Seguridad acerera

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado la imposición de aranceles de importación al acero y aluminio a su país. Aunque la decisión todavía no ha sido oficializada ni publicada, la propuesta parece consistir en un arancel de 25% para acero y 10% para aluminio.

El gobierno de Estados Unidos ha buscado por todos los medios plasmar la visión de su presidente y sus promesas de campaña en políticas comerciales proteccionistas. Trump ha tenido desde hace varias décadas una fuerte inclinación proteccionista e interpreta las relaciones comerciales internacionales en términos exclusivamente de ganadores y perdedores. Para él, tener un déficit comercial implica una ventaja injusta para aquéllos que tengan superávit y un fracaso.

Su discurso más emblemático lo dio el día en que tomó posesión cuando afirmó que Estados Unidos estaba sufriendo una carnicería, que el resto de los países tomaban ventaja injusta de su debilidad y que de ahora en adelante cada quien debería velar por sus intereses y mandar al diablo los del resto. Esta visión negativa y pesimista del mundo, de las relaciones internacionales y de su propio país implica un profundo retroceso en política exterior.

Sin embargo, una vez en la Casa Blanca, Trump se ha topado con la terca realidad de que no es tan fácil modificar la política comercial y que un número creciente de grupos de interés se opone a cerrar su economía. Ha mostrado su hostilidad a que Estados Unidos tenga aranceles de nación más favorecida, que se aplican a las importaciones de miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC), relativamente bajos, y al hecho que México no tenga que pagar aranceles al exportar coches a la Unión Europea, pero a sus exportadores se les cobre 10%.

Sin embargo, el regreso de Peter Navarro a la primera línea de la Casa Blanca, después de haber sido marginado casi un año entero, coincide con el relanzamiento de un instrumento para la imposición de aranceles sin límite. Todos los tratados de libre comercio, la OMC y las leyes domésticas en materia de comercio exterior incluyen una excepción para la imposición de aranceles y restricciones de productos en términos de seguridad nacional. Es decir, todos los países se reservan el derecho a cerrar parcial o totalmente sus economías a la importación de uno o varios productos en caso de guerra, en relación con enemigos declarados y en el ámbito de tráfico de armas.

Esta excepción tiene como único objetivo resguardar la seguridad nacional de cada país. En caso de una emergencia bélica o relaciones con un enemigo, los gobiernos tienen la posibilidad de imponer medidas para detener o impedir el tránsito y comercialización de mercancías en su territorio. La excepción de seguridad nacional es, por naturaleza, absoluta: bajo ella se puede imponer cualquier restricción, no importa qué tan severa, y los países afectados no tienen derecho a compensación alguna.

Si Canadá y México no son excluidos, se vuelve clave que ambos implementen una estrategia inteligente de represalias con el único objetivo de que se revierta la medida, pero no para proteger a sus industrias de acero o aluminio. Vale la pena recordar que si los aranceles permanecieran, la manufactura mexicana sería más competitiva con relación a la de Estados Unidos en su propio mercado y en el resto del mundo. Esto implica una oportunidad para desplazarla y acabar exportando más acero y aluminio, pero incorporado en bienes finales. Esto sólo funciona, sin embargo, si en México no se encarecen estos insumos.