La tarde del viernes 8 de diciembre la ermita del Cerrito fue la sede para que un grupo de pobladores que preservan las tradiciones zoques hiciera el ritual de la siembra de la milpa, actividad incluida en el calendario de festividades zoques.
Esta tradición consiste en que mujeres salen de la iglesia del Cerrito llevando entre sus manos algunas semillas de maíz junto con una vela e ingresan en una casa hecha de madera y forrada de hojas de plátano secas. Al entrar en la casa las mujeres depositan las semillas en una especie de caja de tierra que hay al centro, mientras los hombres avientan agua a las mujeres, quienes esperan valientemente hasta que terminen las jicaradas. Posteriormente son los hombres quienes ingresan a la casa y también son rociados con agua.
De acuerdo con el cronista Sergio de la Cruz, esta actividad es una de las festividades de la mayordomía zoque de Tuxtla Gutiérrez, celebrada cada 8 de diciembre y que sirve a manera de presagió para saber en qué fechas sembrar y si las lluvias serán constantes.
Los “viejos zoques” practicaban esta actividad para tratar de predecir si las cosechas serían las adecuadas. Los antiguos zoques miraban al cielo y a partir de la posición del sol y de la luna sabían los secretos del año agrícola.
Ahora Tuxtla ya no es una ciudad que practique la agricultura; casi no hay campesinos que se guíen por esta actividad, pero sí interesados que continúan realizando los rituales para no dejar que se pierda “el costumbre”, ya que se perdería también la identidad de una cultura que ha sido acorralada por la urbanización.
“En la cosmovisión zoque los hombres que habitaban la tierra debían realizar una serie de actividades que propiciaran los favores de los dioses para que estos a su vez se vieran reflejados en la cosecha. En ese sentido, es por eso que se tiene diversos rituales propiciatorios, como los de petición de lluvia y demás relacionados con el ciclo agrícola”, expresa Sergio de la Cruz en el libro Zoques de Tuxtla (2017)