La valoración del arte indígena está en ciernes
La Red de Creadores Indígenas Veracruzanos abrió desde el 23 de mayo la exposición comunitaria virtual titulada “Piel morena”.

En México, el racismo y la discriminación son los pilares de esa “mirada blanca” con la que se fomenta al arte contemporáneo occidental que no incluye a artistas indígenas, señala Guillermina Ortega (Poza Rica, 1960). Sin embargo, añade en entrevista con La Jornada, los artistas indígenas “están haciendo brecha, comunidad, para que muy pronto la puerta del reconocimiento se abra para nosotros de par en par. El día que suceda, será maravilloso, pues aquella mirada blanca se transformará; vamos a estar incluidos y se sabrá que hacemos un arte tan válido como el que se produce en las grandes urbes, en un diálogo horizontal”.

La valoración del arte indígena en México, reitera la artista y educadora, “está en ciernes, vamos lentos, a diferencia de Guatemala o Colombia, y ni hablar de lo que sucede en Canadá o Estados Unidos. Aquí se necesita más tiempo e investigación, necesitamos curadores indígenas también, para que tiendan puentes de comprensión con los lenguajes, con el ritual, con la imaginería, que son la esencia de este país, y que no es ‘lo mexicano’ en sí; ser mexicano es otra cosa”.

Añade que “por fortuna, cada día hay más nombres de creadores indígenas. El libro de Ingrid Suckaer (‘Arte indígena contemporáneo: dignidad de la memoria y apertura de cánones’, 2017) nos abrió la puerta. Pero en el ámbito institucional son aún muy convencionales, a muchos todavía no les gusta la idea. Lo interesante es que existe apertura, las posibilidades son enormes, siempre y cuando se haga con mucho respeto”.

A la par de desarrollar proyectos artísticos personales que tienen que ver con la naturaleza, la espiritualidad, lo femenino y la identidad (arte objeto, video, dibujo e instalación), Ortega encabeza la Red de Creadores Indígenas Veracruzanos, mediante la cual lanzó la convocatoria para la exposición comunitaria virtual titulada “Piel morena”, que inició el 23 de mayo y continuará abierta durante tres meses en la página de Facebook: Piel Morena. Exposición Comunitaria Virtual.

La idea es que los participantes reflexionen por medio del arte sobre el concepto “piel morena”, bajo diferentes perspectivas y con diversas técnicas, en el contexto de los 500 años de la consumación de la Conquista española. “¿Cómo podemos acercarnos a conceptos como colonización, mestizaje, ‘blanqueamiento’ de la sangre, etcétera, desde nuestro momento histórico, desde nuestro territorio físico, conceptual y espiritual? ¿Cómo nos pensamos y nos ubicamos en el mundo? Estas reflexiones se convierten en lenguajes y narrativas en medio de una fecha significativa que no debería pasar desapercibida. Son bienvenidas todas las técnicas y disciplinas artísticas, incluso el bordado tradicional y la alfarería. También invitamos a los académicos y teóricos”, explica la invitación.

Feminismo decolonial

Guillermina Ortega se asume “veracruzana, con sangre indígena”, y desde esa identidad se pronuncia también “con una posición política, a partir del feminismo decolonial, pero desde mi raíz, desde mi tierra, y, sobre todo, desde mi color de piel”.

Hacer instalación, refiere, “me permitió, con un lenguaje contemporáneo, exponer mis ideas acerca del ritual, pero en los recientes 10 años la violencia en el estado de Veracruz me rebasó; tener una hija me hizo imposible quedarme aislada y no sensibilizarme sobre lo que está pasando, por eso me enfoqué en visibilizar esa situación, por ejemplo en un proyecto que se llama Seres de luz, que presenté por primera vez en Canadá”.

La artista huasteca insiste en que el racismo pesa muchísimo en México, “y no solo es hacia la sangre indígena o morena o afromestiza. En los años 80, cuando estudié en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, fui discriminada por ser de provincia, por ser mujer y por estar casada; luego, en las comunidades huastecas, por no hablar ninguna lengua. Me veían como blanca, porque pesa también cómo define el Estado mexicano al indígena”.