El director de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas de Chiapas, Fabián Rivera Juárez, comenta cuáles fueron las condiciones y los retos al tomar la dirección del instituto, en un estado que cuenta con uno de los índices de lectura más bajos y ante un contexto de pandemia.
Su entrada es reciente, pues tomó la batuta en enero de 2021, y al encontrarse en un proceso de cierre de ayuntamientos, lo único que ha podido hacer son diagnósticos y participar en actividades sociales y culturales para promover uno de sus mayores gustos, la literatura.
“Le estamos dando un seguimiento mensual a cada una de las bibliotecas del estado, para ver cómo están funcionando; más bien, es darle una continuidad al trabajo administrativo, es lo que nos ha tocado, sobre todo tomando en cuenta el contexto de pandemia”.
Expuso que las bibliotecas están funcionales, pero no todas están abiertas, “lo que pasa es que funcionan de acuerdo a las decisiones de cada edil, nosotros como Consejo, no tomamos la decisión acerca de su funcionamiento. Eso le corresponde a cada ayuntamiento”.
Y añadió que “las de los centros urbanos más importantes de Chiapas están funcionando, las de Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal y Comitán”.
Chiapas es uno de los estados con menores núcleos urbanos, ¿cuál es la importancia de las bibliotecas en las comunidades rurales y en las ciudades?.
“En los centros urbanos funcionan como tal, como espacios para poder leer, investigar, realizar tareas, con un poder de comunión importante, algo bonito para quienes las utilizan.
“Pero en las comunidades, sobre todo las que están muy alejadas, el uso es muy diferente, pues suelen ser centros de reunión con profesores comunitarios, casas de cultura, lugares con más afluencia y con un aspecto más formativo.
“Por ejemplo, aquí en la ciudad uno ni pela a las enciclopedias, pero llevamos un conjunto a municipios alejados y son una maravilla, porque les sirven para hacer sus tareas, y de ahí agarran toda la información; por eso es importante acercamos a estos lugares, para tener una visión más clara de lo que sucede”.
La entidad tiene uno de los lugares más bajos de lectura en el país, ¿tienes alguna postura o algún plan para cambiar esa realidad?
“El primer trabajo que se tiene que realizar es reconocer a las comunidades lectoras que están en la sociedad, y observar cómo confluyen o se relacionan con las bibliotecas de su entorno.
“El segundo paso es replantear la imagen de la biblioteca, para dejar de verla como una bodega para libros y convertirlas en espacios de congregación y de apertura.
“El fin es que se conviertan en centros atractivos para la comunidad, donde no solamente lleguen a leer, sino también que sean lugares donde participen de otras maneras, compartiendo sus saberes en actividades sociales y culturales”.
Borges imaginaba el paraíso como una biblioteca, ¿qué tipo de paraíso son las bibliotecas en Tuxtla?
“Más que paraísos, son oasis de conocimiento, porque guardan dentro de sí pequeñas comunidades invisibles de lectores, personas silenciosas a las que no les gusta el ruido, pero que son activas intelectualmente hablando; las personas lectoras buscan estos espacios de soledad para poder leer o para hacer sus actividades.
“Es que no podemos comparar un concierto de K-Paz de la Sierra con la comunidad lectora, son cuestiones culturales diametralmente opuestas. Mucha gente piensa que no hay lectores, que poca gente lee en la ciudad, pero son prejuicios; los hay, sólo que no están haciendo ruido, son personas que buscan las bibliotecas o espacios tranquilos para encontrar el silencio. Pero de que hay una comunidad lectora, la hay”, concluyó.
“Tenemos que ver a las bibliotecas como espacios de confluencia de actividades artísticas y culturales”.
“Las bibliotecas son oasis de conocimiento, porque guardan dentro de sí pequeñas comunidades invisibles de lectores”.
“En las comunidades las bibliotecas suelen ser centros de reunión con profesores comunitarios, casas de cultura, lugares con más afluencia y con un aspecto más formativo”.