La pequeña Rosilita le dijo su papá: “Mi mami nunca me cuenta cuentos”. “Qué raro -se extrañó el señor-. A mí todas las noches me cuenta dos: ‘Estoy muy cansada’ y ‘Me duele la cabeza’”. Entre todos los atletas internacionales Pancho el Huevas fue el que lanzó más lejos el disco, la jabalina y el martillo. Comentó su entrenador: “No necesitó ningún entrenamiento. Sólo le dije que eran herramientas de trabajo. Y si le hubiera puesto un pico, una pala o un talache los habría aventado aún más lejos”. El perrito le dijo a la perrita: “¿Te parece si esta noche lo hacemos de hombrecito?”. Hubo una zacapela en el congal -perdón por la palabra “zacapela”- y el hombre que la provocó fue detenido. Resultó ser un sujeto que esa tarde se había comprado un par de botas federicas y quiso estrenarlas pateando al que se le pusiera enfrente. Uno de los parroquianos sufrió un puntapié particularmente doloroso, tanto que el juez le preguntó: “¿Fue usted el que recibió la patada en la trifulca?». «No, señor -respondió el pateado-. Yo la recibí entre el ombligo y la trifulca”. Un individuo llegó al Cielo. Lo que en él vio lo dejó atónito. En vez de coros seráficos se oía música de salsa, reggae y funk; las ánimas benditas no vestían túnicas o mantos sino T-shirts y jeans, y los bienaventurados, lejos de portar aureola, llevaban gorra con la visera hacia atrás. Un ángel le explicó al sorprendido recién llegado: «Es que el Cielo ya no es reino: el Señor lo convirtió en república. Él es el Presidente; tenemos a Disraeli como secretario de Gobernación; Wellington es ministro de la Guerra; Fleming está a cargo de Salubridad; Keynes ocupa el ministerio de Economía; Stephen Hawking el de Educación, y Cacariola Patané se desempeña en Turismo. “¿Cacariola Patané? -preguntó el otro, intrigado-. ¿Quién es Cacariola Patané?». El ángel vaciló: “Ejem. Bueno. San Pedro tiene esta amiguita. Y. Tú sabes.”. Babalucas pidió en la ventanilla de la central de autobuses: “Un boleto de viaje redondo, por favor”. Inquirió el empleado: “¿A dónde?”. Respondió el badulaque, exasperado: “¡Pos aquí, pendejo! ¿No te digo que es viaje redondo?”. No sé absolutamente nada acerca del Programa de Estancias Infantiles. Eso sí: pienso que por regla general la mejor estancia infantil para un niño es el hogar. Mi opinión, sin embargo, pertenece a la época de don Juan de Dios Peza, de modo que no es para tomarse en cuenta. Una pregunta me hago en relación con la medida dictada por López Obrador para que se entregue directamente a los padres de familia el dinero que antes daba el Gobierno a esas estancias. Sobre este asunto ¿se consultó a los papás? ¿Se oyeron sus puntos de vista? La medida, buena en principio para evitar la corrupción que sin duda ha existido en algunas de esas estancias, podrá eventualmente provocar trastornos en dichos establecimientos y aun en los mismos hogares, lo cual redundará en daño para los papás y sus pequeños. Con todo, la decisión tiene un aspecto positivo muy importante: he aquí que el Presidente López Obrador da libertad a los padres para que usen conforme a su criterio el dinero que recibirán, en vez de que sea el Estado el que lo asigne. Ésa es una medida plenamente neoliberal. ¡Enhorabuena!... Las Damas de la Cofradía de la Reverberación se quejaron ante el Obispo: había en su pueblo un sacerdote que en forma indigna se jactaba -dijeron ruborosas- de “echarse tres seguidos”. Preguntó el jerarca: “El cura que dicen ¿no es uno chaparrito, gordito, de ojos medio verdes, peloncito?”. “Así es, señor» -respondieron las señoras. Sentenció entonces Su Excelencia: “Por lo que he oído de él, sí se los echa”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Miremos a este hombre ahora que no nos ve.

Es alto, robusto y coloradote; tiene traza de ranchero. A la luz de un quinqué lee trabajosamente un libro empastado en percalina roja cuyas páginas brillan con los resplandores de la lámpara. Tiene al lado del libro, que apoya en la cubierta de la mesa, una libreta en la cual toma notas con un lápiz cuya punta moja de vez en cuando en la lengua.

Mañana el hombre reunirá a los maestros de la escuela que sostiene en la hacienda de la cual es dueño y les hará preguntas acerca de lo que esta noche ha leído. “Toritos”, llama él a esas preguntas. Escoge las más difíciles, y sonríe socarronamente pensado desde ahora que “los maistros” no sabrán responderlas.

Al filo de la media noche el hombrón cierra su libro y lo pone junto a los otros de la colección. Se guarda la libreta en el bolsillo de la chaqueta, y el lápiz en el de la camisa. Luego apaga la lámpara y se va a dormir.

Diré ahora el nombre del libro: es uno de los 20 tomos de «El tesoro de la juventud».

Ahora diré quién es ese hombre: se llama Pancho Villa.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Hombres encapuchados prendieron fuego a un restorán de Monterrey.”.

Los que hicieron la maldad

de cometer el delito

donde se vende cabrito,

ya son mayores de edad.