Conservadores vs. Liberales

El devenir de las sociedades nos ha mostrado la importancia del pluralismo ideológico. Si, por una parte, el consenso es fundamental para llevar a cabo proyectos decisivos de la vida pública, por otra, el disenso nos ayuda a alimentar desde otro enfoque las soluciones que las sociedades requieren. Solo en la diferencia fecunda la creatividad, de allí la importancia de no estigmatizar las divergencias del pensamiento humano.

Entre las distintas corrientes de pensamiento, una de las comparaciones más recurrentes últimamente ha sido la que contrapone a liberales y conservadores. Buena parte de la historia de México se ha explicado, incluso, como una especie de lucha continuada entre estas dos ideologías. No obstante, vale la pena reflexionar la evolución de la sociedad mexicana: en su origen, el liberalismo fue una corriente surgida en la Europa del siglo XVII que influyó en la teoría política y económica, principalmente. Entre sus principales postulados estuvo la defensa de la libertad individual, la propiedad privada y el establecimiento de límites al Estado. De las lecturas de Locke, Smith, Montesquieu o John Stuart Mill, expositores de esta corriente, se conformó el programa político liberal.

Fue a mediados del siglo XIX cuando en nuestro país se enfrentaron con mayor claridad los proyectos políticos de conservadores y liberales. Los conservadores pugnaban por un Estado centralizado, con un gobierno monárquico y católico, mientras que el bando liberal abogaba por el federalismo, el laicismo y la forma de gobierno republicana. La generación de liberales mexicanos triunfó política e ideológicamente: México jamás volvió a ser centralista, monárquico o eclesiástico. Desde la República restaurada hasta nuestros días nuestro país ha consolidado las libertades, el laicismo, la división de poderes y el constitucionalismo. 

Por esas razones, el contexto actual es muy distinto. Ya no es preciso formular distinciones categóricas entre ambos. La paulatina consolidación democrática en México, la evolución de las instituciones sociales, la composición heterogénea de la población, el acelerado avance científico y tecnológico han hecho de la sociedad mexicana una de las más diversas del mundo. El filósofo Adolfo Sánchez Vázquez explica que el pensamiento debe sujetarse a ciertas exigencias, como mantener los ideales o propósitos emancipatorios sin los que carecería de sentido la función práctica de la filosofía; apoyarse en el fundamento racional que proporcionan las ciencias, pues ninguna transformación del mundo es posible sobre la base de ilusiones, falacias o supersticiones y admitir el diálogo, la discusión, el intercambio de razones, es decir, reconocer que no poseemos el monopolio de la verdad y que estamos abiertos a las críticas del otro.

Sin poner en duda el legado liberal, base de nuestro proyecto de nación, existen varios ejemplos de cómo diversos grupos identificados con el conservadurismo sirvieron a causas liberales. Basta recordar que la independencia de México fue, en buena medida, una reacción de los conservadores a las reformas liberales que ocurrían en España o que los clérigos jugaron un papel destacado en la cohesión de comunidades y labor social hacia los sectores más necesitados. 

La mezcla de corrientes de pensamiento dio frutos a nuestro país. Por ello, la lección debe ser valorar el pluralismo y diversidad, pues incluso entre polos opuestos pueden existir coincidencias. Cada pueblo, afirmó José Ortega y Gasset, es el ensayo de una nueva manera de vivir, es decir, de una nueva manera de sentir la existencia. Encontremos, a través del diálogo plural y la riqueza de pensamiento, las soluciones que nuestro país demanda.