Trump y AMLO

¿Cuál será la relación personal entre Trump y AMLO? ¿Habrá algún tipo de contacto más allá de la liturgia diplomática? Peña Nieto juega golf como Trump, pero Trump no juega beis como AMLO. No está fácil. Si se llevan mal, malo para la relación institucional México-Estados Unidos, si se llevan bien, malo para el sentimiento nacional mexicano. Desde que Trump visitó a Peña Nieto en Los Pinos es el extraño enemigo (el “masiosare”) a que alude el Himno Nacional.

Trump es impredecible, empujó de mala manera al primer ministro de Montenegro, pero con AMLO deberá tener cuidado, porque no sabe con quién se mete. Por lo pronto ha tendido puentes: ha dicho que AMLO le parece un caballero y que le cae mejor que el capitalista (Peña). No hay que creerle, lo que afirma en la mañana lo niega por la tarde.

La cercanía de las elecciones intermedias tendrá repercusiones en la política de EU, pero afectará al mundo y particularmente a México. En EU se vive una crisis política y una división interior azuzada por el desequilibrio del presidente. Su desempeño ha generado un creciente grado de inestabilidad política, que contrasta con el éxito económico que heredó del gobierno de Obama. 

El fantasma del juicio político, el impeachment, ronda por Washington DC y existe la suposición que de darse un triunfo demócrata en noviembre que alterara la composición del Congreso, Trump podría dejar el cargo (Según CNN 52% está a favor del impeachment). No es fácil predecir qué sucederá con el eventual o supuesto triunfo demócrata, pero lo cierto es que el vicepresidente Mike Pence, en caso de que Trump dejara el cargo, no parece mejor opción.

En los chismes derivados de un artículo anónimo, escrito por un alto funcionario del gobierno federal, publicado por el New York Times, mismo que ha puesto de cabeza a la administración, se ha especulado si el alto funcionario que publicó el artículo será el mismo vicepresidente Pence. La razón es debido a que utiliza a menudo la palabra “lodestar” (estrella polar). Expresión no muy común en la jerga política estadounidense. Pence no solo jura que no fue él, sino que ofrece someterse al detector de mentiras. La sospecha se sustenta además en el adagio de que para encontrar al culpable del crimen hay que identificar quién se beneficia del mismo.

Pence y cerca de treinta funcionarios han declarado no ser los autores del artículo anónimo. El artículo ha sido una bomba por lo que dice, y por lo que no dice (el nombre del autor). Es la expresión de un conflicto mayor entre el presidente de Estados Unidos y el periódico más influyente de ese país: The New York Times. ¿Qué tan ético resulta publicar anónimos? ¿Qué tanto valor pueden tener las denuncias anónimas? ¿Se podrá obligar al New York Times, por razones de seguridad nacional, develar su fuente?

En este clima político, o en uno todavía más candente en el vecino país, se dará el cambio de administración en México. Por la cortesía inevitable, Trump estará seguramente invitado a la toma de posesión. Por razones de seguridad, es de esperarse que no acuda al Congreso mexicano, pues quién sabe cómo le vaya a ir con la bancada Morena. Un buen tema de consulta popular sería preguntar si AMLO debe o no invitar a Trump. Tengo la convicción de que la gran mayoría en México estaría furioso de que viniera.

Se ha corrido la idea de que Trump y AMLO se parecen. Nada más alejado de la realidad. Para empezar AMLO es un político profesional que dedicó su vida a esa actividad. Trump por el contrario es un apolítico, que si llegó a donde llegó es por su éxito y adhesión a los principios del mundo del glamour, la trivia y la riqueza; AMLO, por su parte, llegó a donde llegó por apartarse precisamente de la riqueza. AMLO es producto del esfuerzo, mientras que no puede haber otro ejemplo más claro de la cultura del privilegio que la del extraño enemigo. AMLO pretende ejercer un liderazgo moral, Trump ejerce un liderazgo inmoral