Noche de bodas. Beatino, el novio, joven varón muy dado a devociones y piedades, se arrodilló al pie del tálamo nupcial y pidió con religiosa unción: “¡Guíame, Señor!”. Su flamante mujercita le indicó: “Tú pide fuerzas y constancia. De guiarte me encargaré yo». Don Martiriano, el sufrido cónyuge de doña Jodoncia, se presentó en la estación de policía y denunció la desaparición de su mujer. El oficial de guardia le preguntó. “¿Desde cuándo falta la señora?”. Contestó él: “Desde hace un mes”. El oficial se sorprendió: “¿Y hasta ahora viene usted a denunciar su desaparición?”. Respondió con timidez don Martiriano: “Es que pensé que estaba soñando». Pirulina es la muchacha más popular de su pueblo. La mitad de los hombres del lugar desearían hacerle el amor, y la otra mitad ya se lo ha hecho. La esposa de don Senilio, provecto caballero, le contó a una amiga: “Antes a mi marido le interesaba una sola cosa. Ahora ya ni siquiera puede recordar cuál era”. La Isla del Padre es un Monterrey con mar. En efecto, gran parte de las casas y departamentos en ese bello lugar turístico de Texas es propiedad de regiomontanos. Quizá por eso en la Isla me siento yo como en mi casa. O me sentía, mejor dicho. Tiempo pasado. Desde que Trump fue electo Presidente hice el solemne voto de no pisar suelo norteamericano mientras ese soberbio y estólido magnate esté en la Casa Blanca. Ingenuidad risible llame quienquiera a mi promesa -la he cumplido puntualmente-, pero no hallé otra manera de protestar por las injurias que profirió Trump contra México desde que era candidato a la presidencia de su país. Pronto lo será otra vez, y eso explica sus expresiones en el sentido de considerar terroristas a los narcotraficantes mexicanos. Alguien debería preguntarle al insensato: ¿de dónde provienen las armas y el dinero que dan fuerza a esos delincuentes? ¿Habría en México tráfico de drogas si Estados Unidos no tuviera el ingente número de drogadictos que tiene? Tema de campaña es ése del terrorismo para Trump, que seguirá machacando con su demagogia hasta verse electo otra vez. Casi seguramente sus conciudadanos lo elegirán de nuevo; no prosperarán los intentos para someterlo a juicio, y yo seguiré extrañando mis caminatas por la desierta playa de la Isla en las horas del amanecer, cuando el mar aún no despierta de su sueño y pasan los pelícanos en vuelo silencioso hacia la claridad del día. Don Cucoldo llegó muy contento a la cantina de su barrio y pidió una copa de tequila para él, otra para el cantinero y una más “de lo que estén tomando» para cada uno de los que ahí se hallaban. Le preguntó el de la cantina: “¿Por qué viene tan feliz?». Contestó él: “Hace unos momentos mi esposa me dijo el más lindo piropo que me ha dicho desde que nos conocemos”. “¿De veras? -se interesó el tabernero-. ¿Qué piropo fue ése?». Relató don Cucoldo: «Llegué a mi casa y encontré a mi mujer en la cama con tres individuos. Antes de que pudiera yo reclamarle algo me dijo ella: ‘Eres tan potente que se necesitan tres hombres para sustituirte’. ¡Dame una copa más y sírveles otra a todos los presentes!”. Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. Su esposa se quejó: “Trabajo demasiado. Todos los días debo cocinar, barrer, trapear, lavar y planchar, hacer las compras, pagar los recibos de la luz, el teléfono y el gas, llevar a los niños al colegio e ir por ellos. Y como si todo eso fuera poco todavía tengo que hacer el amor contigo por las noches. Necesito una mujer que me ayude”. “Está bien -accedió, magnánimo, Capronio-. Te conseguiré una mujer que haga el el amor conmigo por las noches». FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan.

Don Juan le rogó al prior del convento de Santa Catalina que lo oyera en confesión.

-Decid -le pidió el santo varón.

Habló Don Juan:

-Amé en la carne a doña Elvira. Fue una noche abrileña, cuando la luna rielaba sobre las aguas del Guadalquivir y se escuchaban a lo lejos, en el barrio gitano, las notas de una soleá. Besé a aquella hermosa mujer en la penumbra de su cámara. Primero mis besos fueron pétalo, después fueron de lumbre. Ella se dejó poseer por mi pasión y empezó a desvestirme aun antes de que yo desatara las cintas de su brial. Ni siquiera alcanzamos a ir al lecho: sobre el tapiz de Arabia hicimos el amor. Esa noche conocí todas las lujurias.

Preguntó el prior:

-¿Estáis arrepentido?

Contestó Don Juan:

-No.

-Entonces -declaró el prior- no puedo daros la absolución.

Dijo Don Juan:

-No vine en busca de la absolución. Sólo quería recordar aquella noche.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Habrá inversión el próximo año.”.

De esa nota me enteré

con alegría mesurada:

va a ser inversión privada,

y no de la 4T.