Adriana Varejáo se inspira en la pintura de castas
El Museo Tamayo es el recinto que alberga la obra de Adriana Varejáo. Cortesía

En la capa oculta bajo la belleza primera de azulejos barrocos se derraman la carne viva y roja. En otra obra, tras una seductora figura de convite que invita a otro mundo, el espectador se encuentra con escenas de antropofagia. “La belleza —dice la artista brasileña Adriana Varejáo, citando a André Bretón— será convulsiva o no será”.

Adriana Varejáo está en México para exponer, en el Museo Tamayo, “Otros cuerpos detrás”, que incluye alrededor de 17 obras, entre pintura, escultura y la última versión de la instalación Polvo, que está formada a su vez por retratos y otras piezas, algunas sobre el lenguaje, el muy diverso lenguaje que alguna vez hubo para definir los colores de piel. El arte, dice la artista frente a la obra, solo reconoce el rosa como color piel.

Barroco, racismo, mestizaje, colonialismo son vocablos en el lenguaje de Varejáo (Río de Janeiro, 1964), quien había desarrollado en México el proyecto Viajeros del sur. México ha resultado clave no sólo para descubrir otros rostros del barroco, sino para definir su vocación de artista latinoamericana.

Polvo es una instalación que habla del mestizaje y los colores de piel. La obra partió de una investigación en torno de las pinturas de castas. Su antecedente está en la primera sala del Museo, Testemunhas oculares X, Y e Z, (Testigos oculares X, Y, Z), tres autorretratos como india, mora y china: “Mi trabajo habla mucho sobre el colonialismo, la pintura de castas es sobre esto, una administración del mestizaje, una especie de jerarquía, y castas viene de casta, de puros. Es una cuestión muy ligada a una jerarquía de poder: cuanto más lejos de la mezcla más jerárquicamente superior. Y esto es estructural de nuestras culturas, hasta hoy vemos que no hay una homogenización de los papeles”.

¿Enfatizas que eres artista latinoamericana?, se le pregunta. “Antes de los 70 había una identidad latinoamericana que nos unía, había sistemas políticos y luchas que unían a América Latina. Con las dictaduras militares de América del Sur pienso que esta identidad quedó fragmentada, se diluyó. Yo nací en el 64, el año del golpe militar. Y era como si Brasil estuviera de espaldas hacia América Latina. Toda la cultura era más con Europa y Estados Unidos, que con América Latina”.

Adriana Varejáo encuentra que a diferencia de lo que pasaba en los 90, cuando los artistas tenían vergüenza de ser llamados latinoamericanos, “hoy las culturas marginales son más consideradas”, señala.

“Me empecé a autodenominar artista latinoamericana con mucho orgullo. También porque mi obra habla de una identidad, el colonialismo, somos colonizados todos en Latinoamérica. Esa es una marca de identidad muy fuerte; no nada más de Brasil, de todos los países”, agrega.