“La poesía debería tratar de ser como la música. Pienso que es difícil llegar a esa altura. Para mí la música es lo más difícil de mantener en su pureza”, dice a Excélsior la poeta, traductora y ensayista Ida Vitale (Montevideo, 1923), ganadora del Premio Cervantes (2019), a escasos meses de cumplir cien años de vida, mientras refiere sus preocupaciones actuales, como la guerra, la permanencia del verso, la memoria, la libertad y el vértigo del siglo XXI.
“Ha habido épocas en que la música no sé si cumple con todos sus deberes, la hay para todos, porque cada gente pide algo distinto. Sin embargo, creo que la música nunca deja de cumplir con su función, quizá la poesía sí”, expone la autora de libros como La luz de esta memoria, Elegías en otoño y Jardines imaginarios.
“Quizá en otras épocas, la poesía ha sido más activa que ahora, en ese sentido de intervenir en la marcha del ser humano. Ha habido periodos en que la responsabilidad de la poesía ha sido mayor, pero ahora la comparte con otras cosas, pues hasta el cine tiene una responsabilidad mayor que la poesía, creo”, añade.
Vitale habló sobre las pérdidas: “Tengo cien años y muchos amigos se han ido, así que tengo capacidad de haber perdido a mucha gente. Lo más injusto es que se fue más joven Enrique (Fierro), pero sobrellevo esa pérdida queriendo más a los que me quedan. No hay de otra, no se les puede reemplazar. Además, tengo a mi hija, mis nietos y todavía me quedarán algunas semanas. No mucho. He cumplido una historia tan larga, son muchos cien años, bastantes”.
¿Le parece que el poema es la mariposa con las alas de libertad que usted llegó a plantear?
Una dice tantas cosas para salir del paso, pero todo depende de la buena voluntad del oyente. Con la memoria algo se pierde y algo se gana, pero todos necesitan un espacio nuevo o algo para llenar; unos venimos dotados con más memoria y otros con menos. La historia de un país es la memoria de uno y no lo que está escrito en los libros, sino lo que la gente recuerda.
¿Si la poesía se relaciona con la quietud, qué lugar ocupa hoy en el vértigo de la modernidad?
He tratado de no andar acelerada nunca, pero la vida se encarga de ponerte frenos, siempre, aunque es mejor no quedarse en el huequito (de uno mismo). La poesía sirve por lo menos para no dormirse, no diré en nuestros laureles, pero sí en el pastito.
¿Qué escribe en este momento?
Nada. Nunca planeo qué escribir. No sé, lo primero es el lenguaje y este se encarga de lo que corresponda. Las modas cambian hasta en la poesía, así que siempre volvemos a los clásicos. Para cada clásico hay un campo, pero depende de los poetas y de sus países. Sin embargo, cuando aparece la guerra, que es lo que hoy absorbe más a la gente, la naturaleza desaparece.
¿Considera que la poesía puede hacer algo contra la guerra?
¡Qué sé yo! Se puede proponer que exista algo distinto, pero la poesía tiene responsabilidad, a veces, en que haya habido guerras; la poesía no siempre fue pacífica ni se conforma con lo que el mundo tiene.
¿Cómo lograr que perdure la palabra si, como usted ha escrito, esta es un ave joven?
Alimentándola con lo que uno tiene alrededor y dándole lo mejor de ese alimento.
¿Mantiene la esperanza en las nuevas generaciones?
A estas alturas no puedo perder tiempo en esperanzas, tengo que hacer algo o aceptar lo que está a la mano.
¿Qué aconseja a los jóvenes poetas?
La fórmula para todas las generaciones es leer. Hay tanto por leer, sin leerse a uno mismo. En cuanto más llenos, más ganas tenemos de seguir, porque el mundo se encarga de proporcionar material todo el tiempo.
¿Usted relee sus libros?
Muy poco, solo cuando estoy de muy buen humor.