Sergio Ramírez, a días de recibir Premio Cervantes
Sergio Ramírez es el primer autor centroamericano que gana el galardón. Cortesía

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez vino a Madrid para recibir el Premio Cervantes de Literatura. Es el primer autor centroamericano en ganarlo y por eso los ámbitos académico y literario lo presentan como el heredero de la tradición literaria de su coterráneo Rubén Darío.

Después de un premio como el Cervantes, ¿un escritor aspira a algo más?

Simplemente seguir escribiendo. Esa es mi gran aspiración. Los premios no son más que mojones en el camino que marcan una vida literaria. Me hago la dichosa reflexión de que ahora puedo mirar hacia atrás, a mi obra, y digo que es digna de este reconocimiento y por eso me siento feliz. Pero no tanto como para detenerme, pues quiero seguir adelante mientras tenga ideas imaginativas en la cabeza.

Tras una vida entregada a las letras, ¿ha llegado a una conclusión de lo que se trata esto que llamamos literatura?

Es la vida. Es como decía Darío de la obra de Cervantes: “Él es la vida y la naturaleza”. Y la literatura es eso, la vida y la naturaleza. Las experiencias, la memoria, lo que uno recuerda de lo que ha leído, todo se junta en la literatura.

Para lo que también sería imprescindible estar enamorado del idioma.

Así es. Tengo adoración por lo que es la lengua. Siento que escribo en la mejor lengua del mundo. Es vasta, cambiante, todos los días da sorpresas, neologismos y tiene una diversidad asombrosa; se habla de una manera específica entre la comunidad hispana en Chicago, de otra en la región andina o en el Caribe y de otra en San Antonio, Texas, o en el Río de la Plata.

Además nuestra lengua es rica en mixtura. La lengua de la que yo vengo es la del Siglo de Oro, que todavía se hablaba entre los campesinos de la zona donde nací, pero también de la lengua náhuatl.

En Nicaragua —prosigue el colaborador de La Jornada—, de cada 20 palabras que hablamos, cinco vienen del náhuatl o del mangue. Está en todas partes esta mixtura, en las toponimias, nombres de ríos, de lagunas, de lugares... Además de los términos africanos que tiene esta lengua, que la hemos obviado históricamente porque preferimos ponerle un velo, pero me siento muy orgulloso de que también seamos africanos. Eso enriquece nuestra riqueza lingüística y nuestra propia herencia cultural.

¿Y la poesía? ¿La suele leer?

Muchísimo. Cuando quiero escribir una novela lo primero que hago es leer poesía, porque quiero abrirme el oído al ritmo, a la melodía de la lengua. Así que recurro mucho a la lectura poética. Cuando era adolescente en las mesas de las librerías uno se encontraba siempre a Neruda, a Vallejo, a Alberti, y ahora no sé qué tanto los jóvenes leen poesía, pero quien no lee a José Emilio Pacheco o Juan Gelman hace muy mal, pues son los dos grandes poetas de la lengua moderna. No veo cómo un joven que desee hacer literatura puede dirigirse a ésta sin leer poesía.