Morro, artesanía en extinción en Juchitán

Del centenario árbol sembrado en el patio de su vivienda, William Velásquez arranca un fruto verde semiesférico que no rebasa los 10 centímetro de diámetro, toma un pequeño serrucho y corta la dura corteza: adentro está una masa blanca de consistencia semileñosa con sabor semidulce, conocido entre los zapotecas como Bitu xiga (morro).

El árbol de morro existe en toda Mesoamérica y el Caribe, pero en el Istmo de Tehuantepec se encuentra en extinción, a pesar de que siempre estuvo presente entre los grupos étnicos que conviven en la zona como medicina, utensilio, juguete y artesanía.

Función artesanal

En el pueblo de Congregación Almoloya, agencia del Barrio de la Soledad de la zona norte del Istmo de Tehuantepec, vive el artesano ecologista William Velásquez, quien desde su taller promueve el uso del morro de tamaño mediano como jícara para tomar pozol, café o agua, y el pequeño, como medida para algún grano, para degustar mezcal, pero sobre todo como artesanía o bisutería.

William se dedicó por muchos años al turismo lejos de su tierra; cuando regresó al pueblo se encontró con la terrible invasión del plástico, por lo que emprendió una campaña con niños para recuperar primero el río que los alimenta, y luego centrarse en el uso de la jícara de morro y los utensilios de barro en las fiestas patronales, que con el tiempo fueron sustituidos por el unicel.

“La jícara del morro es un material fresco, tiene la virtud de que al enjuagarse se le quitan los sabores de comida y bebida, aquí no se adhieren los sabores”, explica.

Recuerda que hasta hace 20 años no existía una sola casa que no tuviera por lo menos dos árboles de morro, hoy es raro verlos; él mantiene uno de más de 100 años, del cual obtiene dos veces al año entre 40 y 50 frutos por temporada; la primera de octubre a noviembre, la segunda de febrero a mayo.

Fruto

Este artesano ha investigado a profundidad el fruto, sus usos y propiedades, así que de memoria se sabe los nombres científicos de las dos variedades: Crescentia alata y Crescentia cujete. En la parte baja de la planicie zapoteca se conocen como morro jícara (las grandes) y morro llano (las pequeñas de cuatro a cinco centímetros).

Desde hace cinco años William le encontró al morro el uso artesanal, por lo que elabora con ellas desde objetos decorativos que van de los 20 hasta los 800 pesos. Gracias a la organización Yoo Beñe, que se formó en Asunción Ixtaltepec después del sismo del 7 de septiembre de 2017 para apoyar a artesanos a reconstruir su economía, está preparando su primera exportación de productos a la tienda de Artesanías Oaxaqueñas en McAllen, Texas, a través de la Fundación de las Culturas Oaxaqueñas.

Como parte de una iniciativa ecológica, William empezó a reproducir la planta en su pequeño vivero para que se empiece a reforestar la zona, además promueve que por lo menos nuevamente cada familia tenga uno de estos árboles sagrados en su patio.

Proceso

Si lo que se busca es que el fruto sirva como plato se utiliza la variedad más grande, por lo que se espera que madure entre cinco o seis meses para que tenga una resistencia de hasta 100 años de durabilidad. Si es para uso artesanal, con tres meses en el árbol basta. Se cosecha cuando el fruto tiene un color verde mate. “Si se requiere tener un utensilio para cocina más blanco, porque después del cocido adquiere un color café claro, se utiliza ceniza y se logra el blanqueado. También tenemos un secado más rápido que no requiere cocido, pero es más para objetos artesanales”, explica William.

El pintado o grabado de figuras le toma a William varias horas al día debido a la práctica, pero a sus alumnos en los talleres es más lento.

Al año llega a crear alrededor de dos mil 500 piezas artesanales del morro.

Uso medicinal

En Juchitán el fragmento de la corteza del fruto seco es utilizado por los alfareros para darle forma a sus ollas y hasta para pulirlos; aún existen artesanos que elaboran con los frutos más pequeños un juguete rústico que se parece al trompo llamado Xiga bizunu, pero se le coloca un soporte de madera y se le cuelgan dos piedritas para que haga ruido al girar.

Diez árboles

La médico tradicional Isabel Jiménez Salinas tiene identificado en todo Juchitán menos de 10 árboles de morro, prácticamente en la zona están en peligro de extinción. “Antes se lograban ver en casi todas las casas, con el tiempo la gente los empezó a tirar porque no les veían un uso, cuando es un árbol sagrado para nosotros, pues es curativo su fruto, su corteza y sus hojas. En el campo también era fácil localizarlos, pero con el acaparamiento de los parques eólicos de nuestros espacios verdes también se perdieron. Ahora sólo tengo identificados como seis en todo Juchitán”.

Con sus conocimientos sobre herbolaria, esta zapoteca elabora el jarabe de morro con la variedad pequeña (morro llano) para atacar el asma y bronquitis. Para lograr el jarabe realiza una mezcla de la pulpa con ocote, la salvia real, eucalipto, árnica y polvo de caparazón de armadillo, además de endulzarlo con miel de abeja y azúcar. También se puede lograr un tónico para la tos crónica.

Para los golpes se utiliza la pulpa como cataplasma y en té las hojas para tratar los golpes internos o golpes en los pulmones.