Ben Dobson, de Hudson Carbon, consideró la decisión de México como una gran oportunidad para toda América, puesto que ahora en Estados Unidos el 90 % del maíz es transgénico, más del 95 % de la soya es transgénica y existe contaminación de químicos en casi todas las zonas agrícolas, afectando la salud de la población.

Durante la rueda de prensa “Un México sin maíces transgénicos: hacia una propuesta trinacional”, de la campaña nacional Sin Maíz no hay País, en la que participaron expertos internacionales en la materia, Mercedes López Martínez —de la campaña nacional— partió del decreto presidencial publicado en febrero de este año.

El mismo que prohíbe directamente el uso de maíz genéticamente modificado para la producción de masa y tortilla, además de la sustitución gradual de su uso en la industria de alimentos y la alimentación animal y del uso, enajenación, distribución, promoción e importación de glifosato.

“No solo fue una decisión del gobierno mexicano, es también producto de la organización y lucha de largo aliento de comunidades originarias mesoamericanas, responsables de la inmensa variedad de maíces nativos existentes, de comunidades campesinas, que siguen sembrando milpa y maíz, y de movimientos sociales como la campaña nacional“, señaló la activista.

Los expertos coincidieron en que se encuentran frente a intereses transnacionales de grandes corporaciones aliadas con gobiernos para sembrar e importar maíces transgénicos; y las consecuencias de permitir los cultivos transgénicos controlados por empresas como Monsanto, ahora Bayer, han acelerado la destrucción de la agricultura familiar en EE. UU., expulsando a millones de campesinos de todo el mundo y contribuyendo a la crisis migratoria mundial.