De lo poético
Para dudas y comentarios, escribir a elangelazul47@hotmail.com. Cortesía

En esta ocasión, el escritor Gilberto Piña habla “De la poesía y de los poetas en la actualidad”.En un ejercicio de análisis y molesto, me propuse componer un poema que, fiel a la tradición del serventesio (estrofa que procede del provenzal) y en la línea trovadoresca, emplea esta estrofa para la composición satírica denominada sirventés; en cuanto al estado de la poesía en Chiapas y realizando una crítica a la baja calidad de la poesía que producen la mayoría de quienes se consideran poetas, lo intitulé “Serventesio a los malos poetas en Chiapas”, pero ¡oh, sorpresa!, ya se me habían adelantado en este quehacer.

¡Sí, señores! No puedo decirlo de otra manera, una mala calidad poética que abunda en lo mediocre, en el mal gusto; se aglutinan las palabras en una sintaxis básica que raya en el lenguaje oral. No tengo nada en contra del uso del lenguaje cotidiano en el quehacer poético, considero que en la poesía caben todos los lenguajes y todos los rompimientos de la lógica de la lengua; a partir de la creación de la imagen poética, en el descubrimiento de una nueva mirada del quehacer del poeta, todo es válido, mas no el mal gusto, mas no el poema sin poesía.

La mayoría, en la actualidad, de los mal llamados vates, sin más recursos amontonan las palabras sin lograr provocar, sin lograr cuestionar al lector; no hay mirada poética tras los títulos, no hay criticismo, elegancia, ingenio, mordacidad o sordidez que denuncien la condición humana en el uso de la palabras. Es el uso mediano del lenguaje, un uso rudo, mediocre, ridículo, de quienes no saben crear poesía ni hacen creer en ella; de quien ha perdido el ejercicio de la contemplación, del observar y poder traducir este ejercicio en palabras que no signifiquen propiamente lo que el lenguaje está designado a significar.

¡Qué amargo es encontrar a cada paso este tipo de composiciones! Se amontonan sus autores por doquier, sin ejercer un ápice de crítica en lo que escriben, sin estar conscientes del gran abismo que existe entre sus letras y la poesía; esto sucede en Chiapas, ¡qué barato se vende hoy el galano arte de ser poeta!

No conforme con ello, quienes intentan escribir poesía, contraviniendo el ejercicio del quehacer poético que en los escritos de Octavio Paz, en El Arco y la Lira, en el cual Paz afirma que el poeta no puede ser subsumido por el poder, porque el poeta pierde la libertad, no solamente de escribir sino también de pensar, corren el riesgo de abandonar toda postura crítica (aunque, aquí en Chiapas, pues ya no se corre ninguno, no hay recato en ello).

Se busca colgarse de las instituciones del Estado, como un posible asalariado en el ámbito de lo cultural; si no se buscase esto, se busca la regalía económica, se buscan los privilegios derivados del quehacer como meretrices de la pluma. Qué pensarían de ellos les princes de la bohême del siglo XIX, como lo describe Honore de Balzac, príncipes de la bohemia que se morían de hambre por producir arte; o qué diría el principio del movimiento romántico ars gratia artis (el arte por el arte).

Los poetas ahora se asocian y se cuelgan de las estructuras del Estado, se vuelven asociaciones, por un lado “riales” como si fueran dueños de la heredad de una lengua y de sus significados que corresponden a un español propiamente del siglo XVI y la evolución de él; una evolución de un español vulgar, grosero, rústico inculto, no galano, que se ha dado en una tierra olvidada por los procesos históricos en México. Se vuelven poetas filólogos que desentrañan, desenmarañan los enigmáticos usos de la lengua local, en los cuáles no hay causa ni razón. Como únicos guardianes de esa heredad inventada, que queda como elefante blanco, vacío, como una guasa, una burla jugada a la lengua y a la poesía.

Por el otro lado, quedan las asociaciones de poetas no tan “riales”, también enmarcadas en las estructuras del Estado, volviéndose propagandistas, asociando el ejercicio del poeta con el poder, condicionando el quehacer de la poesía. Queda así este quehacer poético sometido a las estructuras verticales del poder. He ahí la razón de que no haya crítica en la poesía; se respeta el statu quo, la letras no deben de ser transgresoras del orden al cual desean pertenecer y de alguna forma someten al poder la capacidad crítica del mirar poético. Deberían de saber los poetas con membresía que la única membresía para ser poeta es escribir poesía.

He aquí por qué abunda lo mediano, lo ridículo, lo mediocre, lo burdo en la poesía en Chiapas. Pero esto es solo un síntoma que refleja la verdadera enfermedad, un Estado en el cual se lee poco o casi nada, donde la cultura proporcionada por los libros no es atesorada; al contrario, la idiosincrasia de nuestro pueblo es despreciar el conocimiento y alabar los valores del capitalismo. No importa cuán ignorante se sea, lo importante es tener dinero para comer; es amasar dinero, entonces ¿qué importancia puede tener un poeta aquí? La lectura siempre será una visión del mundo, más la poesía; ciertamente se acerca a una mirada del mundo, toca las esquinas de la filosofía, sino es que transita los mismos rumbos del mirar filosófico, el cual necesita nuevas formas de resignificar, de decir.

“No solo de pan vive el hombre”, una frase célebre en el cristianismo. El hombre no solo vive de lo material, también tenemos alma, espíritu (del latín spiritus, soplo, aire); así, la poesía también contiene aliento, pues no solo la vemos de la mano de la filosofía sino también de la religión. En la historia de las religiones y de las sociedades antiguas, qué sería de los grandes chamanes, los druidas, los oráculos, sin la palabra, sin la poesía. Los rezos, oraciones que son fundamentales en el decir de los ritos a partir de que comunican lo indecible de lo sacro con lo profano, también están llenos de poesía, y quien diga que no, ¡miente!

Y es cierto, se me habían adelantado con un humor sórdido que denuncia a partir de un poema, una tipología del poeta. Habría que señalar que en la actualidad ya no son el filosófico, el contemplativo, el místico, y muchos otros más que menciona Rodrigo Balam. Habría que agregar a esta taxonomía del vate, a esta clasificación, los últimos reductos del quehacer poético en nuestras tierras, el poeta mediocre, del mal gusto, del que no ejerce la autocrítica de su quehacer; producto, claro, de una sociedad que no lee y por ello mismo, incultos, no sabedores de la palabra.

Habría que decirles que cuando algo es indecible hay que romper la palabra y crear las significaciones para abordarlo; cuando esto no se puede hacer, el silencio es la mejor salida. Agradecería mucho que alguien me dijera si mis letras caen en ese rubro de lo mediocre, para quemarlas.

Con amargura escribo este ensayo, esperando que los perros ladren… ¡Salud, bohemios!