Madres, hermanas, hijas o sobrinas están a la espera de ser llevadas a la Ciudad de México para saber si su padre, hijo, hermano o tío está entre los hospitalizados que, por el grado de quemaduras, no se han podido identificar, siempre con la esperanza de que su pariente sea uno de ellos, y al que todavía no pueden encontrar.

Los pobladores de este municipio, ubicado a 124 kilómetros al norte de la Ciudad de México y 15 kilómetros de Tula, Hidalgo, sólo quieren que les entreguen vivo o calcinado a su ser querido que, en una mala tarde de euforia por la fuga de gasolina en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), fue con sus bidones a recolectar el combustible.

Apenas el viernes pasado, Nabor gozaba de plena salud, de oficio panadero, como muchos de los pobladores, se enteró que había una fuga de gasolina y había posibilidad de llenar unos tambos para el consumo personal para la ‘troca’ que tiene para trabajar.

Ésa fue la última razón que tuvo su madre que hoy lo busca entre los 71 desaparecidos, que no se sabe si están vivos o muertos, pero dice doña Clotilde que su hijo no robaba combustible, no era «huachicolero», era bueno, trabajador y ese día, como muchos, se le hizo fácil ir por un poco de gasolina para ayudarse en sus labores de reparto diario.