Este martes, hace 100 años, el corazón de La Merced latió al mismo tiempo que el de Chava Flores, quien nació el 14 de enero de 1920. Desde aquel momento, su voz, ingenio, albur y sentido del humor quedaron atados a esas calles, a esa gente, a ese ruido, risas e injusticias que narró en casi 200 canciones que, para alegría de miles de personas, compartió y cantó hasta que la voz se lo permitió, y que hoy siguen vivas en quien las canta.

Escribió, por ejemplo, “¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?”, “Sábado Distrito Federal”, “Peso sobre peso”, “El gato viudo”, “Dos horas de balazos”, “Voy en el metro”, “La casa de la Lupe”, “Boda de vecindad”, entre muchas otras canciones que son el vivo retrato de esta ciudad.

Tuvo ocho hijos, seis mujeres y dos hombres (en su segunda relación), entre ellos María, quien conoció no sólo al artista sino al padre amoroso del que hoy conserva infinidad de recuerdos. Ella también es la encargada de su obra, junto a sus hermanos.

“Tuve la fortuna de contar con un padre muy dedicado a la familia, lo recuerdo con orgullo y responsabilidad porque ya no es nada más el padre sino el personaje con el que estamos tratando. La obra tiene que ser tratada también con mucho cuidado, mucho cariño y mucho respeto. Fue un padre que ayudaba a hacer la tarea, que te llevaba de días de campo, un padre con domingos (libres), las navidades eran únicas y, la verdad, eso no se puede pasar por alto porque uno lo aprecia más cada día, cada hijo era especiales”, señaló.

Antes de ser el Chava Flores que conocemos, se dedicó a muchísimas cosas: contador y comerciante, por ejemplo, aunque no tuvo mucha suerte en el oficio. También vivió en casi toda la Ciudad de México: Tepito, Peralvillo, Santa María la Ribera, entre otras colonias.

De allí que se forjara como el compositor que fue: con los sentidos abiertos, muy dispuestos a observar y traducir en canciones. En sus conciertos, siempre contaba las historias de sus canciones.