Compromiso

La activa participación ejercida por México en política exterior, pugnando por la democracia y los derechos humanos a nivel global, incluso promoviendo y liderando el Grupo de Lima, tratando de restablecer la apremiante democracia en Venezuela, ha sido reemplazada por la inocua postura de mantenerse al margen de los asuntos internos de otras naciones.

La figura de la no intervención y autodeterminación de los pueblos emanada de la doctrina del canciller Genaro Estrada en 1930, propició que habitualmente la política exterior mexicana cruzara el pantano sin arriesgar su plumaje. Sin embargo, ¿hasta qué punto es admisible permanecer impasible ante la injusticia en algún país fraterno sin asumir una definida postura?

Aun así, en su devenir histórico, México se ha visto envuelto en diversas situaciones encontradas con otros países. Es así como Inglaterra en 1938, a raíz de la expropiación petrolera rompió relaciones diplomáticas con México. En el mismo 1938, Lázaro Cárdenas no formalizó relaciones con el gobierno de Francisco Franco, dando asilo al gobierno republicano español en el exilio. En 1942, Manuel Ávila Camacho, a consecuencia del hundimiento de los buques Potrero del Llano y Faja de Oro en plena Segunda Guerra Mundial, declaró el estado de guerra a las potencias del Eje: Japón, Alemania e Italia. Adolfo López Mateos en 1959 rompió relaciones diplomáticas con Guatemala por el ataque aéreo perpetrado a unas embarcaciones de pescadores nacionales. En 1960, México rompió relaciones con República Dominicana cuando Rafael Leónidas Trujillo organizó una conjura para derrocar a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela. En 1971 el gobierno de Luis Echeverría, al restablecer relaciones con la República popular China, se vio precisado a romper relaciones con la China nacionalista. En 1974, Echeverría rompió relaciones diplomáticas con el régimen militar de Chile tras el golpe de estado perpetrado por Augusto Pinochet contra Salvador Allende.

En 1975, derivado de varias ejecuciones a garrote vil ordenadas por Francisco Franco, Luis Echeverría envió severa misiva al Consejo de Seguridad de la ONU pidiendo la ruptura de relaciones y la expulsión del régimen franquista de dicho organismo por parte de las naciones civilizadas. En 1979, José López Portillo rompió relaciones con la dictadura de Anastasio Somoza, apoyando abiertamente a la Revolución Sandinista. Con Vicente Fox prevaleció una continua tensión con Cuba, votando en su contra en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Recordemos el “comes y te vas”.

En específico, la angustiante situación que prevalece en Venezuela, donde prácticamente han desaparecido los derechos humanos, han emigrado 3 millones de personas, la inflación en 2018 llegó a 1 millón 698 mil 488 por ciento y se pronostica 10 millones por ciento para el presente año, donde la legitimidad de la reelección de Nicolás Maduro es cuestionada y donde las distintas predicciones a futuro son funestas, ¿qué tan sensato es mantenerse al margen esgrimiendo preceptos constitucionales? ¿O quizás es tiempo de participar activamente, comprometiéndose junto con otros 13 países de la región a fin de contribuir al restablecimiento de la democracia en Venezuela?

En el interconectado mundo actual convertido en una aldea global de instantánea comunicación, ¿procede argüir que cada país se rasque con sus propias uñas? Arrieros somos y en el camino andamos, ¿en tiempo de apremio, nos convencería o tranquilizaría saber que la constitución de algún país amigo le impide intervenir en los asuntos de otros?

El presidente López Obrador proyecta ser respetuoso de todos los pueblos y gobiernos del orbe. Suena bien, pero ¿cuánto pueblo existe por cada gobierno? Preocupémonos y ocupémonos por los muchos venezolanos que sufren la dictadura.