Museo que es un oasis para la imaginación

Aquí la vida va a otro ritmo y todo se vuelve fantasía. Es como si cada rincón hubiera sido diseñado para ser locación de un cuento de hadas: atrezos por aquí, telas brillantes por allá. Dibujos de colores en las paredes, escenarios fantásticos y siempre, colgando de sus hilos, los pequeños habitantes de esta morada. Es el centro cultural Alfín Rosete Aranda (CCARA), Museo de Marionetas, un oasis para la imaginación abierto al público desde hace poco más de un año.

Los niños son los principales invitados de este lugar, pero los grandes también saldrán maravillados: el Museo de Marionetas es resultado de una añeja tradición que se remonta casi dos siglos atrás y que ve cristalizado el sueño de uno de los grandes maestros titiriteros que ha tenido México: Alberto Mejía Barón (1948-2009), mejor conocido como Alfín.

“Las marionetas son un bendito oficio que está ligado con la imaginería, con la fabricación de imágenes religiosas. Desde niño, Alfín ya jugaba con la idea de ser titiritero. Él decía que son los dioses quienes hacen los títeres y uno solo está para comunicar esa expresión”, cuenta el actor y alumno de Mejía Barón, Héctor Mendoza Heinze, el alma que mantiene con vida el espacio que honra el legado de Alfín.

En el CCARA, uno se puede topar con Sor Juana Inés de la Cruz, Miguel Hidalgo o Benito Juárez, pero también con Vincent van Gogh o Mozart. El lugar cuenta con más de un centenar de marionetas, 44 fabricadas por el propio Alfín y siete más que pertenecieron a la famosa compañía Rosete Aranda. Todos dispuestos a dar vida a historias inimaginables.

La tradición titiritera en México es larga. La familia Rosete Aranda inició su producción de marionetas en Huamantla, Tlaxcala, en 1835: primero haciendo figuras de barro y madera, y, después, “Margarito de Aquino, un italiano que llega a México, les hace extensivo el conocimiento de la técnica de los títeres de hilo”, recuerda Mendoza. En 1914, se une a la estirpe Carlos V. Espinal e Hijos, elaborando miles de títeres (se cree que pudieron ser hasta siete mil) y montando decenas de espectáculos. 

Él los integra, les confecciona vestuario, los habilita con comandos e hilos y les proporciona personajes y una obra, llevándolos nuevamente al escenario. Había aprendido la técnica en España con Albrecht Roser. Pero Alfín no solo se limitó a restaurar los títeres Rosete Aranda, también fabricó cientos de sus propias marionetas.

El Museo de Marionetas está ubicado en la calle Julio Ruelas 22, en la colonia San José Insurgentes. Por el momento, solo abre sus puertas los domingos de 11:00 a 18:00 horas. El costo es de 100 pesos por niño y, para entrar, solo hace falta llegar y tocar la puerta.