utilizadas por Estados Unidos sobre la población de Camboya durante la Guerra de Vietnam.

Hasta hace poco las autoridades de Camboya no habían empezado a hacer público el asunto: estaban totalmente desprevenidas para hacer frente a situaciones de grave peligro como la del municipio de Koki, donde se encontraron bombas de barril que contenían gas lacrimógeno.

La Guerra de Vietnam (1955-1975) no solo se desarrolló en Vietnam sino también en los países vecinos Laos y Camboya, donde los vietcongs encontraban refugio y suministros.

Así, los bombardeos de los Estados Unidos también cayeron en zonas fronterizas, donde causaron un gran número de víctimas civiles.

Según el gobierno de Phnom Penh, en esos años solo en Camboya los Estados Unidos arrojaron casi tres millones de toneladas de bombas, una cifra que Washington niega.

Muchas de estas bombas afectaron la provincia sur-oriental de Svay Rieng, en la frontera con Vietnam.

Según la gente del lugar, siempre se supo de la existencia de artefactos explosivos sin detonar, pero hasta hace poco el gobierno de Hun Sen, primer ministro desde 1993, no había mencionado esa herencia bélica estadounidense en su agenda política.

Ahora incluso alenta a la prensa nacional, de tendencia pro-gobierno, a dar cierta prominencia al asunto.

¿Cuáles son los motivos que lo empujan a hacerlo? Las elecciones generales de agosto se acercan y, según los analistas, la decisión de Hun Sen de haber hecho arrestar al líder de la oposición, Kem Sokha, inmiscuyéndose en la Corte Suprema, acusándolo de conspirar con los Estados Unidos para derrocar a su gobierno, no parece haber sido suficiente.

Prefiere insistir en los Estados Unidos, cuyas armas químicas, muchos años después, siguen provocando víctimas entre la población civil.

En enero de 2017, el pequeño pueblo de Koki, en la provincia de Svay Rieng, terminó en los medios de comunicación.

Aquí, el Centro Camboyano Antiminas (CMAC) encontró, a menos de dos metros bajo el suelo, tres bombas de barril sin estallar que contenían gas lacrimógeno CS, una en el campo, cerca de una pagoda, y dos en el patio de una escuela primaria.

Un año después del anuncio público del hallazgo, las bombas aún no se eliminaron debido a la falta de medios apropiados y de conocimiento técnico del CMAC.

“Durante muchos años -explica Heng Ratana, director general del CMAC- no se tomó nota de todas las sustancias químicas utilizadas contra la gente de Camboya”.

“Cuando descubrimos estas armas químicas en la provincia de Svay Rieng, y en particular en el municipio de Koki, nos dimos cuenta de que un cierto número de sus habitantes estaban afectados por sustancias químicas, que habían ingerido bebiendo agua contaminada o inhalando vapores”, dice.

Añade que “el Ministerio de Salud Pública acaba de crear una unidad especial para estudiar el impacto de estos productos químicos en nuestra gente”.

“Los Estados Unidos -señala el dirigente del CMAC- deben ser nuestro socio principal. Tienen obligaciones morales respecto a nosotros, ya que desde 1963 hasta 1975 lanzaron casi tres millones de toneladas de bombas que mataron a 500 mil camboyanos y destruyeron aldeas, casas, escuelas e infraestructuras enteras”.

“Tienen que ayudarnos a limpiar Camboya de los restos de sus armas, y para este fin nuestro gobierno hace tiempo entabló negociaciones con el gobierno estadounidense”, reclama.

A lo largo de los años Washington reconoció en parte las consecuencias del uso del Agente Naranja -un potente defoliante altamente tóxico utilizado durante la Guerra de Vietnam- en las personas, pero se niega a admitir que exista una conexión entre este tipo de bombas, cada una de las cuales contiene 220 litros de gas lacrimógeno tipo C2, y unas enfermedades atroces.