Alan Parker, cineasta que falleció a los 76 años de edad, estuvo siempre contra el cine de autor, entendiendo este como el lugar donde el director era calificado como el máximo creativo en una película.

“Siempre argumenté en contra de la teoría del autor, las películas son una forma de arte colaborativa, yo he tenido personas increíblemente buenas que me han ayudado… Hacer una película es tan difícil que si no tienes, por ejemplo, a tus actores principales acompañando al resto del equipo, la vida puede ser difícil”, añadía.

Como él, considera el crítico Arturo Aguilar, no hay dos. Demostró que su rango de historias era amplio: lo mismo hacía El expresso de media noche, con las drogas como personajes, que dibujaba la juventud musical en Fama, retrataba a Pink Floyd, una de las bandas más influyentes del siglo XX o desbordaba tragedia en Missisipi en llamas.

“Hoy en día no se ven directores con esa versatilidad, eso ya lo hace muy importante; cuando estuvo al frente del British Film Institute trabajó para consolidar y difundir el cine inglés y luego escucharlo ir en contra de la teoría del autor, era algo interesante”, abunda Aguilar, especialista de W Radio y Gatopardo.

Alan Parker nació en Londres en 1944, hijo de una modista y un pintor de casas. En el mundo audiovisual empezó en la publicidad, hasta que le llegó la oportunidad en 1976 de dirigir Bugsy Malone, película de mafiosos con niños actores como Jodie Foster. Dos años después se encontraba dirigiendo El expresso de medianoche, con guión de un entonces casi desconocido Oliver Stone, que en los 80 explotaría como realizador.

Su filmografía contempla 25 largometrajes, los cuales le dieron dos nominaciones al Óscar como director; tres a los globos de Oro, siete en los festivales de Cannes y Berlín, ganando solo una vez (Alas de libertad, 1985) y cinco galardones Bafta, el reconocimiento cinematográfico más importante de su país natal.