“Recuperar” la paz

Pasa que a veces algunos políticos tienen alguna noción de determinados conceptos, aunque no siempre terminan de entenderlos. En el debate, Anaya empezaba a esbozar una idea acerca de lo que es la paz, pero terminó cometiendo errores discursivos comunes. “La paz es mucho más que ausencia de conflicto”, dijo, “vamos a recuperar la paz”. La cuestión es que la paz no es “mucho más” que la ausencia de conflicto; de hecho, un estado de paz no implica, en lo absoluto, la ausencia de conflicto. El conflicto es natural a las interacciones humanas, partiendo de que somos seres diversos, creemos en cosas distintas, tenemos formas diferentes de pensar y de comportarnos. Sin embargo, las sociedades más pacíficas desarrollan mecanismos no violentos para procesar los conflictos que emergen de esa pluralidad. Obviamente, si optamos por la violencia para resolver dichos conflictos, entonces la paz se disipa. Ahora bien, es verdad que la paz es mucho más que la ausencia de conflicto violento, una idea más cercana, quizás, a la que Anaya quiso transmitir, salvo que pocos instantes después, repitió lo de siempre: “Vamos a ‘recuperar’ la paz”, lo que exhibe un débil entendimiento del tema pues supone que solo porque hace algunos años la violencia era menor, entonces automáticamente vivíamos circunstancias de “paz”.

En los textos de autores clásicos como Galtung, Alger, o en reportes de centros especializados, podemos encontrar que la paz tiene un lado negativo (eso que la paz no es), que consiste en la ausencia de violencia y la ausencia de miedo a la violencia; y otro ángulo positivo, aquellos factores que le constituyen o la facilitan, todo aquello que la paz sí es. Condensando esos conceptos, el Instituto para la Economía y la Paz describe ocho indicadores llamados las columnas de la paz: (1) gobiernos que funcionan adecuadamente, (2) distribución equitativa de los recursos, (3) el flujo libre de la información, (4) un ambiente sano y propicio para negocios y empresas, (5) un alto nivel de capital humano (generado a través de educación, capacitación, investigación y desarrollo), (6) la aceptación de los derechos de otras personas, (7) bajos niveles de corrupción, y (8) buenas relaciones entre vecinos (cohesión social).

La clave está en enriquecer la forma como entendemos el tema. Cambiar de chip. Superar la conversación que solo habla de cómo reducir las violencias, o incluso cómo “prevenirlas”, por una conversación que se enfoque en construir una paz positiva, desde la raíz, lo que incluye, sin duda, la reducción de dichas violencias, pero que no se limita a ello. La idea es no mirar estos pilares de manera aislada, sino como parte de un gran paraguas de construcción de paz.

Entendemos que estos temas pueden ser apabullantes. Sin embargo, una mejor comprensión de estos conceptos nos permite dibujar mapas de acción desde el corto y el mediano hasta el largo plazo, y no solo en cuanto a política gubernamental, sino de manera colaborativa, en cuanto a acciones locales, estatales y federales, en los sectores público, privado, social, en la academia, en los medios y entre todos los actores de la sociedad. Además, hay casos internacionales que demuestran que ciertos avances en algunos de esos aspectos pueden arrojar resultados inmediatos. El punto es que no hay forma de “recuperar” condiciones sociales que no hemos tenido. La paz necesita ser construida. Y precisamente porque nos va a tomar mucho tiempo lograrlo, vale más que la entendamos y la planteemos mucho mejor que como hasta ahora la hemos entendido y planteado.