Tombuctú trabaja para hallar el camino a la paz

Junto con otras ciudades del norte de Mali, Tombuctú estuvo por nueve meses bajo control de grupos yihadistas. A pesar de que fue liberada hace ya cuatro años gracias a la intervención militar conjunta de malienses, franceses y chadianos, a Tombuctú le está costando encontrar el camino de la paz.

Mientras tanto, la Misión Multidimensional Integrada de las Naciones Unidas para la Estabilización en Mali (Minusma), presente en el país desde hace más de dos años, intenta por todos los medios curar las profundas heridas que dejaron los extremistas.

Tombuctú (en tamashek, la lengua de los tuaregs, “el pozo de Buktu”) llegó al máximo de su esplendor entre el 1300 y el 1500, cuando fue un importante polo cultural y comercial del mundo árabe.

Con los siglos fue adquiriendo cada vez más importancia debido a su estratégica ubicación: situada a pocos kilómetros del río Níger, es el último gran puerto antes del Océano Sahara. No es casualidad que una región tan remota, a las puertas del desierto, sea uno de los principales nudos de tráfico de todo tipo, incluidos el narcotráfico y la trata de personas.

En abril de 2012, los tuaregs, uno de los principales grupos étnicos de la región, organizaron una rebelión contra el gobierno central de Bamako, declarando la independencia de lo que ellos llaman Azawad (en tamashek, “la tierra de pasto”).

Junto al de Tombuctú, ocuparon los territorios de Gao y Kidal, y se apropiaron así de lo que ellos consideran sus tierras ancestrales.

Para ello, los tuaregs se aliaron con Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que contribuyó a instaurar una forma muy extrema de la sharia (en árabe, “ley islámica”), que preveía, entre otras cosas, la amputación de la mano en la plaza pública para los ladrones y otros severos castigos corporales.

En el momento de la rebelión, las Fuerzas Armadas Malianas (FAMA) estaban desprevenidas, incluso abandonaban sus posiciones.

Fue sobre todo gracias a la intervención militar de Francia y Chad que a principios del 2013 Tombuctú, Gao y Kidal fueron liberadas de la presencia yihadista. Pero su liberación ha dejado abiertas muchas heridas entre la población local.

La región de Tombuctú está habitada por cuatro grupos étnicos: los tuaregs, los árabes, los sonrai (negros, históricamente agricultores) y los bella (negros, con el mismo idioma y la misma cultura que los tuaregs, y que anteriormente fueron esclavos de los tuaregs).

Estos dos últimos grupos acusan a los dos primeros de connivencia con los yihadistas y en muchos casos han estado involucrados en la violencia indiscriminada contra los de piel clara.

Así, los tuaregs y los árabes prefirieron dejar Tombuctú y se refugiaron en el desierto de Argelia y en campos de refugiados en Mauritania, Níger y Burkina Faso, y hasta hace poco no habían comenzado a regresar.

Es en este extremamente delicado contexto que en 2014 se estableció en el norte de Mali la misión de la ONU Minusma, de acuerdo con la resolución 2100 del 25 de abril de 2013 del Consejo de Seguridad para apoyar la transición política y contribuir a la estabilización de Mali.

Al adoptar por unanimidad la resolución 2164 del 25 de junio del 2014, el Consejo decidió también que la misión se concentrase en tareas tales como garantizar la seguridad, la protección de los civiles y el respeto de los derechos humanos; fomentar el diálogo político y la reconciliación nacional y ayudar al restablecimiento de la autoridad del Estado.

En Mali el personal de la Minusma asciende a unas 15 mil unidades, entre militares y civiles, y alrededor de una quinta parte de ellos que operan en la región de Tombuctú.

“El área de Tombuctú -explica el coronel Karlsson, sueco, responsable militar de la Minusma del sector occidental de la región de Tombuctú- es realmente muy grande. Disponemos de tres batallones de infantería, dos de Burkina Faso y uno de Togo”.