Animales que brillan en la oscuridad

Aunque es algo relativamente inusual, existen seres vivos con la capacidad de emitir su propia luz. Esto se denomina bioluminiscencia y puede servir como medio de comunicación, amenaza o cebo para cazar

Las luciérnagas, candiles en el bosque

Entre las luciérnagas, solo las hembras, ápteras —sin alas—, son capaces de brillar, y lo hacen por la región final del abdomen. Los machos, alados, revolotean en la noche buscando esos diminutos puntos de luz que iluminan el bosque, como estrellas que muestran a los marineros el camino a casa.

Pero aunque sean capaces de emitir luz, el nombre de “candil” no les hace justicia. Un candil quema un combustible, generalmente un aceite u otro tipo de grasa que impregna una mecha de algodón, y su llama es la que alumbra en la oscuridad, como una diminuta antorcha. Sin embargo, el proceso químico que permite brillar a las luciérnagas es distinto.

Peces de las profundidades

En las zonas abisales del mar, en el oscuro abismo donde el sol no llega, existe un extraño ecosistema compuesto, principalmente, por animales y microorganismos que se alimentan de todo aquello que precipita de las partes donde hay más luz, y otros animales que se comen a estos primeros. Gran parte de esos animales son ciegos, pero no todos. De hecho, algunos peces utilizan la luz que emiten como forma de comunicación, reclamo, amenaza, o como cebo para atraer a sus presas.

Algunos no emiten luz por sí mismos, sino que contienen unos órganos bajo su piel en los que mantienen colonias de bacterias luminosas en simbiosis. Aunque, muchos otros, como los peces sapo del género Porichthys sí tienen un mecanismo propio de emisión de luz.

Entre estos peces luminosos están los peces víbora, los peces dragón, los peces demonio, y muchos otros animales de no menos aterradores nombres, que hacen honor a su nomenclatura con su aspecto espeluznante. Criaturas que parecen diseñadas por H. R. Giger o extraídas de alguna novela de H. P. Lovecraft, y que podrían poblar las pesadillas de quienes los han visto, si no fuera por su tamaño, ya que caben en la palma de la mano.

Ctenóforos

Casi la mitad de las especies de ctenóforos son bioluminiscentes. Aunque este extraño grupo de animales no contiene más de 170 especies conocidas. Además de emitir luz propia mediante reacciones de bioluminiscencia, en sus ocho hileras de cilios locomotores parecen proyectar los colores del arcoíris.

Aunque muchos afirman que esas hileras de colores cambiantes son producto también de la bioluminiscencia, no se trata de un fenómeno de emisión de luz sino de la difracción. El mismo tipo de difracción que descubrió Newton al hacer pasar un haz de luz blanca por un prisma. En efecto, esos cilios difractan la luz blanca que el ctenóforo recibe del ambiente, cambiando su coloración en función de la orientación de los cilios —y cambia también según desde dónde se le mire—.

La bioluminiscencia de los ctenóforos es tenue, de un tono azul o verdoso.

El calamar vampiro

Entre los cefalópodos también hay casos de bioluminiscencia, quizá el más fascinante sea el calamar vampiro. A pesar de su nombre, este cefalópodo, que no es ni pulpo ni calamar, tiene notables diferencias con estos. Por un lado, el número de brazos; tiene ocho y no diez, los puede regenerar si los pierde, la parte interna está cubierta de espinas en lugar de ventosas, y están unidos entre sí por una membrana. Además, tiene dos largos filamentos retráctiles.

Los órganos luminiscentes del calamar vampiro están situados bajo la piel, llamados fotóforos, se localizan en su mayoría al final de los brazos. La piel tiene una serie de células en forma de lente, transparentes, que se extienden o se comprimen gracias a músculos de la piel, abriendo o cerrando el paso de la luz.

Medusas con luz propia

Ciertas especies de medusa tienen una bioluminiscencia muy particular; emiten fogonazos de luz intermitentes que proceden de unas células especializadas localizadas en el endodermo —el tejido interno de la medusa—. Gracias a que su cuerpo es prácticamente transparente, actúa como difusor, y esa luz es visible desde el exterior, destacando los puntos brillantes, y dibujando en la oscuridad el cuerpo entero de la medusa.