Violencia innecesaria

La violencia doméstica volvió a expresarse en las calles. Alrededor de mil mujeres lograron reunirse, marchar, hacer declaraciones contra las autoridades sobre abusos de género cometidos contra sus congéneres y causar destrozos en una estación de la policía, en terminales del metro y en el monumento del Ángel de la Independencia.

Eso fue en la Ciudad de México. El problema es que puede cundir el ejemplo en otras partes del país, sin que haya necesidad de llegar a tanto para reclamar al gobierno atienda un problema que ya ha existido desde hace mucho tiempo y en distintas partes del mundo, no sólo en México.

Ahora fue en la Ciudad de México, una de las ciudades más densamente pobladas del mundo, y en donde se supone viven personas más informadas e intelectualmente preparadas. Si esas características se cumplen, entonces ese grupo de mujeres estaría actuando en contrasentido.

Las manifestaciones públicas están garantizadas en la Constitución General de la República, pero esa misma Carta Magna tiene una exigencia: que sean en orden y pacíficas.

Y las de la Ciudad de México no fueron precisamente manifestaciones pacíficas. Fueron violentas, dañaron edificios públicos y monumentos arquitectónicos y simbólicos de la Ciudad, y agredieron a comunicadores, esto último en un claro atentado a la libertad de expresión.

Las manifestantes se quejaron de múltiples agresiones sexuales contra mujeres en la capital de México, pero la gota que derramó el vaso fue la agresión sexual sufrida por una jovencita de 17 años de edad cometida presuntamente por agentes de la policía de esa misma ciudad, pero fue algo que no ha podido probarse.

Un video difundido por la televisión nacional muestra que la muchacha camina en una calle hacia su casa, pero se detiene a mitad de una cuadra a tocar un timbre de una casa que no es la suya, presuntamente a pedir ayuda de algo que le había sucedido antes y que no ha quedado debidamente claro.

Sin embargo, en ese video se logra ver que ella ya estaba tocando el timbre de la casa cuando llega la policía a tratar de auxiliarla y después llega una ambulancia y la lleva para tratarla médicamente.

Lo que no se ha dicho sobre ese tema es que fue descubierto que la chica estuvo en una fiesta esa misma noche, dio positivo para 4 drogas y tuvo relaciones sexuales –nadie, ni ella, ha dicho con quién o con quiénes-, pero ella dijo en primera instancia que fue violada por los policías. Sin embargo, ella se negó a hacer la denuncia correspondiente ante un agente del ministerio público.

De manera tal que hasta el día de ayer lunes la chica, supuestamente atacada por policías, no había presentado una denuncia ante las autoridades, lo que hace suponer que ella está mintiendo y que ningún policía la violó o la agredió sexualmente.

Pero ese caso, desencadenó la violencia en la Ciudad de México el viernes pasado. Una violencia que no está justificada desde cualquier lado que se le vea.

Las autoridades de aquella Ciudad tienen todos los instrumentos oficiales y legales para investigar qué ocurrió realmente, y quién o quienes tenían intenciones de cometer destrozos y agredir a personas sin que hubiera habido necesidad de hacerlo.

El debate será para poder encontrar el origen de esa violencia y muchos creen que uno de sus orígenes podría estar ubicado en las conferencias mañaneras desde donde el presidente, Andrés Manuel López Obrador, en dividir a los mexicanos en dos partes: en malos y buenos.

El problema es que ese divisionismo está siendo alentado por el propio mandatario nacional y, desde el punto de vista de la ciencia política, eso está contraindicado para los líderes de los pueblos porque ellos están para promover la unidad de sus pueblos y nunca, nunca, para incitar a su divisionismo.  

Por otra parte, la 4T está atrapada en sus propios enredos de que no va a reprimir manifestaciones. Luego entonces, ¿cómo van a ser combatidos todos los hechos delictivos de vandalismo, destrozos y agresiones contra periodistas o contra cualquier otro ciudadano?

Divisionismo en el Senado

Los morenos están mostrando –quizá confirmando- del material que están hechos. Llegaron al poder presidencial hace apenas ocho meses y desde antes de eso han estado confrontándose entre ellos mismos.

El hecho más evidente ha sido el pleito público existente entre el grupo de Ricardo Monreal Ávila y la actual dirigente Yeidckol Polevnski quienes se confrontan un día sí y el otro también. Actualmente los dos grupos están disputándose la dirigencia nacional de Morena con mucha anticipación de que siquiera inicie el proceso interno de elección.

Pero ayer, ayer lunes, saltó a la palestra otro actor: Martí Batres Guadarrama quien acusó en su cuenta de Twitter a su compañero legislador Ricardo Monreal de haber ensuciado la elección en el Senado para elegir la presidencia de la Mesa Directiva de ese órgano legislativo.

El asunto está claro. Batres era el líder de esa Mesa y deseaba reelegirse.

Pero, en vez de eso, 33 senadores de morena eligieron a la senadora Mónica Fernández para que ocupe ese cargo a partir del 1 de septiembre próximo.

Se habían registrado tres senadoras más: Maribel Villegas, Imelda Castro y Ana Lilia Rivera, pero éstas declinaron de última hora en favor de Mónica y por eso resultó elegida por unanimidad.  

Batres se fue más allá: acusó a Monreal de ser “un político faccioso incapaz de encabezar un amplio movimiento”.

Esas palabras llevan una pesada carga de emociones que muestran resentimiento, enojo y bravura. También confirma el gen con el que están hechos algunos líderes de la 4T que desencadena en autoritarismo e incapacidad de llegar a acuerdos entre ellos mismos para salir unidos de cualquier circunstancia de competencia a la que tengan que encontrarse en el camino.

alexmoguels@hotmail.com